Hace años que no escribo nada para publicar. Pero la convocatoria presidencial a la auto crítica y particularmente la pregunta, ¿dónde están las comunas? atrajo mi atención. He escuchado desde entonces muchas charlas y programas que hablan del tema, y debo confesar que aún no comprendo realmente qué son las comunas y mucho menos como construirlas o hacerlas.
No se muy bien si nadie ha explicado con precisión qué son esas comunas, o si mis neuronas ya están saturadas y no funcionan muy bien, lo cual es muy posible por supuesto. Pero lo que sí sé es que un tejido social da muestras crecientes de haber agotado sus posibilidades y como todo modelo agotado, que ya no resulta satisfactorio para la sensibilidad y nuevas necesidades de esa sociedad se está convirtiendo en insatisfacción, en sufrimiento mental, social.
Esto es algo colectivo, algo que siente toda la sociedad, algunos se alinean con el Presidente y su propuesta y otros lo hacen con la oposición. Además esa alineación es dinámica y no estática, porque muchos se desplazan de una propuesta a la otra. Por supuesto no me refiero a los que simplemente cuidan sus intereses personales, partidistas, sino a amigos o conocidos que he visto bastante desorientados y confundidos recorrer esos caminos de Dios.
Pero la sensación creciente de insatisfacción, de que algo no está funcionando como debiera es generalizada. Porque como sucede en amplios ciclos y con toda forma, hasta el modelo o la propuesta que fue nueva y maravillosa en su momento, termina degastándose, agotándose, envejeciéndose, marchitándose. Ya saben, eso de que toda forma nace, crece, se desarrolla, envejece y muere, incluso civilizaciones completas como testimonia la historia.
(Parece que no solo existe el llamado cansancio de lo materiales, sino también el de las civilizaciones, de las épocas y sociedades. Y cuando estos señores se cansan causan muchos problemas naturales, muchas alteraciones sico sociales)
Entonces si el modo en que nos relacionábamos y hacíamos las cosas, si nuestros hábitos y creencias, nuestra cultura en gran medida heredada, si un tejido social está muriendo, como parecen evidenciarlo los múltiples conflictos mundiales, es lógico suponer que surge la necesidad de renovar el tejido social completo, de crear nuevas formas de vida, nuevos modos de relacionarnos, de producir y de intercambiar bienes.
Creo que incluso los conflictos en las relaciones familiares, de pareja, amistades, etc., podrían ser enfocados y estudiados desde esta óptica, donde no hay buenos ni malos, no hay culpables sino relaciones colectivas desgastadas e insatisfactorias que es necesario primero reconocer como la raíz de nuestra problemática y luego corregir. Por supuesto es más fácil echarle la culpa a otros de lo que no funciona, pero lamentablemente no nos resuelve la problemática.
Sería un enfoque cuando menos interesante porque pondría en evidencia que tomar un bando, un partido u otro no nos resolvería nada. Y dada la polarización política y social que vivimos nos vendría muy bien reconocer que tal vez haya una dirección que nos puede permitir comprender y trascender, dejar atrás el conflicto y los culpables, poniéndonos en una perspctiva mental mucho más amplia, agradable y creativa que nos implica y requiere a todos sin exepción.
Porque si hablamos del agotamiento de un modelo ya insatisfactorio y de reconocer la necesidad de un nuevo tejido social que lo reemplace, la iniciativa se desplazaría a preguntarnos cómo se concible y crea intencionalmente, un tejido social que la mayoría dábamos como parte inamovible del paisaje. Debiéramos caer en cuenta que estamos hablando de traer a ser en el mundo, algo que en este momento no existe salvo tal vez en nuestras intenciones y deseos.
Luego de pensaro un poco o bastante, uno termina concluyendo que en realidad todo ha venido o lo hemos traido a ser en el mundo de todos los días, de las cosas, del mismo modo. Sintiendo su necesidad, concibiéndole formas y finalmente conductualizándolo, expresándolo. En verdad no se me ocurre, no conozco experimentalmente otro modo de crear nuevas formas de vida, otro modo de transformar la realidad.
