No sería contrario a la verdad ni tiene propósito de ofensa personal a ninguno de sus integrantes actuales afirmar, que el Parlamento Latinoamericano es, aún hoy, una suerte de reunión de representantes de nadie ni de nada, creado en 1964, en la ciudad de Lima, Perú, por voluntad de la socialdemocracia traidora y el socialcristianismo reaccionario, con el fin de darle sustentación a sus voluntades hegemónicas en América Latina y de servir de instrumento político de los procesos de integración mediatizados, sostenidos en el proteccionismo de las empresas transnacionales y los grupos monopólicos nacionales, pero que en ningún caso, ha favorecido o podrá favorecer – en las presentes circunstancias, a los pueblos de Nuestra América, en su búsqueda de nuevos caminos de Soberanía, Independencia, Paz, Justicia Social y Desarrollo Sustentable.
Este pesado e inútil armastote, cuyos mismos estatutos declaran que está conformado por representantes, no de sus pueblos sino de los Parlamentos Nacionales, no ha pasado de ser una efectiva fuente de financiamiento de los personeros de los viejos partidos y corrientes políticas defensoras del viejo orden de la dominación burguesa imperialista en Nuestra América y sostenedora de la modalidad del turismo político, para quienes sus partidos le otorgaban un premio de consolación ante la imposibilidad de incorporarlos a las listas salidoras de los parlamentos nacionales, cuyas mayores obras las constituyen sus tribunicias declaraciones sobre los problemas de la ragión, pero sin mayor efecto en la realidad de los pueblos al Sur del Rio Bravo.
Sin capacidad legislativa supranacional, ni potestad controladora de los actos de los Estados que la integran, el Parlamento Latinoamericano solo vive hoy – si a eso se le puede llamar vida - en la actividad política de sus llamados “ Capítulos Nacionales”, en relación con algunos eventos internacionales de cierta significación, que motiva la realización de declaraciones, convocatoria de debates públicos y acciones de solidaridad, los cuales no pasan de ser esfuerzos bienintencionados pero de limitadísimas consecuencias políticas, dado que el centro del debate, sin duda ni comparación posible, se encuentra en el seno de los reales Parlamentos Nacionales.
Los procesos políticos actuales en América Latina, sin embargo, abren nuevas posibilidades de crear consensos entre los Estados dirigidos a construir una nueva arquitectura del encuentro cultural, la integración económica y la unidad política de los gobiernos y pueblos de América Latina y el Caribe, lo cual debe imponer la desaparición o la transformación conceptual e institucional del Parlamento Latinoamericano, para que sirva al objetivo estratégico de voceros de los pueblos en la edificación de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, que tiene su cita constituyente el 5 de julio de 2011, en la ciudad de Caracas, capital de la República Bolivariana de Venezuela, por mandato de la Cumbre de Cancún celebrada este año 2010.
Por lo menos en la Venezuela bolivariana y socialista, próxima a realizar sus elecciones para escoger a los nuevos integrantes en el Parlamento Latinoamericano, se hace evidente que las dos corrientes principales - las fuerzas bolivarianas y la unidad cuartarepublicana – han percibido que el nuevo escenario de la confrontación entre el proyecto soberanista y de Justicia Social y el viejo proyecto de la dominación imperial y el gobierno de las élites, se ubica ahora en los organismos supranacionales, por lo que han armado propuestas electorales que hacen presumir que, por primera vez el paquidérmico Parlamento Latinoamericano o, el organismo que lo reemplace, dejará su viejo letargo para convertirse en caja de resonancia de los pueblos y trinchera de lucha de los dos proyectos fundamentales que se debaten en nuestro continente: el de la Soberanía y el Desarrollo Social y Sustentable y el de la dependencia y la dominación imperialista.
Darle a los diputados y diputados la vocería directa de quienes los eligieron, establecer la elección universal, directa y secreta de sus integrantes, incorporar formas de participación directa de los pueblos, reconocer la pluralidad étnica, linguística y cultural, atribuirle reales facultades legislativas en materias supranacionales tales como ambiente, hidrografía, flujos migratorios, tratados comerciales, desastres y emergencias y derechos humanos, además de permitir determinadas facultades de control político sobre las materias de su competencia, pueden dinamizar una gestión parlamentaria en Nuestra América, que acompañe a los gobiernos en la difícil tarea de armonizar intereses y sortear conspiraciones del histórico enemigo de la unidad de nuestros pueblos: el imperialismo. “La Patria es América” S. Bolívar.
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