La Segunda Comunicación de Venezuela sobre el Calentamiento Global, presentada ante la ONU en Enero 2018, se refiere a la situación del país en el año 2010. Estima en 60 millones de toneladas las emisiones de CO2 por la deforestación de 164.000 hectáreas ese año, y en 90 millones de toneladas la absorción de CO2 por "los bosques que permanecen como tales". El sector cambio de usos de la tierra termina así presentando un balance positivo, con una absorción neta de 30 millones de toneladas de CO2. Desafortunadamente, no se incluye referencia documental, bibliográfica, experimental o investigativa alguna que justifique tales estimaciones.
Más del 90% de la cobertura forestal de Venezuela corresponde a bosques tropicales naturales : 46,5 millones de hectáreas en el 2010 (FAO FRA 2015). La biomasa contenida en estos bosques sólo puede estimarse en la actualidad, partiendo de estudios puntuales con limitada representatividad y de estimaciones similares en otros países de la región. Una estimación modesta sólo de la biomasa seca aérea (por encima de la superficie) sería 300 toneladas promedio por hectárea, para un total de 14.000 millones de toneladas. Al incluir otros componentes, como la biomasa subterránea (raíces) y la necro-masa, el total tiende a superar las 20.000 millones de toneladas de biomasa en los bosques naturales del país (20 Giga toneladas).
Aproximadamente el 50% del peso seco de la biomasa es carbono, por lo que una estimación modesta del stock de carbono en los bosques naturales del país es de aproximadamente 10.000 millones de toneladas (10 Giga-ton).
Los bosques tropicales almacenan en promedio 165 toneladas de carbono por hectárea en la biomasa aérea, casi el triple que los bosques templados (60 tC/ha) y casi el cuádruple que los bosques boreales (45 tC/ha).
A través de la fotosíntesis, los bosques absorben CO2 de la atmósfera, retienen el carbono y expulsan el oxígeno. Debido a sus correspondientes pesos moleculares, se requiere la absorción de 3,67 toneladas de CO2 para retener una (1) tonelada de carbono (Pesos moleculares: carbono: 12, oxígeno: 16, CO2: 44).
La estimación más confiable de la superficie deforestada en Venezuela en el 2010 es 164.000 hectáreas, tal y como lo establece la FAO como promedio anual durante el quinquenio 2011-2015 (FAO FRA 2015). Esta es la cifra utilizada en la Segunda Comunicación. Esto implica la emisión de aproximadamente 70 millones de toneladas de CO2 por concepto de deforestación en el 2010, tomando en consideración sólo la biomasa aérea y el hecho de que las tierras deforestadas frecuentemente han sido previamente intervenidas y degradadas. La deforestación también es fuente de otros gases de efecto invernadero, como metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), así como de emisiones adicionales de CO2 por los suelos expuestos a la radiación solar tras la eliminación de la cobertura forestal. Todas estas emisiones adicionales se excluyen de la Segunda Comunicación.
La Segunda Comunicación estima las emisiones de CO2 por concepto de deforestación en 60 millones de toneladas en el 2010, lo que implica un modesto promedio de 200 toneladas de biomasa por hectárea.
La Primera Comunicación de Venezuela sobre el Cambio Climático, fechada en el 2005 pero haciendo referencia a la situación de 1999, con una superficie forestal de 49 millones de hectáreas para entonces, estimaba la absorción en 14 millones de toneladas anuales de CO2. Sin embargo, según la Segunda Comunicación, para el 2010 la absorción se elevó inexplicablemente casi siete (7) veces, a 90 millones ton CO2, aunque en el mismo período se redujo la superficie forestal con la destrucción de 2,5 millones de hectáreas de bosques, a una tasa promedio de 260.000 ha/año (FAO, CEPAL, ITTO). No se presenta explicación alguna sobre esta gigantesca discrepancia, ni evidencia alguna que la sustente, ya sea estadística, bibliográfica, experimental o documental.
La absorción bruta de CO2 por los bosques del país a que se refiere la Segunda Comunicación (90 millones de toneladas) sería equivalente a la retención de 24,5 millones de toneladas de carbono, correspondiente a una minúscula variación en el stock de carbono de apenas 0,4%. Para detectar una variación de esta magnitud se requerirían tecnologías y equipamientos de medición tan sofisticados que aún no han sido desarrollados en ninguna parte del mundo. Quienes aleguen haber logrado esta fabulosa proeza merecen reconocimientos internacionales con los más altos honores. Sólo necesitan demostrarlo.
