Archivo digital del historiador Bolivariano Vinicio Romero

Tercera República Venezolana

TERCERA REPÚBLICA VENEZOLANA

(Archivo digital del historiador Bolivariano Vinicio Romero)

 

I.

            La tercera República es fecunda en creación. Es la hora de crear, de hacer realidad los sueños acariciados desde 1810. Hay tantas dificultades como elevación de espíritu. Esta tercera República se instaura en Angostura como consecuencia de la batalla de San Félix, librada por Manuel Piar el 11 de abril de 1817. Este día en la Mesa de Chirica, San Félix, estado Bolívar, el general Manuel Piar, héroe de la independencia, obtiene una rotunda victoria frente al general Miguel de La Torre. Piar conducía 500 fusileros, 800 lanceros de a pie, 500 indios flecheros y 400 jinetes. Los españoles suman 1.600 infantes con dos piezas de artillería y 200 caballos. Enfrentadas las tropas de La Torre y Piar, luchan enfurecidamente y entre los nuestros, tanto soldados como indios se hacen dignos de la victoria.

Esta batalla de San Félix fue de trascendental importancia para la República, porque gracias a ella los patriotas obtuvieron no sólo el rico territorio de Guayana sino el inmenso camino, tan útil como hermoso, del Orinoco. Y, lo más importante, la República se asentó en forma definitiva.

            Abriendo el año 1817, el 1 de enero Bolívar está en Barcelona desde donde escribe a sus compañeros de armas invitándolos a ir más allá de las fronteras de la patria: “Ustedes volarán conmigo al rico Perú, nuestros destinos nos llaman a las extremidades del mundo americano.” El visionario estaba en pleno ejercicio. Después de trabajar intensamente en el oriente del país, concentra su actividad en Guayana, persuadido de la importancia de conquistar esta región, rica en ganado para proveer al ejército y con el recurso vivificador y excepcional vía de comunicación que representa el río Orinoco.

            En la Mesa, frente a Angostura, se encuentran Bolívar y Piar. Este conduce un ejército numeroso, el Libertador pasa revista y de inmediato regresa a Barcelona. Seis días más tarde Piar libra la batalla de San Félix. En mayo ambos jefes vuelven a juntarse en El Juncal y acuerdan estrechar el sitio de Angostura para hacer salir al enemigo. El 12 de mayo, nuevamente en La Mesa, Bolívar asciende a Piar a general en jefe y va a instalar su cuartel general en San Félix. Aquí decreta (7/6) el Consejo de Guerra permanente para que “conozca de todos los delitos que puedan cometer los militares...” Por estos días comienza el Libertador a enterarse de algunas disidencias de Piar, sobre todo en cuanto a desacuerdos con otros próceres. Precisamente el 19 de junio le escribe al héroe de San Félix, desde San Félix, en estos términos: “General, prefiero un combate con los españoles a estos disgustos entre los patriotas (...) Sí, si nos dividimos, si nos anarquizamos, si nos destrozamos mutuamente, aclararemos las filas republicanas, haremos fuertes las de los godos, triunfará España y con razón nos titularán vagabundos.” Piar solicitó pasaporte y Bolívar se lo concedió el 30 de junio de 1817. Fue el comienzo del fin del malogrado prócer.

            En el ínterin se había reunido en Cariaco un Congreso, ridiculizado con el nombre de Congresillo, convocado por Santiago Mariño y el padre José Cortés de Madariaga. Mariño, en franca discordia con el Libertador, reúne este Congreso al cual asistieron el canónigo José Cortés Madariaga, Luis Brión, Francisco Antonio Zea, Francisco Javier Maíz, Francisco Javier de Alcalá, Diego Vallenilla, Diego Antonio de Alcalá, Manuel Isava, Francisco de Paula Navas, Diego Bautista Urbaneja y Manuel Maneiro. Esta Asamblea restableció el gobierno federal y nombró para integrar el Ejecutivo a Fernando Rodríguez del Toro, Francisco Javier Maíz y Simón Bolívar; suplentes: Francisco Antonio Zea, Madariaga y Diego Vallenilla. Mariño recibe el nombramiento de Jefe Supremo del Ejército y Brión el de Comandante General de la Armada.

