Nada nuevo hay que decir en relación con la organización política de los sectores sociales más deprimidos. ¿Partidos, Frentes, Coordinadoras, Colectivos, Consejos, otros?) Sea como problema o como necesidad (al fin y al cabo terminan siendo la misma cosa), la organización será la eterna compañera y la sublime preocupación de quienes se empeñan en arrancarle a la vida algún logro específico. No tiene el más mínimo sentido en Venezuela hoy, que quienes con un pensamiento y accionar distinto a la cultura política heredada de la todavía nada endeble práctica puntofijista, nos mantengamos en organizaciones como “fundaciones” o “asociaciones” que despolitizan la praxis de las emergentes “civitas” en las que nos movemos.
Lo que ocurre en las universidades es una advertencia que no puede estar desapercibida para quienes creemos en la profundización y repolitización del proceso que vivimos. Una Federación de Asociaciones (FAPUV) que evidentemente huérfana de argumentos gremiales, sindicales y extranjera de cualquier condición académica mantiene unas vacaciones como paro definido en indefinición, una FAPUV devenida en FAMUD, es la mayor expresión contemporánea de la distracción que se vive en el necesario debate sobre organización, pues allí, en ese mejunje, hay brebajes de “apoyo al proceso” que urgentemente debe ser revisado.
Si la organización llega a pensarse como instrumento para el sostenimiento de un orden caótico (expresión distinta al caos), los hombres y mujeres no alcanzarán su verdadera talla; podrán ser muy ordenados en sus actos, pero conspiran contra ellos mismos; si la organización es pensada como dinámica para la realización del caos en los términos utilizados por Marx en relación con la filosofía, entonces, tendrá que ser profundamente humana. El mayor logro, en todo caso, es otorgarle un sentido humano al orden o al caos como orden existente.
No hay ningún logro de nuestros adversos que no tengan que mirarse desde la óptica apreciativa de la organización. Los resultados, por más contrarios al género humano, estarán a la vista. Los triunfos que nuestros adversarios políticos “demuestran” en el campo mediático y en ámbitos como la escasez, la inseguridad (ambos conceptos(escasez e inseguridad)muy cargados en política de psicología social, usado y abusado para la disociación), hace imperativo la organización de quienes creemos en la posibilidad de la realización de una nueva realidad, construida a partir de quienes "no tienen derecho a vivir"; de quienes tienen decretada su nulificación, su desaparición parcial de un espacio mayor que no es otro que el género humano.
Así pues, debemos pensar la organización como una necesidad para la sobrevivencia del género; de la vida sobre este planeta. Debemos organizarnos para defender la vida sobre el planeta, sobre este único planeta, que poseemos, o que poseemos en algún grado bajo nuestras plantas. No sólo debemos organizarnos para salvar la vida sino para construirla en sentido genérico y permitirnos privilegios románticos, sensible, esplendorosos de poder contemplar realmente el firmamento o el cielo.
Como quiera que las fuerzas del orden caótico estén perfectamente conscientes de su papel en el mundo, intentan, por todas las vías mantenernos unidos en nuestras necesidades, menos en la necesidad de organizarnos. No darse cuenta de esto a estas alturas del proceso que vivimos es un suicidio. Cuando la organización surge, incluso espontáneamente, la misión de tales fuerzas es la de fracturarla, bien sea por la crítica, la fuerza bruta, la guerra de “cualquier generación”, terrorismo de Estado, de familia, etc.
Nos encontramos en una situación que va provocando suspicacias, recelos y distanciamiento, como que fuéramos enemigos. En vista de que las organizaciones que sustentan el orden caótico causan exitosas muestras, se nos pretende imponer un criterio de organización. Hemos llegado al extremo de que quienes destruyeron nuestra esperanza como producto del despilfarro de nuestros recursos y la liquidación o cuasi liquidación de nuestra condición humana, pretenden hoy decirnos cómo debemos organizarnos y cómo debemos actuar. En otras palabras, los fundamentadores del orden caótico se prestan a decirnos cómo debemos derrotarnos (¡!).
Se trata de cómo se vincula el pensamiento único en el campo de la organización. Así como funciona la idea, denunciada hace mucho tiempo por Marcuse, de la "conciencia feliz", en el sentido de que, en base a los hechos incluidos por supuesto la supremacía militar, hay que entender que ésta es la "última sociedad posible"; de igual forma, la última y única palabra, en términos de organización, es la que esgrimen nuestros enemigos.