Una vez que comienzas a modificar gradualmente tus hábitos conductuales, te conviertes en un ejemplo a imitar o evitar para aquellos que se sienten grata o ingratamente afectados por tu dirección de acción. Porque es obvio que no hay conductas o acciones que no afecten de algún modo tu entorno, que no provoquen un tipo u otro de respuetas, de reacciones.
Así pues parece que son nuestras conductas las que contagian o contaminan nuestros entornos inmediatos, nuestros ámbitos de expresión, las que generan y atraen reacciones. Hace poco justamente leí que la verdad de las personas no está en sus palabras, en lo que dicen ser, sino en sus hechos. Otro que siempre me gustó mucho dice, señor lo que usted es grita tan fuerte que no me permite escuchar lo que dice.
El presidente Chávez dejó muy en claro en su intervención que no era suficiente legislar sobre las comunas y además como democracia creciente a la que aspiramos no podemos imponer nada, debemos convencer, persuadir. Por supuesto que una nueva forma de vida no se puede imponer. Por el contrario ha de ser una experiencia que resuene en nuestra intimidad, que despierte sensaciones agradables, que genere deseos de repetirla, de imitarla.
Una forma de vida que no resulte superadora de todo lo anterior, nunca será deseable para un ser humano y solo podrá ser impuesta violenta, represivamente. Generando por supuesto reacciones proporcionales en quienes la sufren. Nuestra historia y nuestra actualidad son testimonio suficiente de lo dicho para quien estudie o simplemente atienda sin prejucios, sin que sus hábitos y creencias distorsionen su percepción.
Concluyo entonces que si deseamos o pretendemos ser protagonistas de una nueva e inexistente forma de vida, si pretendemos transformar la realidad, deberíamos comenzar precisando, haciéndonos plenamente concientes de lo que deseamos hacer y cómo hacerlo, o al menos intentarlo.
Si comprendemos que una nueva forma de vida no basta con legislarla ni se puede imponer, entonces nuestro móvil no ha de ser convencer a nadie, sino la gratificación directa que esas conductas nos producen al realizarla, es decir la acción satisfactoria es por sí misma ya el resultado. Esto resulta coherente si recordamos que partimos de la necesidad de renovar un tejido social agotado e insatisfactorio para la nueva sensibilidad social.
Si comprendemos que una nueva forma de vida, un nuevo tejido social, una nueva forma de relacionarnos no se refiere a cosas ni apéndices externos, sino simple y esencialmente a nuestras conductas y experincias inmediatas, cotidianas, entonces es de suponer que un ministerio de comunas ha de ser compuesto por gente sensible a esas experiencias, además de tener bien claro que se propone darle forma y expresar algo inexistente aún.
Si no podemos imponerle formas de vida a nadie, se me ocurre que habrá personas o seres más sensibles y dispuestos a esas propuestas y experiencias, en particular aunque no exclusivamente, la juventud que aún no tiene personalidad definida, anquilosada, que aún es dúctil y dispuesta a nuevos aprendizajes. Es necesario entonces dar ejemplo y estar atento a quienes resuenan o son afines a esos intercambios.
No me parece que sea algo que se pueda tener como forma estática para todo el mundo. Aunque si es algo realmente bueno, superador y deseable, seguramente se irá contagiando, abriendo camino, multiplicándose, leudando toda la masa como la levadura. Probablemente la gente sensible a esas experiencias podría completar su tendencia natural con estudios.
Podría perfectamente crearse una universidad experimental para tan novedoso y difuso tema, del mismo modo que consideramos necesario y apropiado hacerlo para formar la Policía Nacional Bolivariana. En ese sentido tenemos la afirmación del Comandante Fidel de que su mayor error fue creer que alguien sabía lo que era el socialismo. Pero se trata de inventar o errar y en temas tan nebulosos, sería bueno que todos recordáramos que el peor error es creer que sabemos.
Me despido con una frase de mi paisano Walter Martínez que encaja como anillo al dedo aquí, la tecnología se puede comprar, pero la experiencia es intrasferible. Aunque en ciertas circunstancias no sea imposible reproducirla, de otro modo no podríamos renovar conductualmente un tejido social agotado ni tampoco los niños aprenderían directamente las conductas o ejemplos de sus padres. En todo caso la experiencia como el arte jamás se repite, porque es creativa.
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