Uno de los hechos más curiosos de la actual situación prelectoral en el país, es el transporte masivo en autobús, a lo ancho y largo del país, de mítines y marchas completas en respaldo, bien de una precandidatura de oposición, bien de los más destacados funcionarios del gobierno, incluido el Presidente de la República y el ancla del programa de televisión donde se "lanzan" las líneas más importantes a los militantes del partido en el poder mediante un mazo a lo Picapiedra. No hay actividad "de masas" para la cual no sea necesario usar un gran espacio para el estacionamiento de las unidades de transporte colectivo, algunas de ellas con todo y aire acondicionado, en las cuales los activistas, algunos con sus viandas y hasta viáticos asegurados, se trasladan a cualquier ciudad, Barquisimeto, Cumaná, Valera, Barinas o donde sea, para cantar consignas y slogans que tratan de darle "calor" a lo que debiera ser un desborde de entusiasmo "espontáneo". Por supuesto, esos grandes ánimos solo pueden constar en el correspondiente video o tiktok que se distribuye por las redes sociales, sobre todo Instagram, la red más utilizada en el país.
Ya sé que el traslado de militantes "pega gritos" no es nada nuevo. Lo novedoso es que antes, un "antes" que se pierde en la nostalgia, eso era parte de una emoción política masiva que hoy no existe. A esa emoción fenecida se debía también la existencia de un militante "pega afiche" que hacía su labor de colocar carteles y pintar murales (increíble, ¿no?) sin recibir un pago por el trabajo. Los autobuses se utilizaban para complementar las concentraciones que ya eran sustanciosas con los habitantes propios de cada lugar. Incluso cabe recordar esa extraña práctica de los ministros de Chávez, que consistía en movilizar, con los consabidos autobuses, activistas adscritos a cada una de las dependencias oficiales, para hacer un "Aló Presidente" masivo y lleno de adulancia apasionada hacia el Caudillo.
Los buses eran necesarios especialmente cuando se trataba de los actos llamados "centrales" o de "cierre", en la mayor avenida de la ciudad (por ejemplo, la Bolívar en Caracas o la Cedeño en Valencia). Por supuesto, que esas demostraciones de fuerza de calle se prestaban a esfuerzos sin precedentes de lograr una buena foto. Hasta los más chiquitos (léase los partidos de izquierda), hacían grandes esfuerzos para parecer más grandes de lo que eran, apelando al fervor militante.
Todavía hasta poco tiempo después de la muerte de Chávez, las concentraciones y las marchas políticas congregaban apasionamientos militantes. Por el lado del oficialismo, tuvo su pico en la manifestación pública de pesar cuando el fallecimiento del Comandante. En los tiempos heroicos de máxima movilización política, allá en la primera década de este siglo, las marchas de lado y lado, eran multitudinarias y bastante espontáneas. Hasta las convocatorias se hacían con el mínimo recurso del mensajito de texto. Recuerdo por ejemplo, la cantidad de gente congregada en las estaciones de llenado de gasolina en Yagua, Carabobo, cuando el paro petrolero de 2003. Por supuesto, las marchas de cientos de miles (se decía que eran millones; pero…bueno) de cada lado. Luego vinieron las guarimbas, la "descarga de arrechera" de 2013 y hasta el ensayo de insurrección popular en 2016 y 2017. Ni hablar de las concentraciones en las grandes avenidas encabezadas por el muchacho este… ¿Cómo era que se llamaba? Que se juramentó y todo…¡Caray! Ya la edad no me deja recordar…
Pero, indiscutiblemente, hubo una derrota, y de carácter histórico. No solo me refiero al fracaso de una estrategia insurreccional, con gobierno interino paralelo y todo, que prometía lo que se llamó un "mantra" (curiosidad: ¿por qué sustituyeron el ´termino "consigna" por la tan budista y oriental de "mantra"?): desplazamiento del usurpador, gobierno de transición, elecciones libres. Tampoco quiero dejar pasar por alto el terrible fracaso del gobierno en mantener la economía a flote, detener la inflación (que llegó a ser hiperinflación durante varios años), incluso reactivar la principal industria del país. Aquí una derrota total, de todo un país. Después de ella, las cosas no pueden seguir como han venido.
Signo de ese cambio es la actitud política actual del venezolano, cuyos síntomas se expresan, no solo en las encuestas, sino en otras cosas. Por un lado, un rechazo generalizado a los partidos políticos y a sus dirigentes. Hasta ahí, el ambiente se parece al de los 80 y 90, e indica una deslegitimación del gobierno, de la oposición y del Estado en general. Por otro lado, hubo durante los primeros meses de este año una cantidad importante de protestas y hasta marchas masivas de trabajadores, destacándose los maestros y maestras, exigiendo salarios dignos. Esas movilizaciones desbordaron la conducción de las dirigencias sindicales establecidas. Las oficialistas optaron por suscribir acuerdos vergonzosos con el gobierno. Pero la rabia y la indignación y hasta las ganas de protestar siguen ahí.
Esa rabia tal vez se expresa también en algunas encuestas en el crecimiento de una precandidata de oposición que ofrece llegar "hasta el final" sin que nadie, ni ella misma, logre explicar qué significa. Claro, no hay que pedirle a un simple slogan publicitario que resuma una estrategia completa, mucho menos un programa. Desde un punto de vista estrictamente publicitario, el slogan está bien: puede ser llenado con la imaginación de cada quien. Para unos, "hasta el final" es colgar por los testículos a ese montón abigarrado de políticos traidores, ladrones, mentirosos, etc. Para otros, "el final" es eso: "el final", la muerte quizás. En fin. Una reedición de la "descarga de la arrechera". El gobierno y la oposición moderada disfrutan con esos múltiples niveles de interpretación de la frase que ya superan los sentidos que los Padres de la Iglesia le atribuyen a las Sagradas Escrituras en una hermenéutica vertiginosa (Borges dixit).
Por otra parte, hay algunos que sueñan una reedición de 1989. Ya saben: unos reeditados 27 y 28 de febrero. Hay hasta quienes se sorprenden de que los venezolanos, viviendo como medio vivimos, no estuvieran a diario en la calle "formando peo". Se sorprenden desde Miami, claro, porque allá no tienen que trabajar sin parar en cualquiera de los precarios "emprendimientos" que se han ingeniado los venezolanos para poder medio sobrevivir y darle aunque sea una arepa a sus muchachos. Permanecer marchando y protestando sin el sustento ganado, no se puede, materialmente hablando. Tal vez por eso un sector de la población espera (o, más bien, esperanza) que efectivamente haya la posibilidad de unas elecciones en las cuales expresar su opinión.
Así están las cosas. Mientras tanto, un "resuelve" es montarse en el autobús y recibir un sánduche o una arepita por cada viaje a no se sabe dónde, para corear consignas y gritar en una desesperada muestra de entusiasmo, que sale en un tiktok, perdido tu grito y tu cara cansada en la multitud que hace una bulla para el candidato o la candidata.