La realidad, sin embargo, luce bastante diferente. El stock estimado de carbono en la biomasa forestal del país, alrededor de 10.000 millones de toneladas, se encuentra en un equilibrio dinámico con la atmósfera, generando un intercambio permanente de moléculas de CO2, oxígeno y carbono que tiende a afectar el 10% del stock por año. El stock de carbono fluctúa permanentemente como consecuencia de este equilibrio dinámico con la atmósfera. Esta fluctuación permanente podría considerarse como un rango de error en la estimación del stock. Este rango de error es 28 veces superior a la variación del 0,4% que la Segunda Comunicación alega haber detectado, sin presentar evidencia alguna, para justificar la presunta absorción de 90 millones de toneladas de CO2 por los bosques del país en el año 2010.
Todas y cada una de las variables en estos cálculos, la superficie de bosques, el contenido promedio de biomasa por hectárea, la tasa de deforestación y el flujo dinámico entre bosques y atmósfera, presentan rangos de error muy superiores a la precisión con que se pretende medir la absorción de CO2 por los bosques del país.
Es evidente que la estimación de una absorción de 90 millones de toneladas de CO2 en el 2010 "por los bosques que permanecen como tales" es sólo una especulación carente de sustento lógico, estadístico, técnico o científico.
A pesar del carácter especulativo de esta afirmación, su inclusión en el balance de emisiones de gases de efecto invernadero en la Segunda Comunicación genera una distorsión tan pronunciada que presenta a Venezuela como un país excepcional-mente atrofiado. El balance de emisiones de CO2 del sector Cambio de Uso de la Tierra y Silvicultura terminaría siendo beneficioso para el país, con una absorción neta de 30 millones de toneladas de CO2 por año, a pesar de la evidente devastación a que han venido siendo sometidos sus bosques naturales durante décadas.
Según el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) en su informe del 2007, Assessment Report 4, las emisiones netas de CO2 por deforestación en el trópico eran equivalentes al 17% del total global, superiores a las de todos los automóviles, aviones, trenes y barcos en circulación a escala mundial. Por emisiones netas se entiende la diferencia entre las provenientes por deforestación y las secuestradas por el crecimiento secundario y las plantaciones.
En su más reciente informe, Assessment Report 5, 2014, capítulo 11, el IPCC reporta que los bosques de América Latina registraron un flujo neto de emisiones de CO2 de 1.500 millones de toneladas métricas por año como promedio durante el período 2000-2010, mientras que el balance neto para todos los bosques tropicales superó las 4.100 millones de toneladas métricas de CO2 (4,1 Giga-toneladas). El balance neto global se eleva a 5,4 Giga-toneladas anuales cuando se incluyen los bosques templados (IPCC AR5 WG3 Ch 11). Este informe sintetiza la literatura científica sobre la materia hasta la fecha de su publicación. Sus resultados han sido confirmados dentro de su margen de error por investigaciones posteriores (Seymour-Busch 2018 pg42).
Investigaciones recientes reiteran que los bosques naturales del neo-trópico, en particular los de la Amazonia y Orinoquia suramericana, son fuentes netas de CO2, en lugar de sumideros, aun excluyendo las emisiones por la degradación de bosques, una importante fuente adicional de CO2.
Recientemente se publicaron en la prestigiosa revista SCIENCE los resultados de un estudio multidisciplinario, tras 12 años de investigación por la Universidad de Boston, utilizando el satélite pan-tropical MODIS (Science 28 Sep 2017: eaam5962 DOI: 10.1126/ science. aam5962; http://science. sciencemag.org/content/early/ 2017/09/27/ science.aam5962). Se concluye que los bosques neo-tropicales son en realidad fuentes netas de emisiones de CO2 de al menos 1.560 millones de toneladas por año, superando las emisiones de todo el parque auto-motor de Estados Unidos. Estos resultados coinciden con los del IPCC Assessment Report 5, 2014.
Múltiples otras investigaciones conducen a resultados similares. Pan et al (2011) se refiere al balance entre emisiones de CO2 por deforestación y absorción por crecimiento secundario y plantaciones en el trópico durante el período 2000-2007; Baccini et al (2012) realiza una investigación similar durante el período 2000-2010 incluyendo emisiones por degradación de bosques; esta investigación fue repetida por Grace et al en el 2014. En promedio, las emisiones netas superan las 4 Giga-toneladas anuales (4.000 millones) cuando se excluyen las emisiones por degradación de bosques, y 7 Giga-toneladas cuando se incluyen.
