En 1974 Shimon
Peres asumió el ministerio de Defensa de Israel; poco tiempo después
se reunió secretamente en Ginebra con el primer ministro John
Vorster de Sudáfrica y acordaron una cooperación estratégica para
la defensa mutua (1). Pretoria aprobó la venta de 50 toneladas de mineral
de óxido de uranio (“yellowcake”) a Tel-Aviv. Ese año Sudáfrica
comenzó la construcción en Pelindaba de una planta para el enriquecimiento
de uranio. Más tarde, Vorster aprobó los fondos para la fabricación
de una bomba de uranio “tipo cañón” así como para las excavaciones
y la infraestructura de un sitio de pruebas en el desierto de Kalahari.
Israel había decidido fabricar una bomba táctica de neutrones y para
lograr este objetivo necesitaba disponer de los vastos espacios de Sudáfrica
para realizar sus pruebas nucleares.
En Naciones
Unidas, la Resolución 3379 del 10 de noviembre de 1975 determinó
que “el sionismo es una forma de racismo y discriminación racial”
y recordó la Resolución 3151 G (XXVIII) del 14 de diciembre de 1973
que condenó “la alianza impía entre el racismo sudafricano y el
sionismo”. Mientras tanto, la construcción de la planta de Pelindaba
llegaba a su fin y comenzaba la instalación de los equipos.
En marzo de
1976 Shimon Peres visitó Sudáfrica y, al mes siguiente,
Vorster le devolvió la visita. Como resultado de las conversaciones,
Sudáfrica recibiría vehículos blindados, helicópteros, radares y
otros equipos bélicos y transferencia de tecnología militar a cambio
de óxido de uranio y, además, Israel podría utilizar el desierto
de Kalahari o áreas del océano al sur de Ciudad del Cabo para pruebas
nucleares (2).
Por esa fecha,
Sudáfrica contrató con Francia la construcción en Koeberg de
un reactor nuclear y comenzó la excavación de pozos profundos para
la realización de ensayos nucleares en el campo de prácticas
de bombardeo de Vastrap, al nordeste de Upington, en el desierto de
Kalahari.
En Angola,
en ese año de 1976, derrotados en el frente norte los invasores del
Zaire de Mobutu, el FNLA -engendro de la CIA-, y sus mercenarios; y
en el frente sur la invasión sudafricana con sus títeres de UNITA,
la guerra había terminado y tocaba el turno a la diplomacia. Una actitud
enérgica de la URSS hubiera podido lograr fácilmente al menos los
dos objetivos fundamentales exigidos por Cuba: prohibición a los sudafricanos
de intervenir nuevamente en Angola y la independencia de Namibia. (3)
Nada de esto
tuvo lugar y la guerra se prolongó durante más de una década
con frecuentes incursiones de fuerzas sudafricanas al territorio angolano
desde sus bases en Namibia, mientras el régimen de Pretoria ganaba
tiempo para desarrollar el arma nuclear en complicidad con Tel Aviv.
Este contubernio
se vio favorecido por el ascenso al poder en Israel, en 1977, del derechista
partido Likud, deseoso de establecer estrechos lazos con Pretoria. En
Sudáfrica, en 1978, John Vorster se retiró como primer ministro, P.W.
Botha, ministro de Defensa, tomó su lugar y continuó impulsando
con más fuerza el programa para la obtención del arma nuclear.
Numerosos científicos israelitas pasaron a trabajar a Sudáfrica.
A comienzos
de 1977 Israel negoció con Sudáfrica el intercambio de 30 gramos
de tritio por otras 50 toneladas de mineral de óxido de uranio. El
tritio es pieza clave en la fabricación de bombas de hidrógeno por
lo que esta transacción se toma como prueba de que el régimen del
apartheid tenía entre sus planes construir bombas termonucleares.
En Julio de
ese año, el satélite soviético Cosmos 922 detectó los preparativos
para un ensayo nuclear en el desierto de Kalahari. La inteligencia soviética
envió entonces un segundo satélite con el fin de obtener una imagen
más cercana del sitio de Vastrap. El 2 de agosto, el satélite obtuvo
imágenes que comprobaban los preparativos para una prueba nuclear subterránea.
Cuatro días después, el jefe de la misión diplomática soviética
en Washington se presentó en la Casa Blanca con un mensaje urgente
de Brezhnev para Carter: una prueba nuclear en Vastrap “tendría las
más serias e incalculables consecuencias para la paz y la seguridad
internacionales”. El 7 de agosto, un avión sin señales de identificación,
perteneciente al attaché militar estadounidense en Pretoria,
fotografió, volando a baja altitud, el sitio de Vastrap. Unos días
más tarde, un satélite norteamericano fue desviado de su ruta con
el objetivo de obtener más detalles. Estados Unidos trataba en realidad
de cubrir las apariencias pues Sudafrica le había informado previamente
de su intención de realizar pruebas nucleares (4).
