Cadáver insepulto llamó Betancourt a Jòvito Villalba. Fue la respuesta del ex presidente a declaraciones críticas del margariteño contra uno de los gobiernos adecos. Para el momento, el segundo de los nombrados, como el mismo que le calificó, más que cargados de años, estaban pasados de moda.
Pompeyo, el legendario “Santos Yorme”, de la etapa clandestina bajo el gobierno de Pérez Jiménez y Luis Miquilena, el otrora conductor de los organizados y combativos autobuseros de Caracas, son dos cadáveres insepultos. Los dos tipos, de rigidez cadavérica, como zoombies salidos de una atmósfera viscosa, oscura y maloliente, andan aún marchando como siguiendo un impulso inercial. Se bambolean dando la impresión que de un momento a otro rodarán por el suelo. Transportan una caja mortuoria de dos puestos y de mala muerte, recubierta de una tela negra, barata, decorada con chapas plateadas y distribuidas sin orden ni concierto. Barras y estrellas complementan la decoración necrofìlica.
La escena es triste y melancólica. Y lo es porque ambos, no acaban de entender que, para decirlo en lenguaje tanguero, su cuarto de hora hace ratos se acabó, las pilas se secaron. Y este lamentable estado de postración política no es por razones de edad.
Y es tanto así que, en los tiempos de la llamada Coordinadora Democrática, encontré a Pompeyo en uno de los agradables sitios dispersos a lo largo de la vía hacia la Colonia Tovar, diciendo a un grupo que como embelesado le escuchaba, “lo importante es mantener la unidad”. Comenté a quien me acompañaba, a este tipo se le fueron los tiempos y lo lamenté, bastante que admiré al ex dirigente ex comunista. Y fue válido el comentario porque repetía el discurso que condujo a la unidad del 23 de enero de 1958.
Y recordé como, creo que al año siguiente, Pompeyo al presentar el informe del primer Congreso del PCV, después de caída la dictadura, en el viejo Palacio de los Deportes, de la Avenida San martín, planteó de manera critica que la unidad asumida en aquella oportunidad, le faltó una pata. Y ésta, estaba implícita en la interrogante ¿unidad para qué y con quién? Por supuesto, el utilizó otras palabras, difícil de recordar por el paso del tiempo. La interrogante se fundamentó en los resultados posteriores a la caída de la dictadura que condujeron al Pacto de Punto Fijo y al secuestro de las conquistas populares.
Quizàs por la agradable temperatura de la Colonia Tovar y porque conmigo no hablaba, no quise recordarle a Pompeyo aquella circunstancia. ¿Cómo explicar la unidad de Pompeyo con la derecha más recalcitrante de Venezuela para tumbar a Chávez? Sólo hay una forma, que Pompeyo es un cadáver insepulto. Y le menciono, porque hoy en “Ultimas Noticias”, en su artículo semanal, expresa las mismas ideas del New York Times y toda la extrema derecha venezolana, que las propuestas de reforma persiguen distraer la opinión por el asunto de la maleta y la obsesión de Chávez de eternizarse en el poder y, llega al extremo, de llamar a la movilización para “impedir semejantes disparates”, que harán de la Constitución “un mamotreto con el apellido socialista”. Aquí encontramos la confesión del renegado frente al modelo socialista, por el que creíamos que habìa luchado.
¿Y Miquilena? No es necesario irse muy atrás. Gozó del respaldo y aprecio casi filial del presidente y, como es conocido, esa circunstancia la utilizó para incrementar sus haberes. La data de la huída del viejo sindicalista del movimiento revolucionario es muy antigua. Se produjo por allá por los años cuarenta. Coincide con Chávez en la búsqueda de algo y alguien que lo volviesen a insertar al poder con fines mercantiles. Antes ya había hechos varios intentos. La historia es conocida, sus planes se frustraron. Y por esto, en Abril del 2002, se plegó al golpe. Ahora reaparece para entonar la misma canción que cantan Pompeyo, Teodoro, las agencias gringas, los medios cuyos dueños han perdido ventajosas oportunidades y toda la anquilosada dirigencia política que sueña con deshacerse de Chávez.
Déjenlos continuar su mortuoria marcha, cargando su propia caja de cuatro lochas y acompañados de los infaltables potenciales cargadores que generosamente esperan turno y unos pocos borrachitos. La godarria, si acaso, en sus propios medios, pondrá unas notas luctuosas.
Por ahora insepultos son, pero cadáveres al fin y no por los años cumplidos.
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