Transcurridos 20 años de boberías y desventuras sorprende en estos tiempos la poca o ninguna capacidad discursiva, de respuesta política, coherente, nacional, patriótica… del sector opositor venezolano. Voces, pocas, casi ninguna de peso decisorio en el comportamiento anti venezolano, anti patriótico, comportamiento que solo busca la creación de un estado nación fallido, urgido de intervención y tutelaje extranjero como doctrina de dominio neocolonial. Sólo buscan aceptación, beneplácito, a la sombra imperial que los coloque en el poder político, económico, del estado nación contra toda legalidad, a falta de legitimidad y respaldo popular.
Claudio, Eduardo…, expresan, con ironía, su desacuerdo, "ruines" y "faltos de ideas nacionales y solidaridad" –los califican−, de "irresponsables" Zambrano, extraño vicepresidente de la avanzada interventora desde la AN en continuo, contumaz, desacato constitucional, institucional… De o para nada sirven esos llamados ante una sociedad enceguecida, enardecida, llevada más allá del extremo de la enajenación mediática, al fascismo, al enfrentamiento fratricida, desde la impotencia y por apetencias de poder en la dirigencia opositora anti venezolana.
Hoy, en esta nueva desventura, la cabeza visible, como pavo en salsa, es la de Juan Guaidó. Dice ser presidente de la AN, coordina y ejecuta acciones al amparo y respaldo estadounidense abierto, descarado, directa o indirectamente a través de sus autodefinidos perritos alfombreros latinoamericanos, esos del Grupo de Lima, como institución para-diplomática, para-política, al servicio imperial, neocolonial. Guaidó; no es ingenuo ni Santo ni Duque ni Bolsonaro, no, nada de esos calificativos. Es un "desconocido e imberbe" sí, actor juvenil en medio y al servicio de la vieja, rancia y depredadora política morroista, colocado, como joven, protagonisima figura cinematográfica, wikipediana, defensora, heroica, contra un malvado y tirano régimen, su estado-nación, la Venezuela que dice defender.
La barbarie deja ver sus fauces contra la sociedad venezolana, clamante o no por la intervención extranjera. Ante los primeros síntomas de derrota, tras llamar, una vez más, al alzamiento militar, a la irrupción social, contra su estado nación, contra la constitución, desconociendo y derrocando al gobierno, se contradice, se vuelve un ocho, la cosa, como a sus predecesores, se le va de las manos y salta, brinca del susto, de la salsa en la que lo han colocado. Ahora nos dice que no es así, que no es con golpe militar −¡Y el ejército invasor! ¿Entonces tampoco es con intervención extranjera?
Al final de cuentas, el "incipiente y wikipediano interinato Guaidó", deja ver sus costuras, su ambigüedad, y su entera disposición de entrega del estado nación al mejor postor. La inocencia de Guaidó, no es tal, sabe dónde y para que lo colocaron. Sabe, conoce bien, muy, pero muy bien, lo que busca −¡Yo también!− Se le importa un carajo lo que pase en y contra Venezuela, sus articuladores le han garantizado un exilio dorado similar o mucho más promisorio al de sus predecesores –Borges, Ledezma−. Su único papel es llevar a Venezuela al caos institucional, la desesperanza, la devastación y la muerte, causas y efectos cuyo fin último es abrir las puertas a la intervención extranjera. La ingenuidad de Guaidó está en la excesiva confianza en sus promotores adecos, petimetres, paisas paramilitares, fascistas colombianos, brasileños y estadounidenses, esa apuesta no es gratis.