La súbita muerte de Simón Bolívar por allá por el 1830, significó un alivio para las oligarquías criollas que ya se peleaban por los pedazos de parcelas en los que convirtieron a la América continental que Bolívar había soñado y había estructurado.
Los Estados de Unidos de América, quienes ya venían trabajando en la conquista de la tierra que la lucha libertaria le había arrebatado al imperio español, se encontró con esta muerte el camino libre para la penetración y la nueva conquista.
Bolívar dejó huérfana a una nación que aún se encontraba en periodo embrionario; una nación infantil que cayó de inmediato bajo el tutelaje de quien se presentó como “el hermano mayor” y tomó posesión de su destino y su crianza.
Después de la liberación de América; el lazo de unión que representó la monarquía española durante la colonia, debía ser sustituido por un gran gobierno continental, que conservara la unión del hemisferio heredada de España e hiciera posible que la independencia significara para América no un retroceso sino un progreso efectivo con respecto a su pasado colonial.
Bolívar intuyó tempranamente que pueblos atrasados y sin los conocimientos necesarios para la administración inteligente de sus recursos, solo tenían un camino para sobrevivir con independencia: la agrupación, en vastos territorios, de grandes masas de población.
Que millones de habitantes y millones de kilómetros cuadrados de tierra, fundidos en una nacionalidad de rango continental compensaran, por lo menos inicialmente, la falta de industria, de técnica, de educación; con visión extraordinaria Bolívar intuyó que el único patrimonio con que contaba esa posible unión era el hecho de que esa población, dispersa por todo el continente, cuyas fronteras naturales eran dos océanos, hablaba el mismo idioma y profesaba el mismo culto religioso.
Para Bolívar, por lo tanto, la función básica de cualquier gobierno americano, destinado a suceder la monarquía española, era lograr la combinación de esas dos formidables fuerzas de la naturaleza: el hombre y la tierra. Unir esos dos factores, originarios sin nacionalidad definida, que separados se perdían en las soledades de la América tropical y salvaje, fue su gran ambición y la herencia plena de poderes creadores que legó a los pueblos por él emancipados.
La constitución de ese gran estado continental, requeriría de unos objetivos muy claramente definidos que justificasen su existencia, y supusieran una bendición para los habitantes del gran país, como recompensa al enorme sacrificio de la lucha por la independencia. La emancipación del indio, la abolición de la esclavitud y la igualdad jurídica de las razas fueron metas y la vez los supuestos del estado que se pretendió instaurar en América en sustitución a la monarquía española. Un estado capaz de representar a todos los sectores no privilegiados de las sociedades americanas y realizar la unidad del continente a través de la integración de las masas populares del hemisferio.
Un estado capaz de educar a sus ciudadanos en los principios básicos de moral, las artes en general y el desarrollo de una tecnología propia. Un estado cuyo valor principal (amen de la riqueza natural) fuera su gente, capaz de administrar con inteligencia, honestidad, equidad y justicia.
Este estado cuyo embrión ni siquiera logró pasar del papel en el Congreso anfictiónico de Panamá; desapareció con la muerte de Bolívar, la Gran Colombia se desintegró por completo a la muerte del héroe.
Doscientos años después, el pensamiento y el accionar bolivariano, renace bajo el liderazgo de un nuevo y magnifico líder: Hugo Chávez.
Un nuevo padre se marcha dejando al niño pequeño, pero esta vez no en periodo embrionario; esta vez hay cierta sensación de conciencia que se siente y que se palpa; sin embargo el impulso aún caliente de la fuerza de Chávez puede mantener su obra y puede dar al traste con las ansias de dominación imperialista.
La muerte de Hugo Chávez significa para Los Estados Unidos de América un alivio, no tanto por Venezuela y sus recursos; eso es lo de menos, el petróleo venezolano seguirá siendo la principal fuente de energía que mueve los amaneceres norteamericanos e impulsa su industria (sobre todo la bélica que es su principal fuente de ingresos). El alivio para el imperialismo del norte y he ahí su ganancia es que una vez más se trunca, por ahora, la unión continental.
Chávez retomó el accionar Bolivariano del Congreso anfictiónico de Panamá y en poco más de catorce años logro fundar la CELAC, logró la unión sudamericana bajo la UNASUR, logró la ALBA (matando el ALCA), logró el acercamiento sur-sur (América del Sur África). Reavivó, Hugo Chávez, el poder de decisión de la OPEP. En fin la ganancia del imperialismo con la muerte de Hugo Chávez es muy grande.
En Venezuela el camino podrá continuar, mas no será el mismo, sin embargo será el país donde la semilla podrá mantenerse un poco más; pero que de Ecuador, que de Bolivia, Que de la CELAC, que de la UNASUR; ¿Quién retomará la forma y el estilo irreverente que Hugo Chávez imprimió a la política internacional; quien enfrentará de manera altiva al gobierno norteamericano y su método de dominación?
Un paralelismo sucedió en la muerte de estos dos grandes; fue un once de Octubre cuando Bolívar dio sus últimas instrucciones a Urdaneta para retomar la gran batalla por la recuperación de la patria y la dignidad, fue un siete de Octubre cuando Chávez dio su última batalla por la patria y la dignidad. Fue poco menos de dos meses después cuando Bolívar lanzaba su última proclama el once de diciembre; sería poco menos de dos meses, también, cuando el ocho de diciembre el comandante Chávez lanzaría la de él. En las dos proclamas se paseaba trágicamente la misma sombra “mis enemigos me han conducido a la puerta del sepulcro, yo los perdono”; en las dos proclamas se imprimió la misma orden y la misma suplica: Unidad, Unidad, Unidad.
Este paralelismo trágico no debe desalentarnos sino impulsarnos a seguir; la nación que Chávez deja hoy no es la misma que le arrebataron a Bolívar; no hay un Páez en Venezuela, no hay un Santander en Colombia; no hay un Flores en Ecuador; la CELAC no es un papel muerto. Nuestro Sucre de estos tiempos está vivo y dando la batalla y con él, el legado no se perderá. Esta vez no hay un pueblo dormido, ni aletargado; esta vez el pueblo esta despierto y alerta; que la patria no se pierda en nuestras manos; es nuestra obligación de lucha; no podemos esperar doscientos años más, ni cien, a que Bolívar despierte de nuevo. Bolívar y Chávez siguen despiertos y más vivos que nunca.
La muerte de Hugo Chávez es un alivio para los Estados Unidos de América, que han visto desaparecer una piedra en el zapato, solo si somos Chávez esta piedrita seguirá haciendo su trabajo, solo si obedecemos la orden suprema emitida a plenitud, como la luna llena, por el comandante Chávez, en aquella su última proclama de elegir a Nicolás Maduro como próximo presidente podremos mantenernos en la lucha, por ahora.
Pero más allá de estas elecciones, el camino es duro; pero no debemos desalentarnos pues tenemos que ser dignos herederos de nuestros libertadores; Ali Primera lo dijo y esta vez es una cariñosa bofetada en nuestra mejilla para mantenernos caminando: “!No es tiempo de recular ni de vivir de leyendas!”
Con la muerte del Comandante Supremo de la Revolución Bolivariana, el imperio nos ganó una batalla; pero lo juramos: !Todos somos Chávez!, Todos somos Chávez, carajo!!! No han ganado una mierda, carajo!!!
Por nuestra honra, por nuestra gloria, por nuestros hijos, por nuestros padres; Chávez Vive y la lucha sigue; Chávez no murió, se multiplico, carajo!!!!
oscarajimenezr@gmail.com