El 12 de mayo de ese mismo año, los asistentes al Congresillo de Cariaco se embarcaron para Pampatar, designada capital.

            Bolívar nunca consideró representativo este Congreso. El 6 de agosto de 1817 se refiere a tal asamblea diciendo que había “durado tanto como casabe en caldo caliente”, porque en verdad fue efímera. Dos decretos del Ejecutivo reunido en Pampatar permanecen vigentes: el nombre de Nueva Esparta para la isla de Margarita y las siete estrellas de la Bandera Nacional.

            Acorralado por los españoles en la laguna de Casacoima con un grupo muy pequeño de oficiales, Simón Bolívar  ve como único medio de salvación sumergirse en las aguas lodosas de la laguna. Allí, hundido en Casacoima, la mente de Bolívar se afiebra y empieza a elucubrar: “Dentro de pocos días rendiremos a Angostura, y entonces...iremos a libertar a Nueva Granada, y arrojando a los enemigos del resto de Venezuela, constituiremos a Colombia. Enarbolaremos después el pabellón tricolor sobre el Chimborazo, e iremos a completar nuestra obra de libertar a la América del Sur y asegurar su independencia, llevando nuestros pendones victoriosos al Perú: el Perú será libre.”

            Los oficiales murmuran, entristecidos, creyendo que el Libertador se les ha vuelto loco, "sin más vestido que una bata, soñando en el Perú” Lo cierto es que ese loco de Casacoima, poco después había tomado a Angostura, luego era Libertador de Nueva Granada, más tarde vence en Carabobo, en 1822 Quito es libre y en 1824 le dio la independencia al Perú.

Un nuevo personaje ha aparecido en el escenario de la guerra. Es Pablo Morillo, experto oficial español, veterano en la conducción de tropas contra Napoleón Bonaparte. No se trataba, pues, de un aventurero al estilo de Boves, sino de un talentoso militar de carrera. Llegó a la isla de Margarita en abril de 1815 con 18 barcos de guerra y 42 transportes con más de 10.000 efectivos españoles. Ostentaba el título de comandante del Ejército Expedicionario de Costa Firme y capitán general de las provincias de Venezuela. A esto agregaba su condición de pacificador. Después de conquistar a Nueva Granada en 1816 retornó a Venezuela con miras a dominarla totalmente. Estando en Margarita recibió una aplastante derrota en la batalla de Matasiete (31/7), cuando sus 3.000 soldados no pudieron reducir a los 300 hombres que mandaba Francisco Esteban Gómez.   

Con la desocupación de las tropas realistas de Angostura y de las fortalezas de la Vieja Guayana, entre julio y agosto de 1817, los republicanos se hacen firmes en los extensos dominios del Orinoco. Veintiocho embarcaciones conducen a unos dos mil angostureños macilentos, muertos de hambre después de cuatro meses de sitio; los protegen mil quinientos soldados en iguales condiciones, pero estimulados por el pundonor militar de Miguel de la Torre. El refugio en las fortalezas de la Vieja Guayana durará hasta el 3 de agosto cuando se ve forzado a abandonar el rico territorio guayanés.

 

A estas alturas los problemas con Piar se han venido agravando, lo cual desembocará en un desgraciado suceso. En un Manifiesto a los pueblos de Venezuela (5/8)el Libertador explica la conducta del prócer: “...el general Piar ha formado una conjuración destructora del sistema de igualdad, libertad e independencia (...) ¿Qué pretende el general Piar a favor de los hombres de color? ¿La igualdad? No: ellos la tienen y la disfrutan en la más grande latitud que pueden desear. El general Piar mismo es una prueba irrevocable de esta igualdad. Su mérito es bien inferior a las recompensas que ha obtenido. Los más de los oficiales de Venezuela han combatido por la República más que Piar, y sin embargo ellos son subalternos, mientras que él está decorado del último grado de la milicia (general en jefe).”