La Unión Soviética
pidió cooperación a Estados Unidos para detener el programa sudafricano
de armas nucleares, cooperación que podría llegar incluso a un ataque
a la planta nuclear de enriquecimiento de uranio de Pelindaba, pero
Estados Unidos se opuso. Mientras la Unión Soviética se abstenía
de actuar unilateralmente, la CIA y algunos servicios de inteligencia
occidentales aprovecharon la situación para obtener de Sudáfrica el
acceso a la estación de vigilancia de señales de comunicación de
Silvermine, cerca de Ciudad del Cabo, lo cual les permitió monitorear
el tráfico en el Atlántico Sur y el Océano Indico (5).
El 4 de noviembre
de 1977, el Consejo de Seguridad de la ONU impuso un embargo total de
armas a Sudáfrica que en la práctica resultó papel mojado. A partir
de entonces, la investigación científica continuó en Pelindaba pero
la producción clandestina de la primera bomba atómica sería
tarea de la empresa South African Armaments Corporation (ARMSCOR) con
instalaciones a 12 millas al oeste de Pretoria.
En enero de 1978, la planta de Pelindaba produjo su primer uranio enriquecido y para el mes de diciembre habían fabricado cantidad suficiente para una primera bomba, pero los ingenieros tardarían más de un año en construir el prototipo. Por esta razón y otras evidencias, la mayor parte de los expertos consideran que fue una pequeña bomba de neutrones israelí la que causó los resplandores nucleares del 22 de septiembre de 1979 en el Atlántico Sur.
Durante la
siguiente década los sudafricanos continuaron intercambiando con los
israelíes uranio por armas y tecnología nuclear. En abril de 1980
lograron completar la producción del primer prototipo de Bomba A U-235,
con el nombre de Melba, una réplica sin alta tecnología, pero segura
y confiable, de la “Little Boy” lanzada por los norteamericanos
sobre Hiroshima, con una potencia de 12.5 kilotones. El primer prototipo
tenía muchos defectos por lo que la producción de nuevas bombas se
pospuso durante varios meses y luego, resueltos los problemas técnicos,
continuó a razón de aproximadamente una bomba por año. Las bombas
A sudafricanas medían seis pies de largo, 2 pies de ancho y pesaban
2,200 libras. Podían ser lanzadas desde un bombardero “Buccaneer”
o mediante misiles balísticos desarrollados con ayuda israelí, de
un alcance de 1,000 a 1,500 millas, imitaciones del Jericó-2 IRBM (6).
El 22 de diciembre
de 1982 el ANC realizó un ataque que causó daños
de consideración al reactor nuclear sudafricano Koeberg-1 en respuesta
a la masacre perpetrada por el ejército racista en Maseru, Lesotho.
Las reparaciones duraron dos años y estuvieron a cargo de las empresas
Framatome de Francia y Westinghouse Corporation de Estados Unidos (7).
En mayo de
1985, un traficante de California, de nombre Richard Smyth, fue obligado
a comparecer ante un gran jurado en Los Angeles acusado de enviar ilegalmente
a Israel, en 15 oportunidades entre 1980 y 1982, embarques de mecanismos
que actúan como una especie de gatillo o disparador para iniciar explosiones
nucleares. Estos mecanismos, llamados “krytrons” fueron comprados
en EG & G Inc., una compañía con sede en Wellesley, Massachusets,
especializada en equipos nucleares. Israel prometió devolver “una
parte” de los 800 “krytrons” recibidos, con lo cual el Departamento
de Estado quedó benévolamente satisfecho (8).
Mientras tanto, en Angola, el ejército sudafricano incursionaba desde Namibia con el pretexto de atacar los campamentos de la SWAPO pero su principal objetivo inmediato era ayudar a UNITA en el establecimiento de una zona “liberada” en el sur del país. La guerra, sin embargo, era demasiado costosa para Pretoria y, a partir de 1985, con la crisis política y económica agudizándose, iban adquiriendo mayor relevancia los sectores más derechistas y aventureros, que consideraban el uso del arma nuclear como la única opción de supervivencia para el régimen de minoría blanca.
Pronto, tendrían
lugar acontecimientos que cambiarían para siempre la historia de Africa.
(Continuará)
(*)Dr.
sccapote@yahoo.com
- Thomas C. Reed and Danny B. Stillman: “The nuclear express”, Zanith Press, 2009, p. 173.
- Thomas C. Reed and Danny B. Stillman: Idem, p.174.
- Fidel Castro: “Kangamba”, Cubadebate, 30 de sept. de 2008.
- Murrey Marder and Don Oberdorfer: “How West, Soviets acted to defuse S. African A-test, keeping S. Africa out of the nuclear armaments club”, Washington Post, Aug. 28, 1977.
- Sacha Polakow-Suransky: “The unspoken alliance”, Pantheon Books, N.Y., 2010, p. 114.
- Thomas C. Reed and Danny B. Stillman: Idem, p. 181.
- Zonde Masiza: “A chronology of South Africa’s nuclear program”, The Nonproliferation Review, Fall 1993.
- Robert S. Greenberger and Eduard Lachica: “California man indicted in sale of gear to Israel”, The Wall Street Journal, May 17, 1985.