Los seres humanos todos, la humanidad, debe entender de una buena vez que la monarquía imperial actual, mejor conocida como la Derecha capitalista, que al fin de cuentas es lo mismo, no es una entelequia, una estructura mental armada por quienes adversan la forma como se conduce en el mundo esa organización de individuos, amos de inmensas fortunas, obtenidas a través de las grandes artimañas políticas, sino que es una realidad viva, como una serpiente de mil cabezas que engulle todo lo que encuentra en su camino o le apetezca.
En la sana relación de hombres y mujeres desde hace siglos, los acontecimientos que caracterizaron los tiempos antiguos siempre estuvieron barnizados por la creencia de la existencia de una luz universal que solía posarse en la mente de unos cuantos para decirles “ ¡Eres especial! ¡Eres un ser divino! ¡Debes regir el mundo!” y unas cuantas cosas mas que, en el acto, se ajustaban a las ambiciones personales de unos cuantos que se creían hijos de los dioses o representantes mesiánicos.
De hecho, no creo que sea difícil olvidar los reinados de la vieja Europa, donde los mas antiguos se sentían hijos de deidades o protegidos por ellas y hasta algunos entraban en conflicto con esas deidades mientras otros, por su lado, simplemente se consideraban seres absolutos.
Como es de suponer, esas creencias (sueños, ideas, visiones y esperanzas) se fueron fortaleciendo con el tiempo e iban trenzadas con las ambiciones personales y escoltadas por el poder de las armas de unos cuantos.
Y por allí se ha venido colando -desde siglos y ahora unas cuantas décadas-esa idea según la cual, el destino ha aterrizado con tal fuerza en algunos hombres y mujeres de la monarquía imperial, esa Derecha capitalista, y les ha dicho:
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¡Ustedes son los agraciados!
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¡A ustedes corresponde decidir hacia dónde deben ir los hombres y países que forman este mundo y en qué condiciones!
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¡Id tras ellos y hacedles ver que ustedes son los que tienen la bendición y los demás son vuestros vasallos!
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¡Nada pueden hacer que no sea de vuestro conocimiento!
Y por allí han estado haciendo para ellos y deshaciendo para los demás pueblos del planeta. A quienes no les parecen dignos los ignoran como han hecho con los que tienen una piel distinta a su palidez diabólica.
Así, por allí perdieron sus pieles los originarios nativos de piel rojiza, y apalearon y ahorcaron a los descendientes de africanos y han estado asesinando y destrozando con sus maquinarias de guerra a todo eso que no se ajuste a sus intereses personales.
Todavía creyentes en ser los descendientes inmortales del Olimpo, intentan valerse de cualquier truculencia para mantenerse en el poder y valerse de él para seguir sojuzgando a los demás infieles que osan oponerse a sus desmedidas ambiciones, al punto que los primeros sancionados con la soberbia de esa monarquía imperial sigue siendo su propio pueblo, que permanece tras las rejas, como lo estuvo por años Jean Valjean, por intentar llevarse un simple pedazo de pan.
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