            Al ordenarse su arresto para ser sometido al Consejo de Guerra, Piar es apresado en Aragua de Maturín por el general Manuel Cedeño (27/9), destacado para este fin por el propio Bolívar. El Libertador había nombrado a Luis Brión, amigo y paisano de Piar (de Curazao), presidente del Consejo de Guerra, y a Carlos Soublette, Fiscal. Los vocales fueron Pedro León Torres, José Antonio Anzoátegui, José Ucrós, José María Carreño,  Judas Tadeo Piñango y Francisco Conde.

            Fue desgraciada la suerte de este prócer de 40 años de edad. Creyó que siendo sus amigos todos los integrantes del Consejo de Guerra iba a salvarse. Pero fue condenado a muerte por unanimidad. Cuando le leyeron la sentencia, Piar se volvió como loco, pues no la esperaba. Se desgarró la camisa y tiró al suelo los lentes que usaba, gritando que era inocente. Al calmarse dijo ante su crucifijo: “Hombre salvador: esta tarde estaré en tu mansión: ella es la de los justos, allá no hay intrigas, no hay falsos amigos, no hay alevosos... A ti, los judíos te crucificaron, tú mismo sabes porque, y yo...y yo... por simplón voy a ser fusilado esta tarde. Tú redimiste al hombre, y yo liberté este pueblo, ¡qué contraste!

            A la cinco de la tarde fue el fusilamiento. Piar pidió mandar el pelotón, pero no se lo permitieron. Por dos veces se quitó la venda de los ojos; a la tercera, obedeciendo, se abrió la esclavina y ofreció el pecho a las balas. Testigos presenciales dicen que el Libertador lloró al oír la descarga que acabó con Piar. En todo caso, al día siguiente, Bolívar encabeza su proclama a los soldados con este párrafo: “¡Soldados! Ayer ha sido un día de dolor para mi corazón. El general Piar fue ejecutado por sus crímenes de lesa-patria, conspiración y deserción. Un tribunal justo y legal ha pronunciado la sentencia contra aquel desgraciado ciudadano, que embriagado con los favores de la fortuna, y por saciar su ambición, pretendió sepultar  su patria entre sus ruinas. El general Piar, a la verdad, había hecho servicios importantes a la República, y aunque el curso de su conducta había sido siempre el de un faccioso, sus servicios fueron pródigamente recompensados por el gobierno de Venezuela.

 

 

 

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II.

 

En Angostura (hoy Ciudad Bolívar) el Libertador demostró sus grandes dotes de estadista al organizar el nuevo Estado estableciendo las instituciones requeridas. El 23 de setiembre ha creado el Tribunal de Secuestros, considerando el derecho que tiene la República sobre los bienes raíces, muebles y de cualquier naturaleza  pertenecientes a los españoles; al día siguiente crea el  Estado Mayor General del Ejército. El 6 de octubre crea los Tribunales de Primera y última instancia: “en cada capital de Provincia habrá un Gobernador político que oiga y decida en primera instancia, las acusaciones, quejas, denunciaciones, acciones, y demandas por escrito que ocurran en la provincia, así civiles como criminales.”

            Los próceres de Venezuela son recompensados en virtud de una ley del Libertador sobre Repartición de Bienes Nacionales, cuyo Artículo 1° dice: “Todos los bienes raíces e inmuebles que con arreglo al citado decreto y reglamento se han secuestrado y confiscado, o deben secuestrarse y confiscarse, y no se hayan enajenado, ni se puedan enajenar a beneficio del Erario Nacional, serán repartidos y adjudicados a los Generales, Jefes, Oficiales y Soldados de la República en los términos que abajo se expresarán.

            Pensando en la mujer venezolana, y anticipándose a los Códigos Civiles y a sus más modernas reformas, días más tarde modifica esta ley estableciendo que “las mujeres, cuyos maridos incurrieren en la pena de confiscación, conservarán sus bienes dotales y heredados, y la mitad de los gananciales...” Es decir, protege legalmente a la mujer independientemente de la actitud que haya asumido el esposo frente a la patria.

