Una de las grandes responsabilidades que tienen asignadas las personas que ejercen liderazgo dentro de la sociedad es precisamente el sentido de la orientación y ser facilitadores del cambio y la transformación. Quien tiene poder y autoridad debe saber combinar ambos, que lo hagan aparecer como el guía, el maestro, el que desencadena las fuerzas de la motivación y el entusiasmo por querer hacer y cambiar las cosas.
El líder debe despertar pasiones por las masas y no quedarse encerrado entre cuatro paredes para solo manipular la conciencia de un colectivo a través del falso mensaje. De allí que es importante la coherencia, la rectitud y la visión amplia para no quedarse solamente en el masticar de hostias. Jesús de Nazareth, por ejemplo, fue sin duda un auténtico líder y verdadero revolucionario, que habló a las masas, inclusive al Sanedrín (especie de Conferencia Episcopal), de la necesidad de emprender acciones de solidaridad, de lucha por un sistema político social de igualdad, basado en la filosofía del amor al prójimo.
No obstante, a pesar que las masas y verdaderos religiosos del amor de Dios y la solidaridad humana creyeron en el proyecto cristiano, otros sectores se aliaron con el imperio romano y dieron al traste con las ideas del Nazareno; más bien en conspiración y aliados con los gobernantes romanos persiguieron, calumniaron, humillaron y crucificaron a Cristo. Respecto a esto la Iglesia Católica , apostólica y romana, conjuntamente con todas sus filiales a nivel mundial debe retomar esa discusión sobre el verdadero legado de Cristo, quien luchó por una sociedad menos hipócrita y más solidaria.
Ahora bien, aprovechando que ha culminado la Semana Santa , la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), brazo político de la extrema derecha venezolana debería retomar ese debate sobre las verdaderas enseñanzas de Jesús de Nazareth. Él no luchó a favor del imperio, ni mucho menos a favor de las necesidades lujuriosas de Herodes o Poncio Pilatos, ni de los pillos y ladrones, sino que lucho a favor de los pobres, de los excluidos y de las mujeres humilladas.
Creo haber escuchado hablar en varias oportunidades al Presidente Hugo Chávez del carácter revolucionario de Cristo y la necesidad de reimpulsar su legado para hacer la revolución en la tierra y no en las nubes, como quiere la denominada Conferencia. De allí el rol del líder: ver y hacer entender la realidad y no falsearla. Los integrantes de esa institución religiosa deben comprender que han ido perdiendo esa capacidad de manipular la conciencia de los venezolanos. Aunque tienen seguidores de su filosofía política, también están los que rechazamos su visión de país y sus acostumbrados partes de guerra, recogidos en los “documentos de la Conferencia Episcopal”.
Necesitamos una Iglesia Católica revolucionaria que luche a favor de la transformación. Si se opone, siempre encontrara la voz de los vivos y en el silencio el malestar de almas que le dirán: están equivocados, señores conferencistas.
(*)Politólogo
eduardojm51@yahoo.es