- Amigo Juancho, a veces sucede que la vida que llevamos nosotros los árboles, no es tan fácil y a veces son más las angustias que los ratos de tranquilidad que vivimos en nuestra existencia vegetal.
Quien hablaba así era la mata de mango que tenía Juancho Marcano en su conuco y que había heredado de sus antepasados. Ahora al escucharla hablar en ese tono, el reportero que había llegado temprano al conuco para limpiar y recoger ciertos frutos, lo cual hizo, para luego descansar bajo la sombra fresca del árbol, se extrañó con este comentario y por eso, señaló:
- Amiga te entiendo, pues yo soy de la idea y lo he dicho otra veces, que de los seres vivos existentes en la tierra, los que más llevan las de perder, son los del reino vegetal, pues ni cantan, ni ladran, ni maúllan, para quejarse y por eso nadie sabe, a veces, cuando sufren ni cuando tienen sed, para que así los puedan ayudar.
Pero, dime, ¿por qué viene tu comentario inicial?
- Los hombres, y te excluyo, tienen la mala costumbre que no les gusta sembrar árboles, pero si le gusta talar, por eso hay que tenerle miedo a cualquiera que ande con un machete, pues sin causa, ni motivo, te caen a machetazos, y tú ahí inocente, sin saber por qué, sufriendo la furia del ser humano, que no termina de entender que nosotros necesitamos respeto y que tenemos también derecho a vivir tranquilo.
Juancho Marcano, sintió esas palabras como el mismo machete que le cortaba el árbol del aliento, sin embargo, aguantó el dolor, y siguió, hurgando: ¿Por qué lo dices?
- Porque por aquí mismo, en la Tacarigua de Margarita, en una montaña cerca, me dijeron que están talando los pardillos y nadie lo impide, como si no hubiera autoridad que le dé un parao a este crimen.
Al Periodista no le quedó más remedio que darle toda la razón a la mata de mango, de la cual se despidió y con su perro Pipo, se vino del conuco cabizbajo, triste y pensando en los crímenes que hacen a diario sus semejantes con los árboles.