En un encantador pueblo de Anzoátegui, nacen bellas mujeres, con excelente educación y lo que descubrí una mañana, súper simpáticas. Entendí ese día el porqué, un gran amigo nativo de Barcelona, graduado de abogado en la capital de la república, decidió residenciarse en Santa Ana al contraer nupcias con una dama del sitio. Mudarse al campo a temprana edad luego de una vida agitada en zonas metropolitanas, parecía incomprensible hasta el momento que me correspondió compartir al lado de la jovencita estudiante de odontología, que luego de vivir dos años en Barcelona manifiesta no adaptarse a la ciudad, el ambiente hogareño en la finca familiar conjuntamente con las cosas y la gente sencilla del pueblo le hacen falta. El papá, la define como rara, ella manifiesta que él es único. No la supervisa le hado extrema confianza, a lo mejor eso la hace cuidarse más. No podrá estar en casa día del padre, lo que no impedirá enviarle a su progenitor un reloj de marca, para que cada vez que mire la hora se recuerde de ella. La reina cumple años el 22 de junio, no estará en su casa, pero asegura que al llegar de vacaciones le pican una torta tal como si fuese el día de su fecha natal, a mí se me ocurrió ascenderla ya que en su casa la mamá le dice la princesa, pues el papa la deja dormir hasta la hora que quiera, a veces se despierta a las 2 de la tarde. Confiesa que por primera vez, a los 19 años pareciera estarse enamorando, lo deduce por el temblor que le da en el cuerpo al ver al muchacho. Les comentó el hecho a sus padres y ambos dijeron "te perdimos", siendo el papá quien lo tomó con mayor naturalidad dejando entrever que a esa edad podría ser algo pasajero. En especial conociendo su carácter, se declaró odiosa, diciéndome en medio del casual desayuno en un café con una sola mesa. Nunca pensé que aquella joven se sentara a mi lado, mucho menos entabláramos una conversación. Pero así fue. Cuando dijo ser antipática, me sorprendí ripostándole, dígame si fueses simpática. Entonces abrió los lindos ojos negros diciendo "hoy me agarraste de buena". Dichosos sus padres por tener una hija tan cordial, saludaba a todos los empleados y a muchos de los que llegaban. Dichosa la persona que pudo haber llamado su atención para un noviazgo. Dichoso los pacientes que al graduarse tendrán el placer de ser atendidos por ella. Dichosa su madrina por gozar diariamente de su compañía. Suerte la de su hermana al contar con la solidaridad característica de la reina, quien al regalarle un helado a dos niños les exigió lo compartieran. Suerte la de Santa Ana por tener la oportunidad de verla crecer en tan bella población. Nunca sabia el porqué estaba tanto tiempo sentado en ese café después de desayunar, era como si esperaba alguien. A veces una fuerte interior nos conduce sin saber, hacia momentos de alegría. Cuando se sentó a mi lado, sentí conocerla de toda la vida, atreviéndome a preguntarle de donde era. Intente adivinar, El Tigre o Anaco, respondió Santa Ana. Solo Dios sabe cuánto me hubiese gustado tener una hija como La Reina de Santa Ana.