“Eficiencia o Nada” y “Comuna o Nada”, palabras sabias, sentencias históricas, que con fuerza y precisión, nuestro Comandante Supremo Chávez, nos demandó el 20/10/2012, descrito en el tan debatido, Golpe de Timón. Sin lugar a dudas, esta compleja exigencia, se continúa expresando y vuelve a estar en el tapete, máxime cuando nuestro Presidente Maduro y algunos de sus Ministros, insistentemente, lo reivindican, para poder avanzar en la determinación de las tantas transformaciones económicas y sociales; resumidas en las cinco revoluciones en la revolución emergidas de nuestro sacudón.
La eficiencia, eficacia y efectividad, son términos interrelacionados y deben ser aclarados, con la precisión que cada uno de ellos lo exige. Máxime que el momento histórico que vivimos, lo amerita por la utilidad que su aplicación representa.
La EFICIENCIA es la relación de lo invertido con lo obtenido en un proceso productivo. Es sinónimo de productividad. Busca minimizar los usos de los recursos invertidos. Por ejemplo: la cantidad de horas-hombres; materias primas; unidades de energía entre otras, para lograr el efecto deseado en términos de ganancias; metas, objetivos y logros conseguidos. Se dice, que el sistema agrícola es eficiente energética-mente cuando, lo obtenido en términos de kilocalorías, logra el 100% de lo invertido. Cuando los objetivos, logros o efectos, se consiguen por encima de lo programado, el proceso productivo se considera EFICAZ. Se obtienen más del 100% de la energía invertida. Si este indicador, en la relación al espacio-tiempo (años, meses, días) mantiene su nivel de eficacia y se sostiene por encima de los logros o metas programadas; el proceso productivo se considera EFECTIVO. Un buen ejemplo serían los rendimientos en una zafra o cosecha de un cultivo, los cuales se mantienen y se logran sus rendimientos durante el período de tiempo específico.
Cualquier proceso productivo, debe ser eficiente, eficaz y efectivo. Allí entendemos se encierra la “eficiencia o nada”. Recordemos, la eficiencia se orienta en la utilización racional de los recursos utilizados. La eficacia en la capacidad de respuesta para obtener los objetivos. La efectividad implica también la capacidad de respuesta en obtener y mantener los logros en relación al espacio y tiempo.
Los criterios anteriormente diferenciados, además de corresponderse con cualquier andamiaje productivo y dado el proceso de ecologización que nuestra sociedad exige, y hoy día, más matizados por los cambios climáticos y las tensiones socio-ambientales, surge la necesidad de iniciar la aplicación del concepto de “Eco-eficiencia”. Emergió en 1992, en Río de Janeiro, al calor de los debates en la Cumbre Mundial de Desarrollo Sustentable y fue coptado, por el Consejo Mundial de Negocios para el Desarrollo Sustentable. Teniendo claramente su orientación mercantilista-especulativa de negocios, en el concepto, de crear más bienes y servicios utilizando menos recursos y creando menos basura y soluciones. Sin embargo han aparecido otras publicaciones y textos, los cuales han orientado el concepto de “eco-eficiencia” a una dimensión más humana y social, integrando los usos eficientes de materia prima, agua, energía, suelo, la fuerza del trabajo y otras categorías en todo proceso productivo.
Se nos exige como reto inmediato, iniciar un proceso de definición de indicadores para las eco-eficiencias que vienen emergiendo, el cual parta de nuestra propia realidad o por lo menos de las dimensiones que ha definido nuestro Presidente Maduro y sus Ministros; las precisamos: la económica; social; espiritual y material. En ese sentido y lo expresamos para su consideración, debate y mejoría, el concepto de “eco-eficiencia” debe partir de la aplicación y cumplimiento de la ley del menor esfuerzo, utilizada por nuestras civilizaciones ancestrales y se valora como el poco o mínimo esfuerzo humano invertido, haciendo el menor uso de nuestros recursos naturales y obteniendo el mayor número de beneficios sociales para nuestra comunidad, preservando el ambiente y su acervo cultural implícito.
Son múltiples las áreas del saber ambiental y ecológico que se han de integrar a tal definición u otras por crear. Para nuestros propósitos inmediatos, como lo son: generar el mayor número de acciones, para mitigar y adaptarnos a las extraordinarias improntas que nos someterán los cambios climáticos, en las cinco revoluciones en revolución, es de menester para el recién creado Ministerio de Vivienda, Hábitat y Ecosocialismo, iniciar aceleradamente un proceso de alfabetización y aplicación de indicadores para la “eco-eficiencia o nada” y sus procesos de articulación en las siguientes áreas de acción: agricultura, energía, informática, transporte, turismo, vivienda, salud y urbana. Áreas que ya tienen en sus consideraciones-acciones (Núñez, 2014) para los procesos de mitigación, en el control de las eco-tecnologías y en la adaptación, entre los distintos y nuevos sistemas eco-productivos, que obligatoriamente debemos de crear y consolidar.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
Núñez, M. A. (2014). El Pueblo y los Cambios Climáticos. En línea: en ALAI. http://alainet.org/active/75922. América Latina en Movimiento.