Aproximadamente la mitad de las emisiones globales de CO2 permanecen en la atmósfera, incrementando su concentración y contribuyendo con el calentamiento global. La otra mitad es absorbida en partes aproximadamente iguales por el océano y por los biomas terrestres, fundamentalmente bosques y suelos. Sin embargo, esto no implica que cada hectárea de bosques cumple con esta función. Los bosques tropicales, en general, se encuentran sometidos a brutales procesos de destrucción que han venido variando entre 8 y 12 millones de hectáreas por año. Registran además intensos procesos de degradación principalmente por la explotación maderera, la agricultura de subsistencia y la minería ilegal. Mientras que los bosques templados, en general, aumentan en superficie y absorben significativas cantidades netas de CO2 de la atmósfera.
La creciente concentración de CO2 en la atmósfera produce un efecto conocido como fertilización por CO2: un incremento en la fijación de CO2 por la vegetación. Sin embargo, este efecto tiende a decaer con el tiempo, tendiendo hacia su estabilidad aunque la concentración continúe en aumento. Simultáneamente, el calentamiento global amenaza la frágil estabilidad de los bosques tropicales, particularmente por la alteración de los ciclos hidrológicos. La tendencia es hacia una reducción de la tasa de absorción de CO2 de la atmósfera, lo que a su vez aceleraría el calentamiento global.
El más reciente informe sobre bosques de la Declaración de Nueva York (New York Declaration on Forests – Assessment Report 2019), destaca que la deforestación en el trópico ha generado una emisión neta de 4.700 millones de toneladas anuales de dióxido de carbono en los últimos 5 años (2014-2018) superior a las emisiones anuales de toda la Unión Europea (NYDF Assessment 2019). La pérdida de bosques a escala mundial asciende a 26 millones de hectáreas anuales, mientras que los bosques tropicales están siendo destruidos a una tasa de 8,5 millones de hectáreas anuales (Science 342, 2013: 850–53)
Otro estudio publicado en la revista de la Academia de Ciencias de Estados Unidos (PNAS 1004875107), realizado por el Carnegie Institution for Science sobre 4,3 millones de hectáreas de bosques naturales de América Latina durante 10 años, concluye que las emisiones de CO2 por la degradación de bosques, por actividades como la explotación selectiva, son equivalentes al 47% de las provenientes de la deforestación, mientras que el crecimiento secundario compensó sólo el 18% de tales emisiones.
Presumir, sin evidencia alguna, sobre una presunta absorción neta de CO2 por el sector Cambio de Uso de la Tierra en Venezuela, sólo puede catalogarse como una especulación carente de fundamento alguno. Sería así una aventurada inconsistencia proceder de la siguiente manera:
Superficie global de bosques 2010: 4.000 millones ha (FAO 2015)
Bosques de Venezuela 2010: 46,5 millones ha – 1,16% del total global
Emisiones globales CO2, 2010: 34 Gton
Emisiones mitigadas por bosques 2010: 23% = 7,82 Gton (IPCC 2013)
Presunta mitigación por los bosques de Venezuela:
1,16% de 7,82 Gton = 90 millones ton CO2
Coincidentemente, la Segunda Comunicación especula sobre una presunta absorción de 90 millones de toneladas de CO2 por los bosques del país en el 2010.
En conclusión, una estimación razonable de las emisiones netas de CO2 por la deforestación en Venezuela (164.000 hectáreas anuales) es de 70 millones de toneladas. La mayor parte de la deforestación se debe a la expansión de la frontera agro-pecuaria, por lo que normalmente pierde de forma permanente su condición boscosa. Otras zonas son deforestadas por la actividad minera, la explotación forestal, la expansión de zonas pobladas o la construcción de infraestructura. La absorción de CO2 por el crecimiento secundario en sectores marginales de las zonas deforestadas y por plantaciones difícilmente compensa las emisiones por el acentuado proceso de degradación a que se encuentra sometida buena parte de los bosques remanentes del país y por las emisiones proveniente de suelos deforestados expuestos a la radiación solar.
La degradación de bosques es una variable excluida de la Segunda Comunicación, a pesar de su importante contribución a las emisiones de CO2 del sector forestal. En Venezuela un territorio boscoso puede perder hasta el 80% de su biomasa forestal sin que tal destrucción sea incluida en las estadísticas de deforestación o en las de emisiones de CO2. Sólo cuando la destrucción es extrema y la cobertura forestal se reduce a menos del 10% del territorio es que se contabiliza como área deforestada. De esta manera se encubre tanto una masiva degradación de la cobertura forestal del país como un significativo componente de las emisiones de CO2.
