Parece ser que era verdad la existencia del eje Miami-Bogotá-Madrid que trata de derrocar a las autoridades legítimas de Venezuela. Ahora le toca su parte del espectáculo a Felipe González, una de las figuras políticas más sobrevalorada y desprestigiada de la política española.
Desde hace años Felipe es empleado directo de Gustavo Cisneros, a quien, a instancias de su padrino político y económico, Carlos Andrés Pérez, ayudó a enriquecerse cuando le dio a dedo las tiendas nacionalizadas Galerías Preciados por 1000 millones de pesetas y Cisneros, cinco años después, las revendió quebradas por 30.000.
Felipe soñó con ser el principal referente político español en Latinoamérica. Suya es la definición según la cual los expresidentes españoles son floreros chinos, aunque no él, que es otro tipo de florero para otro tipo de flor.
En una causa tan antipopular como la defensa de dos delincuentes como Ledezma y López, se presenta voluntario para defenderlos. Todo el mundo tiene derecho a la defensa pero pronunciarse públicamente como valedor de dos activos conspiradores que tienen el respaldo de un país extranjero como Estados Unidos y un gobierno como el español, no deja de ser una afrenta al pueblo venezolano, a su gobierno y un acto de soberbia.
Felipe González tiene el record de ser el cabecilla de la organización terrorista con más muertos en el Estado francés, el GAL. Acompañó a sus cómplices, Vera y Barrionuevo, a la puerta de la cárcel y repite una y otra vez que «el Estado no está para hacer pantalones vaqueros», él entendió que estaba para otra cosa y de ahí su marca especial en Francia.
El verdadero consciente de Felipe está aquí. Lleva años siendo él, cobrando por aburrirse y aconsejando a la nada. Lo imagino en la bodeguilla con Gabo, hablando del tiempo y tratando de hacerse un nombre con Fidel… la Historia sólo absolverá al cubano.