Muchos se preguntan qué es la inteligencia, difícil establecer un criterio uniforme, y menos al querer responder sobre la Inteligencia Artificial (IA). Para tratar de comprender el mundo en el cual ingresamos con la mística y la cuántica como siamesas, se crea la nueva disciplina a mediados del siglo XX, desde la cual los físicos, rebasando a los clásicos, sin dejar de sorprenderse ante los retos que les aguardan lidian con la mecánica, en una especie de peregrinación al mundo de lo infinitesimal, tratando de entender cómo conocer a profundidad las partículas y sus comportamientos cuánticos, es decir vibraciones y ondas, revolucionando desde las ciencias exactas y las humanas las miradas desde la conciencia del observador, creador de paradigmas y enfoques que desde los métodos permitiera llegar a los senderos y de ahí a las explicaciones plausibles del universo donde Occidente vuelva a apoyarse en el Oriente milenario, donde las cosas empezaron a ser observadas por el propio sujeto, al observarse a sí mismo, hipótesis y teorizaciones que en las universidades de Europa y los Estados Unidos, dieron los saltos cualitativos rebasando al positivismo y sus objetivaciones, descontando la intuición, la percepción, el largo aliento acumulado desde los ancianos maestros guías de generaciones de colosos de los conocimientos y la sabiduría.
Con este breviario en el desarrollo logrado por la humanidad para alcanzar el punto de inflexión mediate avances sostenidos, apoyados en las computadoras ahora cuánticas, de máquinas que ya poseen habilidades, que se comunican y aprenden, estando cada vez más presentes y al día. La era de los robots que se están encargando de sustituir a los humanos en las tareas y los trabajos y oficios que en un momento fueron exclusivos del hombre y en el que comenzó a participar también la mujer, dentro y fuera del hogar. La IA está compitiendo con la inteligencia natural humana, y ya es mucho la ventaja que nos llevan, han rebasado a sus propios creadores. Son máquinas que piensan¸ que se manejan con los datos de que disponen a gran escala, automatizadas y con autonomía. Cada vez se producen con mayores capacidades, perciben, procesan imágenes, escritura, voz; aprenden con inputs, y deciden sin que tenga que intervenir el ser humano. La IA está aquí y a pasos agigantados se democratizan y vislumbran una nueva relación mucho más cercana a la perfección que los humanos anhelan, y al no tratarse ya de entes externos, hay biotecnología al servicio de la síntesis y fusión, integrando las interfaces sinápticas y los circuitos en cerebroordenador computacional neuromórfico.
Con solo pensar en algo será suficiente para que las cosas se realicen a velocidades inimaginables, y ya no requeriremos de comandos o teclas o marcar números en el móvil, la comunicación casi será telepática, integrando directamente el hardware al cerebro. Qué impedirá hacer milagros con tales capacidades, si que requieran de esfuerzo físico, ni emocional, pues ambo hemisferios cerebrales se activarán a su máxima capacidad en poco tiempo, lo que sin duda debería servir para darle u vuelco total a todos los males que nos han aquejado y hemos padecido por mentalidades retrógradas de entidades de bajas resonancias vibratorias, atrapadas en dimensiones planas. Apenas asomamos ideas que se proyectan desde el espíritu de los nuevos tiempos en la era que abre sus portales interdimensionales, para lograr ya no objetivos, puesto que la capacidad de solventar la existencia planetaria, revirtiendo los daños ocasionado en los últimos siglos, será pan comido, sin dilemas, sin conflictos, sin dogmas, deteniendo las hecatombes que se han estado anunciando por los textos escritos por falsos augures, que insisten en mantenernos en la ignorancia, y las mismas condiciones en las cuales han establecido en otros mundos en los que han cambiado las condiciones de vida en ellos. Tenemos hasta 2050 para revertir a tiempo el no tiempo.
Si permitimos que nos vuelvan a expulsar del Edén, ya será porque lo quisimos y aceptamos lo que nos suceda después, volver a ser esclavos de los relatos en los libros de las diferentes culturas, dando razón de lo mismo, pero desde sus propias epistemes. Si poseemos inteligencia y ahora creamos máquinas inteligentes, que dentro de poco nos disputaran el Paraíso donde la IA será el Adán y la Eva de las próximas generaciones donde todas las cosas habidas o por haber estarán a un tris de distancia para realizarse. Para qué si no el libre albedrío que nos enfrenta a lo ignorado e irracional; es que olvidamos que somos los observadores, los cocreadores, los que al creer creamos, y damos fe de que la realidad existe porque la mente la proyecta a través de los sentidos que le dan forma a la man ria a través de las ideas concretas. Este compartir entre las criaturas de luz, que emanan energía, la singularidad siendo expresión e imaginación en práctica permanente en el aquí y ahora, simbolizada en lo que hemos integrado en las máquinas de las que nos servimos para alcanzar hasta la inmortalidad si fuere el caso. Ya no seremos los habitantes de un mundo errante en medio del vasto universo que se desplaza en un cosmos inconmensurable, al cual estamos ya incorporados una vez que rompimos los cristales del techo hacia el espacio sideral. Lo que está por develarse será lo que hace millones de años ya ha acontecido infinidad de veces, volverán los alienígenas y extraterrestres que ya estuvieron en la Tierra y partieron con rumbo al futuro, ya no al pasado del cual estamos saliendo también nosotros, navegantes de la IV y la V dimensiones que ya se están asentando como las complejidades que apenas hace unos años mantuvieron a Einstein contra las cuerdas de la mecánica cuántica a la que no tuvo acceso, puesto que se encontraba en su pecera paradigmática, y hubo necesidad de avanzar durante seis décadas más para que como corolario, hoy, frente a nuevos viejos virus, ante una pandemia a propósito, para prepararnos ante lo inminente de la realidad que se está exponiendo frente a nuestros sensores y no lo queremos creer. Continuará.