La operación
de invasión de Afganistán por el ejército estadounidense tiene el
siniestro nombre de «Libertad duradera». Nada hay más duradero que
la muerte, y los estadounidenses se encargaron de «liberar» a cuanto
afgano pudieron. La afrenta estaba hecha desde el ataque e invasión
injustificado de un país pobre y desolado por los talibán, no hacía
falta mearles encima.
Los soldados
estadounidenses son exacto reflejo de la sociedad a la que pertenecen.
En la foto se les ve bien comidos (muchos hormonados para poder inflar
músculo en el gimnasio y en la discoteca). Con lentes de sol a la moda,
casco ligero e incluso una cota protectora en la entrepierna que no
duraron en levantar para orinar sobre los cuerpos ensangrentados.
Probablemente
estén tatuados y en sus días de permiso se clavaran un piercing
para verse más atractivos. Colgarán sus atrocidades en youtube
para hacer del defecto virtud y porque la otra parte de la manada (con
el nombre de US Army) está conectada en Afganistán, en Iowa,
en Wyoming o en Iraq.
Por mucho que
compunja la cara Hillary Clinton, lo cierto es que ella se tomaba un
café mientras veía en los monitores de la Casa Blanca como asesinaban
a Osama Ben Laden, sin juicio y en presencia de su familia. Tampoco
estuvo muy derrotada, sino alegre y dicharachera, cuando se enteró
del asesinato y sodomización de Gadafi.
En conclusión,
el orín de los soldados estadounidenses se unirá a la sangre
que ellos mismos provocaron y abonará y regará, una vez más,
la sed de justicia de todos los pueblos del mundo que han tenido que
sufrir una «Libertad duradera» que los condena a la muerte.