Para nadie es un secreto que la venta de medicamentos es uno de los más grandes negocios existentes en el mundo, el cual da ingentes ganancias a las empresas transnacionales dedicadas a esta actividad. Tampoco es un secreto que la medicina occidental, pero sobretodo la terapéutica, se encuentra decisivamente determinada por los intereses de este poderoso sector productivo. Nuestra terapéutica está fundamentalmente basada en la administración de medicamentos, a pesar de la existencia de una gran variedad de otro tipo de medidas terapéuticas, muchas de las cuales han demostrado su efectividad incluso en el mundo occidental donde nos desempeñamos.
Con pocas excepciones, los fármacos no eliminan las enfermedades sino que las hacen soportables para el enfermo y menos nocivas para el funcionamiento del organismo en el largo plazo. Aún en el caso de los antibióticos y los antiparasitarios, fármacos capaces de producir o facilitar la destrucción de bacterias y parásitos y, por lo tanto, de reestablecer la salud en los pacientes tratados, las enfermedades correspondientes no desaparecen, sino que permanecen indefinidamente en otros pacientes, quienes requerirán de los fármacos específicos para quedar libres de ellas. Podemos afirmar entonces que los quimioterápicos curan a los pacientes, mas no hacen desaparecer a la enfermedad.
Las vacunas, en cambio, no sólo previenen la ocurrencia de enfermedades infecciosas, mediante la protección inmunológica de los sujetos susceptibles, sino que terminan por erradicar la enfermedad de la faz de La Tierra, al romper el ciclo natural que mantiene la existencia de dichas enfermedades. De esa manera se erradicó la viruela y sería posible la eliminación del tétanos, sarampión y muchas otras, incluso parasitarias como el paludismo.
Para los laboratorios farmacéuticos, cuyas ganancias provienen del tratamiento de enfermos, el negocio reside en la fabricación de drogas que alivien o sanen a los pacientes, sin afectar la existencia de la enfermedad. Esto hace que se interesen más en el desarrollo de nuevas drogas que en el de nuevas vacunas. Y esto es precisamente lo que ocurre. He aquí un claro ejemplo de cómo los intereses capitalistas son opuestos a los de los seres humanos.