Según esta novísima organización democristiana «latinoamericana», presidida por el fascista español José María Aznar, el camino reelegido es el de siempre: el atajo, la aventura, la parada a la loca. O sea, no han aprendido nada.
Aznar representa lo más rancio del franquismo, de la tradición de «Santiago y cierra, España», ese viejo grito de guerra que promovió el franquismo, es decir, España cerrada a toda influencia extraña a su fundamentalismo católico. Fue en suma lo que declaró su franquiciado franquista venezolano Julio Borges en su entrevista por Globovisión. Con palabras más actuales habló de lo mismo de siempre: de los moros infieles (fundamentalistas islámicos), de las herejías de Hugo Chávez (su visión «extraña» del cristianismo), la necesidad de defender los valores cristianos y occidentales. Añadió piadosamente a los judíos porque están asociados coyunturalmente con el fundamentalismo sionista. Que no se ilusionen los judíos, pues fue respondiendo al «Santiago y cierra, España» que Isabel la Católica expulsó a los judíos en 1492 de España, meses antes de enviarnos a Cristóbal Colón y de promover la Gramática de Antonio de Nebrija, pues «la lengua es compañera del imperio».
O sea, estamos, ahora explícitamente, ante el más destilado fundamentalismo falangista, promotor escandaloso del golpe de 2002.
Ello obedece a la decisión eclesiástica de recuperar a Venezuela, tomada bajo el franquismo, lo que trajo la proliferación de colegios católicos en toda Venezuela, la fundación de un partido falangista (Copei) y del Opus Dei golpista (el canciller de Pedro Carmona, José Rodríguez Iturbe, es un opuso). Todo bajo la mirada complacida del Imperio y la de Rómulo Betancourt, luego de 1958. De allí procede el torrente principal de la oposición venezolana. Y también del centro comercial, de la empresa privada y de los medios. Entre todos crearon una clase media descerebrada, ignorante, que acepta sin pestañear que los bombillos ahorradores contienen un micrófono para que Fidel escuche sus interesantísimas conversaciones.
No hay, pues, cambio alguno. Siguen con el atajo violento, el golpismo franquista de 1936 contra un gobierno elegido por el pueblo español, de las Cruzadas contra los sarracenos. Qué manía de fracasar.