Los señores políticos capitalistas se exponen como cabezas de turco para recibir el desprecio que merece la burguesía a la que sirven. Ese papelón es mezquinamente amortizado con acceso a la corrupción y a la impunidad.
Claro, solo personas con suficiente capacidad para la desvergüenza pueden cumplir ese papelón sin quebrarse emocionalmente. Cierto darwinismo social produce una selección de los más aptos, es decir, los que tienen el estómago más duro. Solo gente de gran reciedumbre puede exhibir en público su desfachatez sin importarle los cuchicheos y las risitas, cuando no el repudio explícito. Para no detenerme en los que cargan con crímenes y hasta con genocidios.
Créeme que los envidio, porque son capaces de hablar con prepotencia luego de haber arruinado su país, por ejemplo. Economistas que tenían el barril de petróleo a $ 7 y la producción bajando en 9% y la inflación en 103%, ahora dan lecciones al gobierno que puso esas cifras en niveles más que aceptables. Ah malhaya una cara así de dura. Debe ser hasta sabroso, a juzgar por su encarnizamiento.
Uno oye hablar del sadomasoquismo y no lo cree hasta que ve a estos políticos. Porque amén de sadismo para arruinar y a menudo masacrar a millones de congéneres, también tienen su dosis de masoquismo para disfrutar, supongo, las peores y más merecidas invectivas. Redoblan entonces las injurias. Parece que las acusaciones excitan a estos sicópatas a portarse con más histeria.
Los únicos descalabros económicos en este gobierno han sido los causados por la oposición durante el golpe de abril de 2002 y el paro patronal y sabotaje petrolero de 2002 y 2003. Desde entonces la economía no hace sino crecer, ininterrumpidamente. Y no la economía petrolera solamente, como se podría pensar, sino sobre todo la privada. Pues bien, los culpables notorios de aquella ruina no solo se pavonean arrogantes sino que insisten en la misma conducta, que no les da los resultados esperados porque afortunadamente son imbéciles, como con razón los llama Francisco Rivero.
Dígame los que cumplen como perritos falderos todo lo que les ordena una embajada.
En fin, son unos desvergonzados radicales, pero me pregunto qué son los que se disfrazan de revolucionarios.
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