Algunos rasgos Epistemológicos de las ciencias de la modernidad

La agrupación Buena Fe, en su canción todos nacimos ángeles, entona dentro de su letra que todo lo que nace torcido, la ciencia lo endereza, una de esas raras asociaciones de ideas que se asocian desde una lógica o una supralógica, de una organización sistemática de los procesos mentales, direccionados por el positivismo de Comte, que afirmaba que el verdadero conocimiento es el que proporciona las ciencias y que rechazaba, consecuentemente, todo conocimiento que no proviniera, de hechos comprobables y medibles, especialmente los formados por elaboraciones metafísicas.

A pesar, de no creer en elaboraciones metafísicas, el espíritu del positivo, se pasea como un fantasma que asusta a los científicos, haciéndolos temblar cuando miran hacia otro lado, provocando que su conocimiento, sea la ostia que suministra las ciencias en un método exacto que permite dar explicaciones de todos los fenómenos estudiados, que saben señalar las únicas causas, que centraliza su atención en aquellos hechos que se repiten causiguales, para que a través de ellos se puedan construir una serie de leyes invariantes, acompañadas de un repertorio fluido de conceptualizaciones.

Todas estas conceptualizaciones y teorías, se tienen que apegar a reglas extrañas de sistemas particulares que se hacen llamar proposiciones universales, en un universo donde la ignorancia es infinita, haciendo distante que podamos llegar al conocimiento del todo, en cualquier acontecimiento. En esa universalidad que nos han presentado, existen proposiciones que abarcan un buen numero de hechos que se le denomina, totalidad de las cosas, usadas para tratar de comprender como una línea limítrofe que entra en ella y que queda fuera de ella, como una especie de dispositivo de seguridad de librarse de caer en error o finalmente, para facilitar con ellas el estudio de lo que abarca y su conservación en la memoria.

En el caso particular de la memoria, se hace propicio recordar, porque los pensadores de la antigüedad llamaban reglas, a todos aquellos instrumentos, por los cuales se creía haber llegado a la comprobación de una verdad, a sabiendas que se haya errado en su medición y composición, como el compás y las balanzas. Los libros que compendiaban todos los estudios, se les denominaba también reglas, puesto que se consideran pequeñas experiencias, de un número de cosas, que servirían de base para pasar a un número más elevado; pero que aprendiéndolas y conservándolas en la memoria, aunque pequeñas en número, permitirían avanzar a otras de número mayor.

En ese avance aparece la lógica, que tiene la tarea titánica de rectificar el entendimiento, será que es torcido el camino del entendimiento, que la lógica lo rectifica, continua además enunciando la lógica, que es la encargada de guiar por el acierto y darle la seguridad de la verdad, si está tan segura ¿por qué? le teme al error, será que no se ha dado cuenta que la seguridad de esos postulados, principios, fundamentos y teorías, son también un producto del error, que el error es una expansión de lo concebido, otro porvenir en el horizonte. Se proyectan un conjunto de reglas que supuestamente aquilatan la verdad, será que el espíritu libertario, que está instalado en cada uno de los seres humanos, hace caso omiso a aquilatamiento, cuando emprende sus procesos mentales y sus propios juicios. Con esto se busca la continuación de una hegemonía, como diría Foucault, existen detrás de estos blindajes, micropoderes, en esa lógica que nos han hecho entender, procedimientos ordenados de forma sistemática, juicios casi innatos grabados en el alma, como si se hubiesen grabados en sus genes.

Es una posesión, que se instalo en ese proceso de producción de conocimiento, un trazo marcado, que señala el camino mesiánico para salir de la ignorancia, al precio de que ese espíritu libertario creativo, quede encarcelado bajo lingotes de la verdad. Se coarta todo curso espontáneo de las ideas, en donde estas puedan correr sin sujeción a ley alguna, ni dirigiéndose a la meta a que aspira por cualquier camino que le ocurra de improviso, ni adoptando cualesquiera métodos, es la tiranía de las ciencias haciendo sentir su poder. Se han de conocer los medios, porque a través de ellos, se procede a separar todas aquellas voces que puedan contradecir y confundir al investigador, hacer de este una maquina de certeza, no se puede dudar, es una señal de debilidad y lo menos que proyectan las ciencias, son debilidades. La crítica que florece, se presta para que el investigador se vuelva a colocar en los rieles de la certeza, que reconozca su salida y corrija su mal paso.

El andar de los científicos es fuerte y solido, al menos es lo que proyectan las ciencias, que su fin último, es lograr que le certifiquen su verdad, cargada de certeza y en consonancia, con un conjunto de teorías. No se puede dar la impresión de quedar perplejos ante cualquier opinión, sin saber cuál de ellas es verdadera y cuál es falsa, un pensamiento simplificable, que no amplia su visión de que la contradicción no es su opuesto, sino su sustento, ese otro reflejo del espejo. Que existe una razón sobre la que se han fundado, que se prohíbe el azar, todo debe tener su conocimiento de causa y su seguridad. Las interpretaciones de los objetos, son la orden del día, el sujeto, es el personaje ausente de la historia, es el director de la película, pero dona sus créditos a favor de la causa científica. Se dice que el puente a través del cual se tiene contacto con la realidad, es el lenguaje, sin aclarar, siempre y cuando se manejen los mismos códigos de diagramación, de esa realidad que ha sido ordenada holográficamente, la cual siempre que les sea posible, procuran cambiarlas deliberadamente para intentar descubrir en qué medida sus hipótesis se adecuan a los hechos.

 

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Adrian Ávila

Profesor universitario

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