Quienes vaticinan situaciones peores para el país y critican la medida del presidente respecto a poner fuera de circulación legal los billetes de 100 bolívares son los mismos que comparten la idea de utilizar la crisis económica como herramienta política para acabar con el chavismo y toda expresión revolucionaria en Venezuela, además de aquellos que son artífices de todo lo ocurrido en esta materia en los últimos tres años.
Nada extraño resulta que lo hagan en vista que ellos no han aportado ninguna solución efectiva al grave problema que padece el pueblo, perjudicándose su poder adquisitivo, a pesar de elevarse el sueldo mínimo y el bono alimentario o de haberse implementado los Clap, de manera que no exista un mayor nivel de crisis y de desabastecimiento de productos básicos para las familias venezolanas. Al contrario de lo que pudiera esperarse de la gente de la oposición, ésta se ha afanado en tratar de destruir toda posibilidad de progreso y de recuperación económica de nuestra nación, creando matrices de opinión negativas que dan cuenta de una situación interna insegura e inestable para la inversión de capitales extranjeros, a lo que se une también la conspiración de gobiernos de la derecha que se plantearon la exclusión de Venezuela de Mercosur, alegando razones políticas sin bases suficientes.
Todo esto en conjunto nos demuestra a los venezolanos (y al mundo exterior) que no hay voluntad política ni una propuesta seria de parte de la oposición de ayudar a solventar los diversos problemas que confrontamos a diario, atribuyéndole sin mucho fundamento toda la responsabilidad de lo que pasa al gobierno de Nicolás Maduro. Incluso, azuza a gremios y sectores de la sociedad para que cerquen al gobierno con sus demandas, imponiendo un estado de ingobernabilidad donde los más afectados son, como siempre, los sectores populares, lo cual se incrementaría gracias a la ineficiencia y la corrupción de algunos funcionarios públicos, civiles, policiales y militares, que sólo velan por sus intereses particulares mientras el resto de la ciudadanía se queda en la intemperie, sin confianza en ninguna autoridad.
Por eso, a la oposición apátrida no le cae nada bien que Maduro asuma medidas, así sean algo tardías o de efectos moderados, que vayan en favor de los venezolanos, especialmente de los sectores populares, pues su obsesión compulsiva de tomar el poder la lleva a poner en práctica cualquier plan que precipite el caos en nuestro país y entonces salirse con la suya, es decir, ejercer el poder en función de sus propios intereses y del imperialismo gringo, a través de sus grandes corporaciones transnacionales que la respaldan financieramente desde hace ya diecisiete años consecutivos.