Al primer nivel de la actividad de la defensa de una sociedad organizada se le llama
estrategia nacional o también, algo anticuadamente, gran estrategia. En ella se deben
considerar también los recursos económicos y diplomáticos del estado, como parte de los
medios de una nación para conseguir sus grandes objetivos estratégicos en una guerra.
La estrategia militar o estrategia a secas trata, en un gran segundo nivel de actividad de la
defensa nacional, de la definición de los grandes objetivos de una guerra, de un teatro de
peraciones o de una campaña y de la asignación de los medios militares, generalmente
escasos o muy escasos, para alcanzarlos.
La táctica se dedica a la realización óptima de los combates frente a un enemigo, que
se opone por medios bélicos al logro de nuestros objetivos estratégicos. Las técnicas de
combate son los ladrillos con los que se construyen las tácticas. Son los conocimientos
específicos de armas, movimientos, protecciones, que personal y colectivamente aprenden los hombres con el entrenamiento y la experiencia.
Entre ambos niveles de la actuación militar existe un espacio de actividad eminente y
esencialmente práctico, llamado nivel operativo o estrategia operativa. Su misión es
optimizar los empleos de la táctica y de los medios disponibles en la campaña y en el teatro de operaciones. Para ello define y conceptualiza las batallas, las marchas, etc., en definitiva, tanto las operaciones militares como su correcta sucesión, en función de aquellos objetivos decisivos.
Con ello brinda a la táctica y a la decisión a la que ésta se orienta, una trascendencia
superior, que está mucho más allá de la persecución y de la explotación del éxito. Es
decir, la estrategia operativa utiliza a la táctica como uno de sus instrumentos inmediatos.
Integrándolos para alcanzar los objetivos últimos que se le han confiado y orientándose a
ellos, participando entonces de su naturaleza estratégica.