El mundo está sufriendo los efectos del carácter agresivo del imperialismo en su fase terminal. La permanente conspiración contra la democracia revolucionaria, igualitaria, participativa y protagónica de Venezuela es un ejemplo. Sólo un ejemplo. Allí están las guerras contra Afganistán e Irak, el Plan Colombia, el secuestro del Presidente Aristide en Haití o el golpe y secuestro contra José Manuel Zelaya en Honduras, sólo para poner en evidencia el carácter globalizado del conflicto.
Sin justificación legal ni legítima posible, estas agresiones responden a la lógica histórica de las grandes potencias imperiales de todos los tiempos. Tienen como origen el aseguramiento de espacios para hacer frente a sus recesiones económicas y garantizar su permanente expansión. La historia está llena de estos ejemplos. En el caso del imperialismo estadounidense, acaso el imperio de más rápido y monumental desarrollo al tiempo que más violenta declinación, basta con echar una mirada a los últimos cien años.
Allí están la Primera y Segunda Guerra Mundial, la guerra de Corea, la de Viet Nam, más recientemente Yugoslavia, Irak I y II, Afganistán y ahora el ataque permanente a Venezuela e Irán. En todas puede verse el aseguramiento de materias primas, el control de mercados y la promoción de arsenales para impulsar la Industria Militar.
En el caso Venezuela el objetivo final está claro. El planeta, después de una orgía consumista impulsada por los modos de producción y consumo neoliberales, además de estar en plena crisis integral, se encuentra a las puertas del agotamiento de sus reservas energéticas fósiles, quedando apenas dos regiones del globo como fuentes seguras de aprovisionamiento para la voracidad desarrollista imperial: El Medio Oriente y Sur América. Arabia Saudita, Irán y Venezuela, ésta última posee más del 50% de las reservas de crudos pesados y extrapesados del planeta.
Allí están las causas verdaderas por las cuales, bajo la excusa de una lucha contra el terrorismo, el imperio tiene sus colmillos clavados en Irak, y desde allí en todo el Medio Oriente, así como la indeclinable decisión de extirpar el intento de soberanía de la República Bolivariana de Venezuela. De esto debe tomar conciencia todo el pueblo venezolano y el latinoamericano en general. La conspiración irá modificando las estrategias y tácticas pero no el objetivo final. El pueblo venezolano debe prepararse para hacer frente a todo el poderío económico, mediático, político y… militar, con plena conciencia de los acontecimientos, porque su ejemplo liberador está en la mira del imperio más poderoso, arrogante y torpe de la historia.
Véase cómo se fue preparando la intervención en Afganistán e Irak mucho antes de que la excusa oportuna del ataque a las torres gemelas el 11 de setiembre de 2001 le abriera la puerta al perfecto argumento. Todo muy sospechoso, recordemos los episodios nada claros del Maine o de Pearl Harbor donde se provocó y hasta se aplicó la autoagresión para justificar las acciones posteriores.
En 1999, EE.UU., realizó una rara alteración en su geografía militar. El Departamento de Defensa cambió, en medio de un mutismo mediático sospechoso, el comando general de sus fuerzas en Asia Central, de la Comandancia del Pacífico al Comando Central. Este cambio señalaba que el asunto periférico, el rincón alejado del Pacífico se convertía en un importante objetivo estratégico debido a las grandes reservas de petróleo y gas natural que yacen bajo el Mar Caspio y sus alrededores. A partir de ese momento se percibe el énfasis en la protección de recursos energéticos vitales. Cualquier interrupción en el abastecimiento de energía significaría un colapso total de la economía globalizada. Esto lo saben muy bien los estrategas del imperialismo neoliberal. Para 1996, un informe de la Agencia Internacional de Energía (IEA) por sus siglas en inglés, señalaba que para la primera década del siglo XXI, el acceso a la energía sería el equivalente a la URSS en el período de la guerra fría, en cuanto al formidable desafío a derrotar. Además, con un consumo global de energía cuyo aumento se estima en 2% anual, la necesidad de aseguramiento de las grandes reservas energéticas se hace cuestión de vida o muerte.
Por consiguiente, todo el inmenso aparato de seguridad del imperio está orientado hoy a resolver los problemas que le dificulten el acceso a esta materia prima crucial. En 1999 el Consejo de Seguridad Nacional redactó un documento, (www.whitehouse.com) donde se señala lo siguiente: “Estado Unidos seguirá teniendo un interés vital en asegurar el acceso a los suministros de petróleo exterior.... debemos mantenernos conscientes de la necesidad de estabilidad y seguridad regionales en áreas claves de producción, a fin de garantizar nuestro acceso a esos recursos tanto como su libre circulación”.
Esto realmente es de vieja data, ya desde 1890, el capitán Alfred Thayer Mahan, estratega naval, obtuvo amplio apoyo al sostener que Estados Unidos “necesitaba una flota numerosa y capaz a fin de reforzar su posición como potencia comercial en el mundo”, en lo único en que han cambiado las cosas es en la centralidad que el aseguramiento de las fuentes de energía ha adquirido.
No puede equivocarse el gobierno ni el pueblo venezolano. Dicho en términos populares, vienen con todo lo que tienen. Nadie debe llamarse a engaño. Han aplicado y continuará haciéndolo, todos los libretos de que tengan conocimiento y cuantos puedan inventar: provocaciones en el sector militar, calentamiento del ambiente social, traiciones y saltos de talanqueras, precedidos de escándalos (PDVAL, Inseguridad, etc.,), división de las fuerzas populares, penetración de las organizaciones de base, y… todas las que se les pueda ocurrir. Si pueden lograrlo se limitarán a la derrota de la Revolución en las urnas (electorales), de no ser así buscarán la solución por la vía de las urnas (de las otras)
Nos corresponde resistir con la fuerza, vigor y reciedumbre que proporciona una conciencia clara y profunda. Nos corresponde enfrentar una conspiración de largo aliento que no cejará en su empeño. Es tiempo de unidad frente a la agresión. Se disfrazará de múltiples maneras, aún las más insospechadas, pero no descansarán. Ellos se juegan a Rosalinda…nosotros la patria.
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