            Preocupado Bolívar por no tener un gobierno verdaderamente representativo ni una Constitución a la cual sujetarse, “mientras no se halle libre y tranquila la mayor parte del territorio de la República ”, dicta un decreto (30/10) por el cual crea el Consejo de Estado dividido en tres secciones: Primera, Estado y Hacienda; segunda, Marina y Guerra; tercera, Interior y Justicia. El propio Libertador explica que este Consejo de Estado “está destinado a suplir en parte las funciones del cuerpo legislativo (...) A él corresponde la iniciativa de las leyes, reglamentos e instituciones que en su sabiduría juzgue necesarios a la salud de la República...

            En esta época de forja advierte que hace falta un Consejo de Gobierno, ante la inminente campaña que está por emprender, previendo que su muerte u otro acontecimiento lo priven de atender el gobierno de la República. Así conforma el Consejo de Gobierno: Presidente, almirante Luis Brión; vocales: general Manuel Sedeño y Francisco Antonio Zea. En caso de que Bolívar sea hecho prisionero por los enemigos o muera, el Consejo de Gobierno tiene plena autoridad y facultades del Poder Supremo por el término de sesenta días, durante los cuales se pondrá en ejecución las disposiciones que se expresan en pliego cerrado y sellado en tres copias de un mismo tenor depositadas en  tres sitios distintos.

            Decreta también el Tribunal del Consulado (7/11) para conocer de los pleitos entre comerciantes y promover el fomento del comercio y la agricultura. El Prior fue Martín Tovar Ponte; cónsules, Pedro Eduardo Romero y Félix Farreras. Los juicios debían dilucidarse según el método establecido por la real cédula de erección del Consulado de Caracas. Es decir, Bolívar mantuvo en Guayana esta institución creada por Carlos IV en 1793.

            No olvida Bolívar la parte espiritual; y ante la ausencia del obispo Buenaventura Cabello convoca un sínodo de la diócesis de Guayana (8/11) para nombrar sucesor del pastor fallecido. Esta convocatoria la justifica así: “La religión de Jesús, que el Congreso decretó como la exclusiva y dominante del Estado, ha llamado poderosamente mi atención, pues la orfandad espiritual a que desgraciadamente nos hallamos reducidos, nos compele imperiosamente a convocar una junta eclesiástica, a que estoy autorizado como jefe de un pueblo cristiano que nada puede segregar de la comunidad de la iglesia romana...

            Organizado el aparato de gobierno, Bolívar concibe planes para subyugar los extensos territorios llaneros que están en poder de los realistas. Es el camino para la reconquista de Caracas, en lo que se llamó la Campaña del Centro. Y antes de emprender viaje a través del río Orinoco, dispone por decreto (20/11) que se agregue una estrella más a la bandera nacional, en representación de la provincia de Guayana recién liberada. El decreto de las siete estrellas, también de 1817, se dio en Pampatar, como consecuencia del Congresillo de Cariaco. La disposición del Libertador agregando la octava estrella tuvo uso y vigencia desde 1817 hasta 1821, cuando quedó derogada por la Ley de 4 de octubre de 1821 dictada por el Congreso de Cúcuta.

            Una vieja aspiración de los guayaneses pretende que se coloquen ocho estrellas a la bandera, alegando que “el decreto de Bolívar debe cumplirse”. Se cumplió, como se ha visto, hasta 1821, cuando el propio Bolívar puso el ejecútese a la Constitución de Cúcuta. Es  más: la batalla de Carabobo tuvo bandera con ocho estrellas. Fue derogado el decreto de Bolívar porque para ese momento se habían sumado a la causa patriota dos provincias más, las de Maracaibo y la de Coro, y habrían sido necesarias dos estrellas más. 

            Antes de terminar el año 1817 (31/12) Bolívar está ya  navegando Orinoco arriba. En emotiva proclama anuncia que ésta es la última campaña que debe terminar la guerra de Venezuela.

