A partir de ese comportamiento manifiesto de esa tendencia, seria pertinente preguntarse: ¿Hacia dónde marcha la derecha? En primer lugar, debemos decir claramente que la derecha venezolana no es inmutable, ni tampoco sufrieron una metamorfosis en su estructura ósea, sino que son los mismos huesos roídos por la maldad que arrastran las cadenas del odio visceral. Así llegaron a la Asamblea, y apenas pisaron suelo legislativo, se sintieron libres y de inmediato comenzaron el juego macabro de la arbitrariedad, convirtiéndose desde ya en los forjadores de su propia destrucción.
En su afán perverso de querer aniquilar al chavismo, la derecha venezolana va socavando su propia tumba, porque desde diferentes rincones surgen voces silenciosas, que comentan que esos primeros pasos dados por los grupos opositores, ofrece el rostro desfigurado de unos tipos que pareciera que vienen del más allá. Pero no, son los mismos adecos y copeyanos, los mismos fantasmas de la Cuarta República y representantes del viejo Estado, que han vuelto para chuparle la sangre a la revolución bolivariana y borrar cualquier vestigio del legado chavista y del proyecto del socialismo.
Estamos conscientes de esa amenaza, pero la revolución no es algo que la pueden desaparecer por el mero capricho de un político vetusto o por las pataletas de guarimberos asesinos. La revolución bolivariana ha resistido luchas fuertes, y desde el mismo momento que ganó los espacios en la consciencia de millones de venezolanos y venezolanas se ha ido fortaleciendo en sustancia y acción, categorías que le van a permitir remontar esta situación de amenaza que le acecha hoy en día.
La derecha venezolana, impulsada por los vientos impredecibles del erotismo político marcha hacia la orgia de la violencia irracional; practica perversa que siempre los ha conducido hacia la perversión. En 2002 y 2003 quisieron buscar esa “salida” y les fue muy mal. Igual en el 2014, cuando a través de la guarimba quisieron propiciar otra “salida”, donde también fueron derrotados.
La oposición marcha, supuestamente, hacia un referéndum revocatorio, donde nadie les garantiza que saldrán airosos, porque ellos mismos saben que esos casi dos millones de votos no son de ellos, sino de electores que sucumbieron ante la confusión, el desencanto y la manipulación; situación que aprovechó la derecha para capitalizarlos a su favor. Nadie garantiza que las personas que votaron por la derecha el pasado 6-D, vuelvan a votar por ellos; pudiera ser que ya estén de vuelta a su fuente referencial, con más visión, con mas compromiso para luchar a favor de la causa revolucionaria.