Cuando el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Barack Hussein Obama, refrendó, el pasado 9 de marzo, la Orden Ejecutiva, que le redactaron sus colaboradores, en la que decretaba a Venezuela como una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de su país, no estaba haciendo otra cosa que lo que ha sido una práctica reiterativa de los gobiernos imperiales estadounidenses a la hora de pretender someter a los países que se resisten a su dominación.
Implícita amenaza
El proceder ha sido, precisamente, catalogarlos como una amenaza para los sacrosantos intereses estadounidenses; así comienza el catálogo de injerencia abierta consideración que, en sí misma, ya lleva implícita una amenaza hacia el país en cuestión; eso es lo usual y lo ordinario en el proceder yanqui, así luego se apresuren a declarar que, con tal medida, no pretendan intervenirlo, aun, cuando la realidad histórica evidencia exactamente lo contrario; con esa medida y su correlativa negación ya abren la espita al plan intervencionista.
Por eso, lo acontecido el 9 de marzo, con nuestro país, no debe significar, para los patriotas venezolanos, una sorpresa en cuanto a los propósitos reales del imperialismo, pues, es amplia y conocida la lista de los países que han sido expuestos a situaciones similares a la nuestra, tanto en este Continente como en otras latitudes, en las que ha estado presente, siempre, la misma causalidad: la resistencia de los pueblos a la intromisión y dominación yanqui.
Por supuesto, los estrategas estadounidenses adecúan el plan intervencionista a las condiciones específicas de cada caso y, dependiendo de ello, actúan o bien directamente con sus marines y aviones o bien a través de interpuestos actores. En Kuwait, Irak, Afganistán operaron directamente, junto a sus aliados, utilizando como justificación cualquier sinrazón adecuada a sus circunstancias; pero en Libia, Siria, etc., apelaron a los consabidos mercenarios y en el caso ucraniano hicieron uso de los grupos apátridas, de la derecha fascista, que lograron sembrar y estimular en el seno de ese pueblo. Dejando en todos los países una estela de destrucción y desolación.
Diversas modalidades de intervención
En el caso de América Latina y el Caribe, por casi 200 años nuestros pueblos han estado sometidos al acoso, la injerencia y el intervencionismo estadounidense y para ello han hecho uso de las más diversas modalidades, desde, la invasión para la expropiación y anexión de territorios (México, Puerto Rico), la invasión militar directa para deponer gobiernos (Guatemala, Nicaragua, República Dominicana, Cuba, Panamá, Grenada, etc.), promoción de golpes de Estado (Brasil, Argentina, Perú, Ecuador, Cuba, Bolivia, Chile, Uruguay, Paraguay, Honduras, Venezuela, etc.), invasión a través de mercenarios (Cuba, Nicaragua, El Salvador, etc. ), el uso de la presión política y bloqueos económicos hasta la instalación de bases militares en puntos estratégicos de diversos países de la región y, por si fuera poco, ahora, nuevamente, la presencia de su toda poderosa IV Flota surcando los mares del Continente.
Todo ello, acompañado, naturalmente, de la acción permanente de intromisión en nuestros países a través de las representaciones diplomáticas estadounidense, de sus agencias de inteligencias, de las Organizaciones No Gubernamentales financiadas por distintas vías y mecanismos; de la influencia omniabarcante y alienante de la plataforma comunicacional y de la industria cultural estadounidense reproductoras de los valores del capitalismo imperialista y del consumismo depredador. Contando, además, con el apoyo de las oligarquías locales, del pitiyanquismo criollo, que como vulgares malinches se prestan para facilitar la labor de sumisión y relación neocolonial con el imperialismo norteño.
Todo un omnipresente dispositivo que tiene como propósito esencial garantizar los intereses económicos de los círculos imperiales estadounidenses, la explotación y la rapiña de las riquezas naturales de nuestra región, proteger el mercado latinoamericano para sus productos manufacturados y mantener sometida a Latinoamérica y al Caribe bajo su control, área del mundo a la que han considerado, históricamente, como su patio trasero.
Vanguardia redentora
Han sido casi 200 años de dominación pero también de lucha y resistencia heroicas siendo, justamente, el pueblo bolivariano y chavista venezolano el que en esta coyuntura de los albores del siglo XXI se ha erigido en la vanguardia y esperanza luminosa en la lucha por la redención, soberanía y dignidad de los pueblos nuestroamericanos.
Y es esta la razón, por la cual, la Patria de Bolívar está sometido al asedio del decadente imperialismo estadounidense, que ha intentado por diversos medios quebrar el Proyecto Político concebido y liderado por el Comandante Chávez , ahora conducido por el Presidente Obrero Nicolás Maduro.
Aturdida y apátrida
Frente a la ineptitud evidenciada por los lacayos criollos para llevar a cabo los planes desestabilizadores que han instrumentado desde el Norte para acabar con la revolución bolivariana no les ha quedado otro recurso que asumir ellos, los círculos imperiales, directamente, la ejecución de la ofensiva política, dejando a la oposición criolla aturdida, sin capacidad de reacción, que sólo ha podido argüir, por su vocación apátrida, que la intención imperial expresada en la amenaza usual y ordinaria de Obama no es la de invadir al país sino presionar al gobierno para que responda por los derechos humanos de los políticos presos, es decir, de los conspiradores fascistas presos.
Definitivamente estamos ante una oposición desenfocada totalmente del papel que como venezolanos les correspondería ante la amenaza que se cierne sobre el país. La historia y el pueblo les pasarán oportuna factura; por lo pronto, los jóvenes diputados opositores Ricardo Sánchez y Carlos Vargas ya se deslindaron patrióticamente de quienes se empeñan en ser serviles lacayos del imperio.