El gobierno japonés ha ordenado paralizar proyectos en marcha destinados a la construcción de nuevas plantas nucleares. Lo mismo han hecho los de otras naciones, como la estadounidense. Hasta el presidente Chávez, ha anunciado la paralización de toda gestión destinada a ese fin. Recordemos que, a raíz de la crisis eléctrica del año pasado, el gobierno nacional, anuncio la incorporación de Venezuela a planes nucleares para la producción de energía eléctrica.
Lo que acontece con las plantas nucleares japonesas como resultado del terremoto, ha puesto a la humanidad y gobernantes a pensar que esa alternativa, particularmente en estos tiempos de inestabilidad planetaria, parece improcedente y riesgosa.
Luchadores ambientalistas, sobre todo en Europa, han vuelto a activar sus exigencias de eliminación de esas plantas. Han recordado daños ocasionados a la humanidad, específicamente a japoneses, con el lanzamiento brutal por parte de Estados Unidos, de dos bombas atómicas a finales de la segunda guerra mundial y explosión accidental, poco tiempo atrás, de la planta rusa de Chernobyl. En estos días posteriores a la hecatombe de Japón, en calles de París, Londres y Berlín, por nombrar algunas ciudades, han abundado manifestaciones contra programas nucleares y por la eliminación de plantas.
Los gobiernos de Alemania, Inglaterra y Francia, han vuelto, uno no sabe si con la misma demagogia de antes o resultado del miedo, a hablar de comenzar a eliminar de esas plantas, como antes habían prometido.
Este espíritu oficial de cuestionamiento e indisposición con respecto al uso de esa energía, tal como hasta ahora se está manifestando, coloca de nuevo al petróleo en un lugar privilegiado. Pero sabiendo la tendencia a escasear del mismo, a concentrarse en pocas áreas, para más señas del tercer mundo y en permanente estado de indocilidad, aunado a la rapaz apetencia de las grandes potencias, que constantemente provocan conflictos como los del mundo árabe y amenazan la estabilidad, seguridad y paz de países productores como el venezolano, preocupa lo qué habrá de pasar de ahora en adelante.
La amenaza global de guerra por el petróleo y el agua, que forma parte de la estrategia de las grandes potencias y consumidoras del combustible, se acentúa con el cuestionamiento de lo nuclear.
Entre la guerra a pequeña o gran escala y los terremotos, ambos males, en gran medida, provocados por la rapacidad capitalista nos moveremos.
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