De penosa esta condición se vuelve calamitosa cuando se complementa con arrogancia. Descalifican a los pobres con un desplante patético ignorante de la inteligencia que impone la supervivencia en la pobreza. No sé qué decirles.
—Si usted tiene que preguntar cuánto cuesta un Maserati, es porque no puede comprar un Maserati.
¿Cómo le explica uno a Capriles que afeitarse el cogote no le va a servir? ¿Siete años de derrotas no bastan? ¿Qué se hizo la multitud opositora de abril de 2002? ¿Por qué se ha reducido a ´cuatro pelagatosª? ¿Qué se hizo el 40% que votó «sí» en el Referendo de 2004? Esta dirigencia no solo es escasona sino que no le importa el ridículo.
Se debe a la educación y la televisión privadas, aparte de la sobreprotección familiar. Esa educación convence a esta gente de que todo lo que hace está ungido por una ciencia más sagrada que crítica porque es de clase y la mantiene en la más inexcusable ignorancia política. Ciencia que no es crítica no es ciencia y mucho menos conciencia. Por eso aplauden entusiastas el Decreto Inmarcesible de Carmona y ahora dicen que no lo firmaron, que es un adefesio, que fueron a Miraflores a sermonear a Carmona, que no estuvieron allí, etc. El 12 y el 13 de abril dieron burundanga en Miraflores, porque nadie se acuerda de lo que hizo ni de que estuvo allí.
¿Tendré que explicar el promedio intelectual de la televisión privada no solo venezolana sino mundial? Esta gente dejó que la televisión le inventara una dirigencia y una versión de la realidad, tan imbécil como la guerra de los sexos. La televisión no da para más. Y termina aparejando también el enternecedor nivel intelectual de ese colectivo como un todo. Por eso tantos inteligentes terminan aplaudiendo eso que aplauden.
—Usted es un tonto. No sé si me explico —dijo una vez Voltaire.