Vaticina que va a derrotar a Morillo, ya que las fuerzas de éste “no pueden medirse con las nuestras, porque son inferiores en número y en virtudes militares.” Pero esta salida de Bolívar, como puede colegirse, no es alegre, aventurada, sino producto de un exhaustivo análisis de las vías de acceso a los terrenos donde pueden concentrarse las tropas o donde pueden producirse posibles confrontaciones bélicas; ha estudiado, además, las condiciones del enemigo, el número de sus soldados, las disponibilidades de armas y municiones. Una y otra vez ha sido repasado el plan, y hasta reajustado, dadas las condiciones del jefe realista a quien se va a enfrentar, Pablo Morillo.

            Desde el punto de vista militar y político, los patriotas dominaban Angostura y sus alrededores; las provincias de Barcelona, Margarita y parte de la de Cumaná y los llanos de Apure. Aquí en Apure el caudillo era José Antonio Páez, cuyas hazañas inundan la tercera República.

            Un tanto por vía fluvial, otro tanto a caballo, Bolívar avanza desde Angostura hacia los Llanos de Apure. Si él corre con celeridad, las órdenes a sus comandantes vuelan por delante. Ha confiado en los hombres más a propósito para lograr el éxito de la campaña. Ellos son José Antonio Páez, José Tadeo Monagas, Manuel Valdés, Pedro León Torres, Pedro Zaraza, todos generales de brigada; Rafael Urdaneta y José Francisco Bermúdez, generales de división; y Juan Francisco Sánchez, coronel.

            A todos conocía menos a Páez. Estaba ansioso por conocerlo y comprobar por sí mismo las tan mentadas hazañas del llanero increíble. El 30 de enero de 1818 se produce en el Hato de Cañafístola, cerca de San Juan de Payara, el encuentro de ambos jefes. Hasta ahora sólo se habían tratado a través de una abundante correspondencia.

            Ante la necesidad de unificar los ejércitos, Bolívar se trasladó a los Llanos en busca de José Antonio Páez. Este, ante la imponente presencia del Libertador, juró e hizo jurar a sus oficiales y soldados el reconocimiento a la autoridad de Bolívar, ante el sacerdote patriota Ramón Ignacio Méndez. A partir de este momento Bolívar se va a familiarizar con aquella geografía en que el cielo parece juntarse con el llano; con aquella casta de hombres rudos, hechos al sol, a la lluvia y al sacrificio, esos indómitos llaneros que contribuyeron en alto grado a la independencia de Venezuela y de América.

           

 

 

 

 

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y III.

 

¿Cómo vio Páez a Bolívar? El mismo lo dice en su autobiografía: “Hallábase entonces Bolívar en lo más florido de sus años y en las fuerzas de la escasa robustez que suele dar la vida ciudadana. Su estatura sin ser procerosa, era no obstante suficientemente elevada para que no la desdeñase el escultor que quisiera representar a un héroe; sus dos principales distintivos consistían en la excesiva movilidad del cuerpo y el brillo de los ojos, que eran negros, vivos, penetrantes e inquietos, con mirar de águila, circunstancias que suplían con ventajas lo que a la estatura faltaba para sobresalir entre sus acompañantes. Tenía el pelo negro y algo crespo, los pies y las manos tan pequeños como los de una mujer, la voz aguda y penetrante, la tez, tostada por el sol de los trópicos, conservaba no obstante la limpidez y lustre que no habían podido arrebatarle los rigores de la intemperie y los continuos y violentos cambios de latitudes por las cuales había pasado en sus marchas...

            Pensando en la importancia de tomar a San Fernando de Apure, Bolívar concibe la idea de atravesar el río Apure, pero no tiene las flecheras (embarcaciones) necesarias. Escoge el Paso del Diamante para cruzar el río, porque allí tiene 700 metros de ancho. El día 6 de febrero expone su plan a José Antonio Páez y éste le dice que puede contar con las embarcaciones españolas que estaban del otro lado del río. Al preguntarle Bolívar que cómo las tomaría, Páez le responde que lo hará con la caballería. En efecto, utilizando una de sus acostumbrados ardides, Páez ordenó a 50 de sus hombres que se arrojaran al río con sus caballos, y de la manera más sigilosa cayeron de sorpresa sobre los enemigos logrando capturar 14 naves. Este episodio se conoce con el nombre de toma de las flecheras.