Creo que, en tal sentido, sería obligante analizar expresiones como “desobediencia civil” y “sociedad civil”, porque si bien es cierto no nacen unidas al ejercicio del poder, es imprescindible medir su efecto orgánico ¿es la “desobediencia civil” otro organizado encanto del espontáneo actuar? ¿Es la “desobediencia civil” el receptáculo donde anidan, finalmente los últimos estertores de las fuerzas políticas tradicionales, incluyendo a ciertos sectores contestatarios? ¿Se trata de una experiencia más digna de ser vivida como una purificación del espíritu en un momento de crisis orgánica del sistema? O por el contrario, ¿se trata de una parte de un modelo organizativo mayúsculo, con miras a demostrarle a los sectores populares su capacidad de choques? .
Valoremos todo ello en una Venezuela que no tiene ni ha tenido en los últimos 14 años ninguna guerra vedada, sino evidenciada, descarada y con tangibles actores conocidos y reconocidos y pareciera que nada pasa, no ha valido partidos ni partiditos, grandes polos, ni consejos comunales ni nada. Nos hemos preguntado, debatido o discutido sistemáticamente sobre la y las organizaciones.
Todas estas inquietudes son válidas frente a la posición de resistencia. Prácticamente gobierno de resistencia, categoría que se ha desarrollado como cultura: la cultura de la resistencia. Por esta vía tenemos, resistencia en el trabajo, resistencia en la familia, resistencia escolar, resistencia en la sexualidad, resistencia clínica, en fin, resistencia de poder.
Es bueno señalar que si bien es cierto, la resistencia pueda promover cierta dosis o manifestación de heroicidad, no es menos cierto que puede generar una altísima expresión práctica de la estupidez política de quien la encarne. La resistencia tendrá sentido si ellas determinan un comportamiento que la supere, que convoque una acción que la liquide como tal. Y esto es, acabar con la impunidad, la arbitrariedad y el descaro del alto componente especulativo en todo lo que tiene que ver con los productos que los usuarios necesitamos para nuestra vida en sociedad. Cableras, automóviles, casas, electrodomésticos, etc son ejemplos a la cara de cualquier organización comprometida que se ha quedado en la cultura de la resistencia, no plantearse el debate aquí, insisto es un saludo cada vez más cercano a la despedida al experimento de mayor envergadura sociohistórica y sociopolítico que ha vivido nuestro país.
La organización requiere de un componente teórico ideológico profundamente que le permita su permanencia y su negación. La organización que necesitamos está obligada a permanecer fiel a su postulado fundamental de transformar la realidad, mediante una acción práctica que posibilite una revolución de orden cultural, un cambio de mentalidad enfrentando a la lógica de la mercancía y la posibilidad de quebrar el pensamiento único como tope de la "estandarización".
De igual manera, y más que esto, la organización y organizaciones que estamos obligados a crear y a desarrollar, deben estructurarse en base a criterios de plasticidad, de "soltura" que le permita presentarse como "grama" ante el ciclón, para poder alcanzar su condición gramática, de "Roble". Allí estaría su condición de negarse a cada instante. En este sentido, debemos entender su dialéctica, su vitalidad; para permanecer en la línea del combate diario hay que perseverar firmes al principio de teorizar en relación a él como posibilidad anticipada de desarrollo; es decir, entender que los cambios operados en la realidad inmediata por las fuerzas del orden caótico se producen por los efectos de la práctica política que desarrolla la organización. De la fuerza orgánica del trabajo por nosotros efectuado, nadie más que nosotros para plantearnos como "posibilidad anticipada", el cordón táctico cotidiano que viabilice, por un lado, la "puesta a tono" del adversario y, por el otro, el desdibujamiento de la finalidad inaugural de la organización.
Nuestro drama, el drama de nuestro pueblo es ese, no hemos sido capaces de organizar a los sectores populares, no sólo para esperar y aprovechar el momento oportuno; sino para liberar todas las fuerzas que la desatarían, para profundizar las terribles contradicciones sociales, orgánicas, que por falta de organización, de fuerza de “choque político”, aparece como simple epifenómeno.
Debemos pensar, en términos de interrogarnos hasta donde sería posible que el futuro nuestro, no está por venir sino que ya está siendo pero no hay que ser pesimistas, constatan que el futuro está siendo, lejos de convocarnos a la indiferencia de una activa-pasividad, es decir, de una actividad vehemente de aceptación, debe convocarnos a la inconformidad.
La inconformidad debe ser una condición permanente, me aterra que muchos(as) se estén convirtiendo en conformistas en nombre de la revolución, eso sería una disonancia, un oxímoron o un contrasentido, pero para ello necesario es la organización o el debate permanente sobre ella. El país lo exige y por allí anda el gran desafío como necesidad o problema en la disputa que viene.
Jefe del Departamento de Humanidades y Artes
Pedagógico de Maturín
marcanofernandez@gmail.com