Me quedo con el Conde del Guácharo. Aclaro: me disgusta que lo encampanasen y ahora se queja de que lo tienen embarcado y excluido.
La oligarquía te es así. Te usa mientras te necesita y te abomina cuando ya no. Si su nodriza no chismeó con tu niñera, si no disertas sobre finos licores, si no juegas bridge ni golf, estás perdido en la barra del Pingüino, si acaso llegas hasta la del Country Club.
Mucha gente cree que ya llegó porque puede comprarse un deshumidificador de habanos. Ni siquiera porque te ganas unos cobres llegas. Si crees que tu ascenso está asegurado porque te le arrastras a un rico en un artículo patético, es porque no has releído La trepadora de Rómulo Gallegos, que este año cumple 80 de publicada. Se ríen de cómo el traje de Clement te luce como una enjalma. No lo notas, pero ellos sí. Son gente sensible. Recuerdan tu origen, aunque tú no. Tienes que sufrir generaciones de miseria empinada para que acepten siquiera a tus nietos y eso en la orillita. Es un camino de sacrificios.
Imagino al Conde en los clubes secretos y mansiones excluyentes. Quizás nomás etiqueta negra en algún bar de anfitrionas o lo afocaron con una coquille Saint-Jacques en restaurante de música suave. O tal vez le dieron una orden; un nuevo personaje por encargo.
La oposición está llena de Lorenzos Barqueros, voto de nuevo a Gallegos; repásalo, vale la pena. Carmona, Calderón, Teodoro y ahora el Conde. Los imagino repasando su cuarto de hora de fama reciente, recorriendo canales, trazando campañas, invitado a todos los saraos, celebradas sus tosquedades por chicas de copete y de repente la soledad de Luis Alfaro, me refiero al Ucero, en diciembre de 1998. Lo peor es que no puede ponerse…, bueno, cómico y delatar la jugarreta porque lo sepultarían los mismos medios que lo auparon y a quienes debe todo. Pon Venezolana de Televisión (VTV) si lo quieres ver.
Pocas risas debo al Conde, su caricatura del pueblo es injuriosa, pero me parece infinitamente más inteligente y culto que Rosales, el arlequín actual de esa gente, que se burla de él como de José Antonio Páez, de Cipriano Castro y de Carlos Andrés Pérez. Yo que él me cuidaría, porque, no valiendo mucho, puede ser útil solo para un autogol como el de las Torres Gemelas.