            Así pudieron cruzar el río con toda la tropa; pero al saber Bolívar que Morillo había llegado a Calabozo fue a su encuentro y el 12 de febrero se libró la importante batalla de Calabozo en que el ejército patriota deja maltrechas las tropas del jefe español. Morillo deja Calabozo y se refugia en El Sombrero; Bolívar lo persigue y plantea sangriento combate, mas no logra destruir el ejército que sigue en retirada hacia los valles de Aragua.

            Un nuevo encuentro van a tener Bolívar y Morillo, esta vez el 16 de marzo, en el riachuelo de Semen, a pocos kilómetros de Villa de Cura. A esta acción suele nombrársele erróneamente tercera batalla de La Puerta. En todo caso, los tres combates en esta zona fueron trágicos para el ejército patriota. Gracias a esta acción Morillo recibió el título de Marqués de La Puerta.

            Después del intento de asesinar al Libertador en  el sitio conocido con el nombre de Rincón de los Toros, donde había llegado para acampar (17 de abril), se producen otros combates de dudoso éxito, deduciéndose de todo que la Campaña del Centro no cubrió las expectativas planteadas. Calabozo quedó en poder de los realistas y la gran meta de tomar a Caracas resultó frustrada. Sólo pudo gloriarse el Libertador de haber tomado San Fernando de Apure y el resto de la provincia de Barinas.

            Regresó entonces Bolívar a Angostura, capital de la República. Es la hora estelar del  Libertador. Consciente de la necesidad de divulgar el pensamiento republicano y de dar a conocer al mundo los éxitos militares contra los realistas, Bolívar funda el periódico Correo del Orinoco, cuyo primer número salió el 27 de junio de 1818. Lo comenzó el impresor Andrés Roderick gracias a la imprenta que había hecho traer de Jamaica el Libertador.

            Tuvo colaboradores de primer orden, como el propio Bolívar, Roscio, Zea, Palacio Fajardo, Ramos, Soublette, Cristóbal Mendoza, etc. Tres impresores serán sucesivamente los artesanos del Correo del Orinoco: Andrés Roderick, Thomas Bradshaw y W. Burrel Stewart. El periódico duró hasta el 23 de marzo de 1822.

            Precisamente pensando en el mundo exterior Bolívar da a luz un documento (20/11/1818) que el escritor Caracciolo Parra Pérez califica como la Segunda Declaración de Independencia Venezolana. En él se declara “que la España no tiene justicia para reclamar su dominación, ni la Europa derecho para intentar someterla al gobierno español. Que no ha solicitado la mediación de las altas potencias para reconciliarse con la España. Que no tratará jamás con la España sino de igual a igual, en paz y en guerra, como lo hacen recíprocamente todas las naciones.”

            Y finalmente dice Bolívar que está resuelto "el pueblo de Venezuela a sepultarse todo entero en medio de las ruinas si la España, la Europa y el mundo se empeñan en encorvarla bajo el yugo español.”

            Tras muchos meses de preparación, y luego de los comicios para elegir a los representantes al segundo Congreso de Venezuela, el 15 de febrero de 1819 se instala el Congreso de Angostura. El acto reviste la mayor solemnidad. Ante 26 de los 30 diputados electos, ante distinguidas personalidades invitadas, Simón Bolívar, jefe supremo desde 1813, pronuncia un discurso medular. Francisco Antonio Zea es electo presidente del Congreso, y éste, ya en posesión, invita a tomar la elección de un presidente de la República interino. Como era de esperarse, el elegido es Simón Bolívar. Al Libertador, sin embargo, le preocupa más la guerra que la presidencia. Pide, por tanto, que se le acepte la renuncia:

            “Legisladores: Yo deposito en vuestras manos el mando supremo de Venezuela. Vuestro es ahora el augusto deber de consagraros a la felicidad de la República; en vuestras manos está la balanza de nuestros destinos, la medida de nuestra gloria; ellas sellarán los decretos que fijan nuestra libertad...”

