Dentro de las ofertas electorales que se han lanzado como carnada para obtener la buena voluntad del electorado venezolano, que en Diciembre deberá decidir quien será el nuevo Presidente de la República, hay una que me ha parecido particularmente interesante, no por lo que se dice de la misma, sino por lo que no se dice y está por debajo de ella. Una propuesta, una oferta electoral que yo llamaría un iceberg electoral, sólo se ve una pequeña parte, pero las implicaciones económicas, sociales y políticas que subyacen son de enorme trascendencia a mi modo de ver.
Me refiero ni más ni menos, que a la propuesta de uno de los candidatos de la oposición, que consiste en repartir una porción de la riqueza petrolera (30% del ingreso petrolero) a la población más necesitada, de una forma directa, eficiente y transparente, a través de un depósito en una cuenta bancaria, la cual podrá ser manejada por los beneficiarios a través de una tarjeta de débito, a la cual se le ha llamado “Mi Negra”. A primera vista, todo esto no suena tan mal, venezolanos, el petróleo es nuestro, el regalo que Dios nos dio merecida o inmerecidamente, no importa, pero es nuestro para nuestro disfrute. ¿Qué de malo y perverso puede haber en todo esto? ¿No sería acaso, tal como dicen, una forma práctica, eficiente y moderna de practicar una verdadera justicia social? ¿Pero por que algo me induce a fruncir el ceño, enarcar una ceja y poner un rostro meditabundo? Posiblemente, porque soy un tipo amargado de aquellos que les gusta buscarle las cinco patas al gato, un aguafiestas sin remedio. En fin, si esa es mi naturaleza, vamos entonces a alzar la lanza del pensamiento crítico en el análisis de la mencionada oferta que se le hace al pueblo venezolano.
En primer lugar, la repartición directa de la renta petrolera a través de una tarjeta de débito va directamente en contra de las misiones (aún cuando los promotores de la tarjeta lo nieguen), es una forma más o menos sutil de desbaratarlas y decretar su muerte sin pena ni gloria. Ya no será necesario que la gente haga ningún esfuerzo real o fingido para recibir un dinero a cambio, sólo habrá que esperar en casa viendo TV a que llegue el día de cobro. No tendremos que ir a ningún sitio a aprender a leer, a estudiar primaria, secundaria o a obtener una educación universitaria, ni aprender un oficio, ni montar una cooperativa. Y en todo caso, si de todos modos queremos agotarnos realizando alguna actividad, podremos usar nuestra tarjeta “Mi Negra” y pagar a un instituto privado para obtener algo de educación, y fíjense, seremos libres para decidir que haremos con nuestro “dinero petrolero”, libre iniciativa y albedrío. En resumidas cuentas, olvidémonos de las misiones educativas, en el futuro, los venezolanos tendrán dinero para pagarse una “educación privada de alta calidad”.
¿Y que pasa con “Barrio Adentro” y ese contingente de cubanos que andan como Pedro por su casa en “nuestros barrios”? Porque nuestros barrios serán feos, sucios, hay que sudar la gota gorda en unas escalinatas infernales, pero “Dios” son nuestros. Por lo tanto, declaremos a los barrios de Venezuela, territorio libre de cubanos, regaladores de aspirinas. En el futuro, el pueblo de Venezuela contará con la maravillosa tarjeta “Mi Negra” para sufragar sus gastos médicos.
¿Y que pasa con Mercal? Ya no lo necesitaremos, tendremos dinero suficiente con “Mi Negra” para ir a esos supermercados lindos, limpiecitos, llenos de muchas estanterías y productos con nombres en inglés, donde con una sonrisa en los labios y henchidos de orgullo sacaremos frente a la cajera nuestra flamante tarjeta “My Black”.
Pero aquí estoy yo, se recuerdan, el aguafiestas, el amargado, yo y mis pensamientos aviesos, malintencionados, y retorcidos. ¿Me alcanzará el dinero para todo eso?
Una tercera parte del ingreso petrolero que se inyecte a la economía vía depósitos bancarios para que la gente disponga de ese dinero para su consumo va a generar un repunte inflacionario de gran magnitud. Esto lo dice la teoría económica clásica, el incremento súbito en la oferta monetaria que se vuelque en una demanda exacerbada de bienes y servicios provoca un alza generalizada en los precios, debido a que el aparato productivo no puede responder rápidamente incrementando la oferta de bienes y servicios. Además, en un ambiente donde vuelva a imperar el libre mercado y la iniciativa privada sin restricciones de ninguna clase, el empresario es libre para ajustar los precios y obtener los beneficios económicos justos por su actividad comercial o industrial (incluida la especulación).
