Cuento o razón

¿De qué hablan una mata de mango, un perro y un periodista?

La Tacarigua de Margarita es un lienzo que el pincel de la madre naturaleza, lo pinto de diferentes tonos de verde. El pueblo está bonito, sin duda alguna. Las últimas lluvias le han dibujado una sonrisa verdosa a los cerros y la neblina en ciertas noches les coloca una corona blanca. Es placentero observar un paisaje así, donde el rastro de la sequía se ha borrado, por ahora.

El periodista Juancho Marcano y Pipo, desde abajo de la mata de mango, observaban extasiado el paisaje. "Es bonito, Juancho, cuando el chubasco visita al sembradío, puesto que éste no oculta su cara de alegría", comentó el perro. "Es verdad, Pipo, la lluvia y sobre todo la de aquí, que es la más bella del mundo, le trae muchos beneficios a esta tierra, no sólo porque las plantas realizan fiestas con sus vestidos nuevos pintados de verdes, sino que en agradecimiento a eso, florecen y producen frutas para el deleite no sólo de las aves, sino también de los hombres. De verdad que es extraordinario y maravilloso", apuntó el periodista.

La mata de mango que había estado escuchando en silencio la conversación de Juancho y Pipo, encontró el espacio indicado para opinar y así lo hizo: "Yo pienso que viendo toda esta contentura de mis hermanas las plantas, sería bueno pedirle al Niño Jesús que el año nuevo, los hombres tengan más conciencia y entiendan de una buena vez, que los árboles somos seres vivos y por tanto sentimos el dolor al igual que los humanos y los perros y por tanto deben respetarnos y no caernos sin piedad a machetazo limpio para asesinarnos sin necesidad y sin darle la importancia que tienen los árboles no sólo para el medio ambiente sino para los hombres"

El perro Pipo, al oír esto aplaudió y manifestó: "De acuerdo, amiga, pero así como ustedes pide respeto para las plantas, yo también voy a pedir respeto para mis hermanos de calle y domésticos, e incluso para todos los animales y sobre todo para los toros, en las corridas, porque también nosotros sentimos en carne propia los azotes que nos dan unos hombres degenerados que al parecer no tienen corazón, de esos que dicen querer a Dios, pero no quieren ni a los árboles ni a los perros, y eso que también somos hijos de Dios".

Ante esas claras opiniones el periodista no manifestó nada, aunque tuvo de acuerdo con sus amigos, y luego hombre y perro regresaron a casa.

NOTA IMPORTANTE: Esta columna se despide hasta enero. Feliz navidad y año nuevo.



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Emigdio Malaver

Margariteño. Economista y Comunicación Social. Ha colaborado con diferentes publicaciones venezolanas.

 emalaverg@gmail.com      @Malavermillo

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