            El discurso de Bolívar en Angostura está lleno de sabias reflexiones, de un insuperable contenido político y filosófico.  Es difícil concebir que pieza tan sesuda pudo haber sido creada en medio del estruendo de la guerra, los viajes a caballo, en embarcaciones, los sacrificios, las intrigas de los mismos conciudadanos. Es el poder de concentración lo que asombra de Bolívar, demostrado cuando dictaba hasta tres y cuatro cartas a la vez.

            En Angostura Bolívar es sociólogo, filósofo, historiador, visionario, nos muestra lo que ha asimilado de los clásicos antiguos y modernos, es esencialmente un político creador. Cuando nos habla del Poder Moral, su cuarto poder, pone de manifiesto la sensibilidad de su alma y su preocupación por la educación del pueblo: “La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una República; moral y luces son nuestras primeras necesidades...”

            Bolívar se pronuncia también por un gobierno republicano, cuyas bases serían “la soberanía del pueblo; la división de los poderes; la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y los privilegios.”

            Este discurso de Angostura tiene unas cinco mil palabras. Bolívar le encomendó a Manuel Palacio Fajardo que le hiciera las observaciones que creyera conveniente. Apenas pronunciado en el recinto del Congreso, Bolívar lo entregó al súbdito británico James Hamilton, comerciante residenciado en Angostura, para que lo tradujera al inglés. Este manuscrito, escrito por ambas caras en un cuaderno de 32 folios, permaneció en manos de los familiares de Hamilton, hasta que fue rescatado por Pedro Grases en 1975 y publicado en reproducción facsimilar.

            El 17 de febrero, a dos días de haberse instalado el célebre Congreso de Angostura, se juramenta Simón Bolívar como presidente de Venezuela. A partir de ese momento aparece en los documentos oficiales la denominación “Libertador Presidente de la República de Venezuela”, hasta el 17 de diciembre de este mismo año, en que pasa a ser presidente de la nueva República de Colombia que él mismo ha creado. Su gabinete lo integra con Manuel Palacio Fajardo en Estado y Hacienda; Pedro Briceño Méndez en Guerra y Marina; Diego Bautista Urbaneja en Interior y Justicia.

            Por decreto del Congreso de Angostura, con motivo de su instalación, se acuerda el 25 de febrero un indulto general en todo el territorio libre de Venezuela, para marcar este augusto y memorable día con actos de humanidad, piedad y beneficencia. En él se libera a los que se retracten de su oposición a la República y se incorporen a las filas patriotas; a los evacuados que siguieron a los españoles, en caso de que vuelvan a cualquier parte del territorio; a los desertores o criminales de otra especie, refugiados en los montes, perturbando la tranquilidad social, que se acogieran a esta política de pacificación ante cualquiera de las justicias territoriales.

            Apenas juramentado, el Libertador toma nuevamente su espada y va a lo que realmente ama, a la guerra. La liberación de Nueva Granada está pendiente. Otra vez a desguazar el Orinoco con destino al Apure. Allí está el 2 de abril de 1819 cuando José Antonio Páez con 153 llaneros atraviesa el Arauca en busca de las tropas enemigas. Teniéndolas ya de frente, y muy cerca, finge que se devuelve, como quien huye, y dejándose perseguir un trecho, de pronto gira presuroso al grito de “¡vuelvan caras!”, Y aprovecha el desconcierto de los realistas para penetrar en sus filas y derrotarlas.