Ahora bien, en un ambiente de libertad económica restaurada, promesa reiterada mil veces por la oposición, si existe un proceso inflacionario es lógico pensar que las tasas de interés deberán subir también. Todo irá al alza, excepto una cosa, el poder adquisitivo real de la población, el cual deberá ir a la baja. Algo horrendo comienza a suceder con la tarjeta “Mi Negra”, esta comienza a encogerse como la “Piel de Zapa” del escritor Emile Zola.
También podemos deducir lo siguiente, la irrupción violenta de un proceso inflacionario por la inyección masiva de dinero en la economía, obligaría al futuro gobierno de la oposición a tomar medidas anti-inflacionarias. Según la teoría económica clásica, las medidas que deben tomarse deben reducir la liquidez, la cantidad de dinero circulante, la receta no es otra que la reducción del gasto público y el alza de las tasas de interés. A lo anterior hay que agregar que un proceso inflacionario conduciría también a una fuerte devaluación del bolívar. En ese hipotético panorama futuro, a la hora de recortar el gasto público la mirada se volvería a las misiones. Despedir personal contratado en las misiones, reducir las becas, recortar el gasto en insumos para el funcionamiento de las misiones sería lo más fácil y expedito de hacer. Mucho más difícil resulta reducir el gasto público institucionalizado.
Por otro lado, ya se ha anunciado que será el sistema bancario quien manejará estos recursos que se inyecten a la economía, de pronto, los bancos estarán repletos de dinero para que ellos lo administren, creo que más de un banquero tendrá una sonrisa pintada en el rostro.
He aquí razones económicas que nos inducen a pensar que la supervivencia de las misiones y la coexistencia con “Mi Negra” es insostenible desde el punto de vista económico. Aquí hay que tener en cuenta, que al actual gobierno le está costando trabajo mantener la inflación contenida e incrementar el gasto social a través de las misiones.
En resumidas cuentas, una iniciativa de justicia social terminará beneficiando a la clase capitalista del país, la renta petrolera pasará por las manos del pueblo, pero se les escurrirá como el agua para ir a parar a las cuentas bancarias de capitalistas criollos o extranjeros en el exterior, porque como es lógico pensar, una restauración de un modelo económico de libre empresa no puede estar exento de un retorno al libre cambio, y sería muy ingenuo pensar que las reservas internacionales de Venezuela no se van a desplomar por una fuga masiva de capitales en un muy corto plazo.
¿Qué le podemos decir a la clase media que espera y aspira ver al candidato de la oposición en el gobierno? Mis queridos amigos (My dear friends), el alza en las tasas de interés alejará la posibilidad de un techo propio, de un carro propio. La inflación los golpeará inmisericordemente, la matrícula del colegio se incrementará en un 50% o más, las pólizas de seguro volarán por las nubes, olviden el jamón serrano y aprendan a saborear la mortadela con un gesto de satisfacción.
La idea de repartir dinero sin necesidad de hacerlo a cambio de un trabajo productivo no es nada novedoso, de hecho, es una idea del siglo pasado y su paternidad hay que atribuírsela a un circunspecto Lord inglés, el señor Keynes, quién planteó esta idea revolucionaria, claro en aquellos tiempos, como una forma de resolver el problema de la depresión económica. El New Deal de Roosevelt fue la aplicación práctica que ayudó a superar la crisis de los años 30 en los Estados Unidos. Pero en la Venezuela del siglo XXI, esta política económica tendría resultados muy diferentes, como los que ya hemos esbozado.
Saliéndonos de lo económico, la tarjeta “Mi Negra” tiene una implicación en lo político y lo social a mi modo de ver, relevante también. Y quizás, estos aspectos políticos y sociales sean el verdadero leit motiv que está detrás de esta iniciativa. “Mi Negra” permitiría una desmovilización de los sectores populares, convirtiéndolos en simples tarjetahabientes y consumidores, al final de cuentas, de eso se trata en el sistema capitalista, los consumidores satisfechos suelen ser poco críticos. Se trata de cortarle las alas al modelo socialista, al más puro estilo capitalista, así como se hizo en los 60 con el movimiento estudiantil hippie, convirtiéndolos en una clase media que se cortó el pelo y se deslumbró por el consumo y el atesoramiento de bienes materiales.
*Economista
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