La administración forestal en Venezuela ha sido degradada a tal extremo que enormes territorios que hoy son potreros, pastizales y tierras de cultivo, bajo propiedad privada, continúan siendo incluidos en las estadísticas nacionales como bosques naturales propiedad de la nación. Ejemplos abundan, aunque los más vergonzosos son los relacionados con las reservas forestales del país.
En Venezuela, las figuras jurídicas de reserva forestal y lote boscoso se refieren a bosques delimitados para la explotación maderera con fines industriales. Más de 13 millones de hectáreas de majestuosas selvas tropicales fueron delimitadas para tal fin en la década de los 60, 10 reservas forestales (12 millones de hectáreas) y 17 lotes boscosos (1 millón de hectáreas). Cerca de 4 millones de hectáreas fueron entregadas a empresas privadas para la explotación sostenible, de acuerdo con directrices técnicas y jurídicas que garantizasen su permanencia como recurso natural propiedad de la nación y un flujo permanente de bienes y servicios. En teoría.
En la práctica, la dura realidad es un insulto a la nación y a la profesión forestal. Los majestuosos bosques entregados en concesión fueron explotados como si fuesen minas, literalmente saqueados para enriquecer a un minúsculo grupo de empresarios y políticos, con la complicidad de los burócratas gubernamentales de turno. El manejo forestal sostenible fue más un mito que una realidad.
Todas las reservas forestales y lotes boscosos explotados entre 1960 y el 2010 fueron sometidas a severos procesos de deforestación que desembocaron en la destrucción impune de sus selvas originales, la devastación de especies animales y vegetales, la pérdida de su potencial para la producción maderera, su conversión a la actividad agro-pecuaria y en la transformación de la propiedad de pública a privada. Literalmente un saqueo a la nación.
De la reserva forestal de Turén, en el estado Portuguesa, no queda nada, aunque originalmente fue una espectacular selva que se extendía sobre 116.000 hectáreas. Lo mismo ocurrió con el lote boscoso de San Francisco, en el estado Bolívar, donde 40.000 hectáreas de selvas tropicales fueron arrasadas. También ha desaparecido casi la totalidad de los lotes boscosos Río Tokuko, Río Aricuaiza, Río Tarra, Guaimaral, Río Caripe y Río Guanipa. Allí han desaparecido más de 300.000 hectáreas de bosques naturales, tierras boscosas decretadas como bosques permanentes para la explotación forestal.
Otras reservas forestales han perdido la mayor parte de sus bosques originales, como Caparo (180.000 ha), Ticoporo (270.000 ha), San Camilo (450.000 ha), Guarapiche (370.000 ha) y Río Tocuyo (48.000 ha), donde fueron destruidas, en menos de 50 años, más de un millón de hectáreas de sus majestuosas selvas originales. De estas reservas forestales sólo sobreviven reliquias boscosas, severamente intervenidas, con escasas posibilidades de sobrevivencia.
Sin embargo, a pesar de la espantosa destrucción a que han sido sometidos estos bosques, originalmente delimitados para la explotación sostenible de maderas, irónicamente continúan siendo contabilizados como bosques naturales con sus superficies originales en las estadísticas oficiales.
La destrucción del patrimonio forestal del país ha sido tan severo que, en la mitad norte del país, al norte del Orinoco, menos del 20% de la superficie se encuentra hoy cubierta por bosques, en su mayor parte severamente fraccionados, degradados e intervenidos, reliquias de lo que alguna vez fueron majestuosas selvas tropicales. Mientras que en la mitad sur del país, al sur del Orinoco, cerca del 80% de la superficie aún se encuentra cubierta por bosques.
La destrucción de los bosques naturales de Venezuela continúa a tasas alarmantes, más de 100.000 hectáreas por año. Continúa así la destrucción de la biodiversidad, una de los principales legados de generaciones futuras, la destrucción de fuentes de agua y la emisión de gigantescas cantidades de CO2 y otros gases de efecto invernadero. Las emisiones de CO2 por deforestación en el 2010 fueron 50% superiores a las provenientes de todo el parque auto motor del país ese mismo año (300.000 barriles diarios en gasolina y gasoil).
Detener la deforestación es una necesidad urgente, una prioridad para la seguridad nacional. La destrucción de bosques en Venezuela es una amenaza a su estabilidad ecológica, y por ende a la estabilidad económica y social del país. Con los bosques se pierde uno de los principales sustentos de un modelo de desarrollo efectivamente sostenible en el tiempo.
Urge una política claramente definida para detener y revertir este destructivo proceso a la mayor brevedad posible, en un período de tiempo no mayor a 10 años. Sólo se requiere un mínimo de consciencia ambiental y un mínimo de voluntad política.
Jc-centeno@outlook.com