            Esta es la famosa acción de Las Queseras del Medio que dio al caudillo llanero una victoria inenarrable y le mereció del Libertador el título de “la mejor lanza del mundo”. Lo insólito de esta batalla es no sólo la astucia del jefe llanero, sino la enorme diferencia numérica y la indudable preparación militar de los soldados de Pablo Morillo. Este tenía un ejército infinitamente superior al de Páez. La sola caballería realista, que fue la primera que se movilizó, constaba de unos 1.000 jinetes. Fue arrollada prontamente tras el grito de ¡Vuelvan caras! Y los carabineros de Narciso López también fueron desbaratados por el intrépido Juan José Rondón. En total, los realistas perdieron unos 400 hombres, mientras que los patriotas apenas lamentaron la pérdida de dos soldados muertos y seis heridos.

            En algunas partes se registra esta batalla el día 2 de abril, y del mismo parte de guerra se infiere que ocurrió el día 2. Sin embargo, el propio Páez en su Autobiografía señala que fue el 3 de abril. Luego de tan heroica acción, Bolívar premió a los 154 guerreros con la Cruz de los Libertadores y dictó una hermosa proclama que decía: “¡Soldados! Acabáis de ejecutar la proeza más extraordinaria que puede celebrar la historia militar de las naciones.

Ciento cincuenta hombres, mejor diré ciento cincuenta héroes, guiados por el impertérrito general Páez, de propósito deliberado han atacado de frente a todo el ejército español de Morillo. Artillería, infantería, caballería, nada ha bastado al enemigo para defenderse de los ciento cincuenta compañeros del intrepidísimo Páez, las columnas de caballería han sucumbido al golpe de nuestras lanzas; la infantería ha buscado un asilo en el bosque; los fuegos de sus cañones han cesado delante de los pechos de nuestros caballos...”

            Ahora sí, por razones de geopolítica, a liberar al hermano neogranadino. El 23 de mayo, en la Aldea de Setenta, pueblo cercano a Mantecal, en el estado Apure, el Libertador convocó una Junta de Guerra con sus más distinguidos oficiales. Allí, en una choza sin muebles, sentados sobre cadáveres de animales, se decidió la invasión de Nueva Granada con el ejército venezolano.

            La culminación exitosa de la Campaña de los Andes fue la Batalla de Boyacá, librada el 7 de agosto. El Libertador, que había comenzado la campaña con unos 2.500 hombres, llegó a Boyacá con un ejército exhausto, después de haber cruzado el Páramo de Pisba. El general Barreiro sufrió completa derrota. El mismo quedó prisionero junto con 1.600 españoles más. Apenas se salvaron 50 hombres. El virrey Sámano huyó precipitadamente de Bogotá.

            De regreso en Angostura, frescos los laureles de Boyacá, Bolívar propone el 17 de diciembre la creación de la República de Colombia, la obra magna del Libertador. Mediante la Ley Fundamental de Colombia, “las Repúblicas de Venezuela y la Nueva Granada quedan desde este día reunidas en una sola bajo el título glorioso de República de Colombia” Esta nueva República se dividirá en tres Departamentos, cuyas capitales serán Caracas, Quito y Bogotá. La Ley fue ratificada en 1821 por el Congreso de Cúcuta. Este día se le da carácter constitucional a Colombia, con lo que la tercera República venezolana dejaba de existir. 



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Vinicio Romero

Escritor e historiador venezolano. Murió el 20 de noviembre de 2007. Gabriel García Márquez contó con él como asesor histórico para la novela El general en su laberinto, sobre Simón Bolívar. En 1999 fue electo constituyente para la CRBV. Publicó más de 30 obras de historia de Venezuela con carácter educativo, con más de un millón de ejemplares, como: Las aventuras de Simón Bolívar; Las aventuras de José Antonio Páez; Mis mejores amigos; 110 biografías de venezolanos ilustres; ¿Qué celebramos hoy?, El libro de las efemérides venezolanas; La Constituyente al alcance de todos; Conciencia de género en la Constitución Bolivariana; CD: 2001 temas de historia de Venezuela en multimedia, y Mi amigo Simón Bolívar, entre otros. Fue Presidente de la Sociedad Bolivariana de Venezuela (2002-2006).


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