*Nota: Traduzca todo este título al inglés. De lo contrario no entenderá mucho.
Julio Borges, estaba casi a punto de firmar, cuando uno de los tres teléfonos que carga, el correspondiente para atender, no a los íntimos, sino a quienes están encargados de "dar el visto bueno" en todo lo que ellos deban hacer en eso que hacen malamente llamada política, comenzó a vibrar. Y era tanto el interés que el aparatico puso en recibir la llamada y avisarle a su dueño que casi daba brincos en el bolsillo de la chaqueta del "portavoz" – no hay mejor palabra que esta –, más que de uno de los toletes de la MUD, del más allá.
Pese estar en República Dominicana, la línea como si fuese una de las de acá, se interrumpía y las palabras llegaban cortadas al principio. Era un ir y venir, vacilar como si fuese Maduro gobernando.
¡Aló! ¡Aló! Decía Julio viendo en pantalla el número y sabiendo que estaba obligado a atender la llamada antes que continuar lo que había empezado a hacer, que no era otra cosa que los movimientos para estampar su firma en aquel documento.
-"¡Hello! ¡Hello!" Escuchó Julio que del otro lado le decían con un tono autoritario. Por el número, como ya dijimos, y el "hello", el aló dicho en ingles, supo Julio quién le hablaba. Siendo quien estaba seguro era, podía dejar la firma para más tarde, aunque Danilo Medina y Zapatero se desesperasen y Jorge Rodríguez cogiese una soberbia calentera.
Al fin, como allá es igual que aquí, más tratándose de una llamada que salió de Bogotá hacia Santo Domingo, la comunicación después de tantos brincos, se normalizó, más tratándose de quién había llamado, el repetido aló de Borges, dicho en nuestra lengua, fue respondido en el "hello" de quien hizo la llamada. Al fin, comenzaron a hablar, después de desaparecer los chirridos y los entre cortes. Ahora Julio empezó a hablar en inglés, después de retirarse discretamente para que quienes estaban cerca no le escuchasen, salvo aquel parlante en inglés que le llamaba desde Bogotá.
-"¡Coño, señor Borges, usted está loco! ¿Cómo se le ocurre comprometerse a firmar ese documento?"
Todo eso, como lo que sigue, por supuesto lo que forma parte del diálogo, que si funciona perfectamente, pero este solamente entre dos, fue dicho en ingles. Hasta las balbucientes palabras de Borges fueron expresadas en una muy mala variante de la lengua de Shakespeare.
-"¿Pero qué malo he hecho para que usted se ponga así?", habló Julio en su inglés aprendido en los tantos viajes hechos al norte desde que era carajito y enriquecido con lo tanto que ha ido en los últimos cuatro años, pero en una actitud propia del niño regañado.
-"No sé para qué está usted allí". Volvió a hablar el que estaba al otro lado de la línea y en ese tono regañón.
Julio sacó su pañuelo, porque es de quienes todavía usan esa "prenda", y se secó su amplia y sudada frente. Y se dispuso a escuchar lo que desde allá habían decidido.
-"Nosotros no entendemos y menos aceptamos que allí esté gente que se preste a firmar eso. Este aquél o el otro". Quien le hablaba dio nombres de los que allí estaban con Julio dispuesto ya a firmar.
-"Pero no esperábamos que usted cayera en eso, en echarnos la partida para atrás, como si estuviera de acuerdo con todos aquellos que mal nos evalúan, tanto que nos creen interesados en cogernos al mundo".
Julio seguía sin entender una papa, pero todavía no se atrevía a interrumpir y hasta temía decir algo que de aquel lado creyesen un disparate. Sus íntimas aspiraciones se lo impiden. No podía correr riesgos y perder ese liderazgo que tanto le ha costado, como quitarse de encima a Capriles.
De allá seguían como regañándole y él imperturbable, sin caer en los motivos, en actitud de aquél a quien su padre reprende.
Al fin, con temor, como quien antes se acercaba al padre de la novia a pedir la mano o pedir permiso para salir a jugar a un padre regañón se atrevió a preguntar entre cortando las palabras:
-"Entonces, ¿no debo firmar?". "¡No!", casi le gritó el tipo que estaba al otro lado, pero como quien tiene un hueso de lagarto en la boca.
Todo recogidito, Julio hizo un descomunal esfuerzo para pedir le explicasen. Le quedaba un dejo, pequeñito, pero le quedaba, de dignidad, el por qué del asunto.
Aquel tipo se alargó a hablarle en inglés de muelle y en gritos de sus razones. Y sin importar el orden o exactitud de las palabras, para empezar le espetó que si no había leído bien los dos puntos primeros, porque lo demás no importa mucho. Y le agregó en tono sugerente, "nos resbala", pero en inglés.
-"No se da cuenta usted que se compromete y compromete a los suyos a reclamarnos a nosotros suspendamos las medidas que estamos aplicando a Venezuela, donde estamos poniendo a chillar su economía y a los venezolanos a morir de inanición". "¿Aclárenos, con quién está usted, del lado allá o el de acá? Pareciera estar de allá".
Julio reaccionó rápidamente, se sintió amenazado y dijo, "no señor, le juro que, cómo usted dice estoy del lado acá que es el mismo de ustedes y ellos están de allá".
Quien hablaba de Bogotá esperó que terminase, esta vez no le interrumpió, como había hecho desde que Julio empezó con la intención de hablar y luego le dijo:
- "¿Cómo es esa vaina – dijo vaina en inglés – que ustedes se comprometen a respaldar la posición de los gobiernos de Venezuela, de este y los anteriores, desde 1966, en relación con el Esequibo?" "¿No sabe usted que justo nosotros queremos lo contrario, sacar ese asunto donde se halla y llevarlo a otro nivel y espacio donde podamos manejarlo a favor nuestro?" Y agregó, "porque, en fin de cuentas, ese Esequibo, tampoco es de Guyana, sino nuestro".
Julio se quedó con la boca abierta y en ese momento, discretamente volteó y miró a todos quienes en aquel salón estaban, empezando por la gente de la MUD.
-"¿Y entonces?" Preguntó Julio.
-"¿Entonces qué? Pues no firmen nada. Dígale a los suyos, sólo a sus íntimos, aquellos que esto no deben revelar porque saben el costo, que se lo recomiendo yo". El tipo endulzó el lenguaje, al fin y al cabo es diplomático.
Eso si lo sabía Julio bien. "El tipo" que le hablaba de Bogotá, es el jefe de la diplomacia de EEUU y hasta casi como jefe de Trump, pues es un magnate petrolero de la ExxonMobil, la empresa que ahora busca petróleo en un espacio del Esequibo que en propiedad es nuestro.
Julio, después de guardar discretamente el teléfono en su chaqueta, hizo una seña a su pequeño círculo, característica de la orden retiro, giró la cabeza hacia el lado derecho, dirección arriba y volteó los ojos en el mismo sentido. Pero antes hizo un gesto para llamar la atención de Jorge Rodríguez, extendió la mano derecha, recogió los dedos, menos el medio, que a aquél mostró.
¿De qué lado está Julio? Claro, se justifican en Maduro. ¡Pero a buen entendedor!