Los candidatos a las 23 gobernaciones de estado por parte del PSUV son lo que ya conocemos. Tomada “protagónicamente” la decisión, no nos queda más que meternos en la campaña y darles todo el apoyo que necesitan para lograr un triunfo en esta nueva contienda. Esta disposición a trabajar integramente por cada una de nuestras alternativas, no contradice mi idea de afirmar que en nuestro partido languidece y agoniza prematuramente el protagonismo, que es una de las fallas que debemos corregir, antes de provocar su muerte.
Esta decisión es como una tomografía que no colocan frente a un cuerpo enfermo. Puede sonar extremista esta sugerencia, pero nos habla de una debilidad moral y política, frente a la cual, no parece haber disidencia y tal vez eso sea lo más grave. La tomografía nos coloca frente a una enfermedad, no diagnosticable ahora, pero que poca a poca va tomando todo el cuerpo del PSUV y cuando la entendamos, si es que llegamos a entenderla, ya el mal puede ser irreversible. La reciente victoria no hace olvidar le deuda pendiente con la democracia protagónica y la necesidad de retomar la idea o tesisis de partido movimiento.
Es esta una enfermedad muy curiosa. Nosotros que somos parte de ese cuerpo enfermo que es el PSUV, somos capaces de observarla y verla en el lado de la oposición, pero entre nosotros no es imposible identificarla. En la oposición la llamamos premio de consolación y entre nosotros, que la vaina es más o menos igual, la vendemos como no hay tiempo y es una estrategia. Vemos la paja en el ojo ajeno, pero NO VEMOS la viga que tenemos en el nuestro. En la oposición las cúpulas quitan y ponen, pero entre nosotros, la cosa no es nada diferente.
No voy a gastar parte del espacio de este artículo para hablar del dedo que probablemente tenga mucho derecho en hacer las cosas así, porque según tenemos entendido que el PSUV y el líder son extraordinarios estrategas. Si llego a decir que este procedimiento se estructuró para demostrarnos la fortaleza la dedocracia, nuestros fanáticos nos calificarán de contrarrevolucionarios, miembros de la derecha endógena o algo peor; miembros infiltrado de la CIA. La dedocracia ahora no me preocupa tanto porque es una consecuencia –síntoma- de la enfermedad. Me interesa más ubicar la causa de esa enfermedad, que creo que todos conocemos pero revolucionariamente no somos competentes para afrontarla. O sea, quiero decir, que no somos buenos revolucionarios aunque en nuestros delirios soñamos jugar al Che o soltar muchas de sus frases.
¿Sabíamos o no sabíamos desde hace más de un año que las elecciones para elegir a gobernadores y gobernadoras serían en diciembre? ¿Cómo es que si lo sabíamos, dejamos pasar el tiempo para que el dedo y no la democracia protagónica escogieran? ¿Este nombramiento a dedo una estrategia revolucionaria o una falta de democracia interna? ¿Justificamos este acto, razonado que la oposición realizó primarias, pero luego fueron cambiados los candidatos? ¿Es distinta nuestra práctica a la práctica de los partidos de la Oposición? ¿Por qué hablamos de premios de consolación en la derecha y nos vemos nuestro caso? Sabíamos del evento y dejamos pasara el momento. La enfermedad somos nosotros y la dedocracia es una consecuencia.
La enfermedad nos hace justificar todo esto de esta manera media estúpida. Si los partidos de oposición quitaron sus candidatos que ganaron en las primarias para colocar a niñitos de papi, esto es cuestionable y lo calificamos como un premio de consolación, pero lo nuestro no es otra cosa y el sistema de medios públicos, nos los coloca como una salida distinta. Así nos tragamos esta especie de anzuelo ideológico pensando que fue una decisión estratégica y habrá quienes ingenuamente expresen, que efectivamente no hubo tiempo, pero que la decisión está en intima correspondencia con la bandera del empoderamiento del poder popular.
Se ve mal la enfermedad y se ve peor, la indiferencia con la cual nuestra intelectualidad asume todas estas series de situaciones que va dándole un giro al protagonismo para colocarlo en franco deterioro. Nos hace falta una intelectualidad que sea capaz de abrir un debate, porque nada debemos esperar de este “nuevo” MVR en que ha venido convirtiéndose el PSUV.
Definitivamente, la tomografía que tengo en mis manos, nos coloca a la militancia con una imagen que nos advierte del sentido de la enfermedad que vive el PSUV. La enfermedad es producto de nuestra apatía y de nuestro empeño de ver las cosas como espectadores, aunque en algunos comerciales -anzuelo ideológico- nos hacen ver como actores o sujetos.
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