Tratando de provocar un salto cualitativo en el Bloque Regional de Poder (BRP), Hugo Chávez desató una ofensiva estratégica en la Cumbre de la Comunidad Suramericana de Naciones (CSN), en Brasilia. Esa ofensiva, preparada publicísticamente con la Carta abierta de Tabaré Vázquez y Hugo Chávez en Folha de Sao Paolo, avanza sobre tres ejes estratégicos: el energético, la alianza tripartita y la ruptura del régimen panamericano-neoliberal.
Tres objetivos inmediatos son evidentes: a) “anclar” definitivamente a los amigos Lula, Tabaré y Kirchner en el eje Caracas/La Habana-Brasilia-Buenos Aires; b) empujar a los tibios hacia ese nuevo eje hegemónico de la política suramericana y, c) neutralizar a los Caballos de Troya de Washington dentro de la CSN en sus afanes de frustrar el triunfo bolivariano.
1. El eje energético
Las tropas del Comandante Chávez que invaden las bastiones del Monroeismo no son los lanceros de Páez ni los batallones de San Martín, sino los temibles cohortes lanzados por los mariscales de campo Rafael Ramírez y Alí Rodríguez, desde PdVSA (Petróleos de Venezuela SA) y la Cancillería.
Cuando Alí Rodríguez era Presidente de PdVSA, hablamos en uno de sus austeros almuerzos sobre las estrategias de integración latinoamericana que estaban al alcance de la Revolución Bolivariana. Siendo el exguerrillero un hombre pragmático con buen nivel teórico y de cultura general, había llegado tempranamente a la conclusión de que una exitosa política integracionista del gobierno venezolano solo podía construirse sobre su poder energético.
Alí tenía razón por tres verdades. Las clases políticas de los Estados burgueses son, esencialmente, operadores de los intereses de la elite económica. Si no se les ofrecía algún jugoso negocio, no iban a responder a las convocatorias integracionistas del Presidente Chávez. De la misma manera, como debe “enamorarse” a los pueblos latinoamericanos para la integración con hechos concretos, por ejemplo la extensión subcontinental de las misiones de salud y educación, de la misma manera era imprescindible incentivar a los Presidentes burgueses latinoamericanos mediante ventajas materiales que contentasen a sus amos del gran capital.
En segundo lugar, la riqueza de Venezuela, la energía, no es un poder cualquiera, sino una fuerza determinante sui generis en el siglo XXI. Todo General sabe, que en las guerras modernas el petróleo es decisivo. Sin petróleo no hay movimiento de tanques, de artillería, de tropas, ni de bombarderos. Este axioma rige la actual guerra de liberación contra la Doctrina Monroe que comanda Hugo Chávez.
El tercer factor, no previsible en aquel encuentro, es que Rafael Ramírez y Alí Rodríguez serían posteriormente cabezas del Ministerio de Energía/PdVSA y de Relaciones Exteriores respectivamente, haciendo una mancuerna perfecta para la política exterior. El único aparato de Estado del proceso venezolano con alta eficiencia es PdVSA, porque tiene el poder financiero y la eficacia logística características de las empresas transnacionales. Por eso, probablemente el único campo de la política revolucionaria donde se realizan las grandes ideas del Presidente con rapidez y eficiencia es éste. (Véase, por ejemplo, la triste experiencia de Telesur.)
2. La alianza tripartita
Hugo Chávez tiene claro que tanto el destino de la Revolución venezolana como el de la integración latinoamericana dependen de la alianza tripartita entre Caracas, Brasilia y Buenos Aires. Cuando hablamos de Caracas hay que agregarle en este contexto, La Habana. Porque aunque haya diferencias entre ciertas apreciaciones políticas de ambos Estados ---por ejemplo, en cuanto al socialismo del siglo XXI y a la integración militar del Bloque Regional de Poder--- en la mayoría de los tópicos de la integración bolivariana coinciden plenamente.
