La cumbre de las américas sucedió tal como la diseñaron sus organizadores: negocios, saludos, exhibiciones. En aquel escenario de rebaño, de ovejas que intentan rugir como leones, ocurrió un hecho histórico que rompió el guión y nos llena de esperanza. Veamos.
Una provocación de los capitalistas envalentonados tuvo una respuesta de la delegación cubana llena de dignidad. Los capitalistas llevaron a la cumbre al asesino del Che, la delegación cubana repelió la afrenta y, acompañada de la delegación venezolana, se retiró del foro en medio de un forcejeo. De esta manera una vez más tomaron realidad las palabras del Apóstol Martí:
“Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro”.
El incidente evidenció los bandos de la centenaria batalla americana que ninguna cumbre puede tapar. Se trata de la lucha de los humildes por su redención, enfrentados a los capitalistas que los despojan de su derecho a la vida, se trata de Revolución. Los capitalistas trajeron al que asesinó la esperanza, los cubanos y venezolanos dignos trajeron la historia y el corazón de los pueblos insurrectos.
Este hecho fue lo más importante de la cumbre. Para algunos puede parecer pequeño, fugaz, no perciben que en esa escaramuza emergió tenaz lo que el Che llamaba la “feroz lucha de clases”. La reacción de repudio a la afrenta emergió desde lo profundo del alma de esos combatientes, allí donde una existencia fraterna, donde el hombre es hermano del hombre y no lobo de sus semejantes, se ha convertido en sentimiento amoroso. Allí donde una manera de vivir que prestigia el humano por sobre el lucro, por sobre la competencia, se ha convertido en solidaridad militante. En esa plaza panameña emergió lo mejor del humano labrado en años de Socialismo.
No es casual que la provocación haya sido con el Che, el guerrillero heroico, el teórico que un día Fidel calificó como un adivino. Representa lo más avanzado de la lucha Revolucionaria; él junto a Fidel son ejemplo que pulveriza con su práctica y su prédica las pretensiones de enterrar al Socialismo en una arena movediza de excusas entreguistas.
El Che hizo presencia en la cumbre con el mismo decoro que en Punta del Este; con él estaban Fidel y su pueblo con la misma valentía de la crisis de los misiles; también Chávez y su grito “aquí huele a azufre” que fracturó los convencionalismos. En esa plaza, que debía bautizarse “Plaza de la perseverancia revolucionaria”, se demostró que el Socialismo vive en Cuba, en Raúl, en su pueblo heroico, y que no será fácil para el imperio enterrarlo.
Esos combatientes que respondieron a la provocación capitalista merecen la medalla “Che Guevara” que se otorga a los luchadores destacados en la batalla de la humanidad por superar al capitalismo y construir el Socialismo. Si la medalla no existe, debería crearse.