Eduardo Galeano ha declarado que le sorprende la facilidad con que los dirigentes soviéticos se reciclaron como empresarios capitalistas.
Cada vez que visita a Venezuela debe sorprenderle ver cómo los otrora aguerridos dirigentes de izquierda saltaron la talanquera y ahora son tan enardecidos como antes, pero en la derecha.
El tema es viejo, pero cada día ofrece nuevos flancos para la reflexión. Uno que es patente es que aquellas convicciones no eran tan sólidas como parecían. Pero ¿por qué parecían tan sólidas? ¿Por qué vociferaban tanto? Cualquier sicólogo dirá que es rasgo de carácter de cierta gente asumir sus ideas con vehemencia, el comunismo, la religión, los ovnis, los toros, los espaguetis alla vongole. Cuando cambian de persuasión conservan la furia, porque están más pendientes de las ideas contrarias que de las propias, eso explica una parte de la facilidad con que ahorcan los hábitos.
Pero hay algo más que está mal en la izquierda: su carácter religioso. Más allá de la mera sensatez de promover la justicia entre los seres humanos, hay fe, juramento, mística, pathos, éxtasis, liturgia y por ahí dejamos una puerta abierta a la mera práctica ritual de los principios, su carácter puramente declarativo. En lugar de mirar las acciones miramos los ademanes y a veces, más grave aún, nuestros propios aspavientos.
Por esa puerta se cuelan los fariseos, los que arruinan las revoluciones, los adecos de boina roja, los stalinistas. Es fácil: te pones una camiseta y una boina rojas, vociferas ciertas consignas y zuas, ya eres revolucionario. No pierdes el tiempo en cumplir bien tus tareas, enfrentar las dificultades, estudiar, aprender, reflexionar, correr riesgos, gozar la vida. Ah, porque el fariseísmo hace como Tartufo: chupa hostias para encubrir sus infamias. Me he visto obligado a convivir con gente así y he sobrevivido. Casi todos están hoy están en la ultraderecha.
Las liturgias cumplen un papel formidable en la movilización, pero no debemos confiarnos de ellas, pues son como los esteroides, que dan musculatura a un precio altísimo en salud. Ahí tienes a Florence Griffith Joiner. En nuestra analogía hallamos a ese montón de antiguos fornidos atletas de la izquierda hoy trabajando sabroso para el Imperialismo. ¿Verdad que eran los primeros en las marchas? ¿Verdad que eran los más ásperos en el reproche ante las «debilidades»? Te ponías una blusa bonita y te ponían morada a recriminaciones de burguesa, pequeño burguesa, traidora, agente de la CIA y demás. Míralos ahora.
Es fácil detectarlos, sin embargo, porque son siempre los más exaltados y viven dando lecciones de revolución a todo el mundo. Apenas te halles ante uno así, examina su comportamiento. Hay un personaje de la novela 1984, de George Orwell, que decía: «Cumple las reglas pequeñas para infringir las grandes». Así son.
Mientras no corrijamos esto seguiremos a la merced de cualquier fariseo.