Este eje progresista del Atlántico, que el Presidente llamó en Brasilia el “eje del bien” y el “eje de la integración para la libertad”, se encuentra en un proceso de redefinición. Salvo Hugo Chávez y Fidel Castro, ningún Presidente del “eje del bien” tiene la vocación libertadora de los próceres de 1810. En este sentido, Lula no tiene nada que ver con el General Abreu e Lima, Tabaré no tiene nada que ver con Artigas y Kirchner y Duarte no comparten nada con San Martín y Gaspar Rodríguez Francia.
Sin embargo, la falta de esa vocación libertadora ---y esto es algo que los sectaristas de izquierda americana nunca han entendido--- como fuerza de integración, puede sustituirse por la presión de las masas y el apoyo material e ideal de Venezuela y Cuba. Chávez ya salvó una vez a Kirchner durante el golpe de Estado energético, y el apoyo público de Fidel, Chávez e, inclusive Evo Morales ---quién es parte del eje La Habana-Caracas--- a Lula, ha sido vital para éste en la crisis de los últimos meses.
Pese a todo, el tiempo socio-político para Kirchner y Lula se va acabando. Hasta las elecciones argentinas de este octubre, Kirchner tuvo apologías parcialmente plausibles para su política equilibrista entre Washington y Caracas. Después de su triunfo electoral no habrá justificación alguna para no asumir un papel integracionista más protagónico, incluyendo un enfrentamiento colectivo del Bloque Regional de Poder (BRP) con el capital financiero internacional. En Argentina está naciendo desde abajo una nueva vanguardia con un nuevo Proyecto Histórico que el próximo año se constituirá en un Movimiento Nacional que no aceptará más la política de oscilaciones de la Casa Rosada.
Ese choque que Kirchner tendrá el próximo año ---si no cambia su política decididamente hacia el modelo del desarrollismo democrático regional que encabeza Chávez--- se encuentra en fase avanzada en Brasil, donde ha llevado al desmoronamiento de la base partidista y social de Lula, con la salida de 800 líderes sociales, 400 intelectuales, el (tardío) alejamiento del Movimiento de los Sin Tierra (MST) y de políticos importantes como el paulista Iván Valente. Se acerca el momento, del cual Hugo Chávez le había advertido hace tiempo en una conversación privada: “Cuando el pueblo se levanta, el FMI no te podrá salvar.”
Es en esa coyuntura que el Presidente venezolana da los extraordinarios pasos de integración económica con Brasil y Argentina que empujan a Lula y Kirchner en la dirección correcta. Donde falla la ecuación de poder bolivariano, es en los movimientos sociales. Hay incipientes contactos entre los trabajadores del Astillero de Río Santiago en Argentina y la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) de Venezuela, entre la UNT y la peronista Confederación General de Trabajadores (CGT) de Argentina, entre el MST y las nuevas cooperativas campesinas de Venezuela y hay esfuerzos venezolanos de generar una nueva Central Sindical latinoamericana. Sin embargo, se trata de iniciativas algo limitadas y tardías como para actuar cual vector de fuerza sobre los gobiernos de Brasil, Uruguay, Paraguay y Argentina.
3. La ruptura del panamericanismo neoliberal
Al afirmar de manera vanguardista que la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) son un “fracaso porque nacieron en el marco del neoliberalismo y eso no sirve, debemos romper la lógica de la explotación y la dependencia”, Hugo Chávez planteó nada menos que la ruptura del orden panamericano neoliberal. Su sustitución por un “Plan estratégico 2005-2010 para la verdadera integración suramericana”, con el fin de superar las “asimetrías estructurales” en la región, es el planteamiento correcto.
La creación de la nueva Patria Grande no se puede hacer dentro de los moldes viciados del chovinismo de la elite brasileña; de la cipaya oligarquía argentina y del lacayismo político-económico de Toledo en Perú, Uribe en Colombia y Palacio en Ecuador. Se requiere la refundación de la Patria Grande sobre instituciones concebidas en el espíritu de San Martín, Bolívar, Artigas y Manuela Sáenz.
¡Ese es el salto cualitativo que pretende lograr el Comandante Chávez en el Bloque Regional de Poder!