Setenta años

"Seventy years", "70 années", "70 jahre", "70 anos", "70 anni", "sedmdeát rok", "zaventig jaar"…de seguro, recién, estos fueron los titulares de la prensa de habla inglesa, francesa, alemana, portuguesa, italiana, checa y holandesa, respectivamente, que traducido a nuestro idioma cervantino significan "setenta años". Esta frase la utilizarían para conmemorar los dos hechos más horrendos registrados en la historia de la humanidad y ocurridos hace siete décadas: el lanzamiento, ordenado por el presidente Harry Truman de EEUU, de dos bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima, el 6 de agosto de 1945 y tres días después contra Nagasaki. Así mismo, supongo que para esta misma fecha, por allá en 1945 aparecieron en esos mismos periódicos la palabra "peace", "pax", "frieden", "paz", "pace", "mir" y "vrede", en los idiomas referidos anteriormente, para celebrar el 15 de agosto la rendición de Japón a las fuerzas aliadas y posteriormente, el 2 de septiembre la capitulación alemana.

Pareciera que estas tres palabras (setenta años y paz) pudieran tener una gran significación histórica, dada la relevancia que de estas se desprende. Cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial yo no había nacido, pero muchos de los que si vieron la luz y que fueron recibidos con el rostro de felicidad de sus padres, lamentablemente, pasado los años millones de ellos fueron masacrados en los campos de batallas, en las ciudades bombardeadas y en los campos de concentración. Otros, como los niños, jóvenes, adultos, mujeres y ancianos de Hiroshima y Nagasaki, cuyo único delito fue haber nacido japonés, no pudieron disfrutar de la vida. Su futuro les fue aniquilado, simplemente porque unos cuantos científicos, políticos y generales decidieron que ellos no debían vivir. Y aquellos que sobrevivieron a tal barbarie hubiesen preferido la muerte y no sufrir la secuela de la radiación atómica. Tan solo a unos endriagos se les pudo ocurrir tal monstruosidad que ocasionó más de 300.000 muertos en dos instantes.

De las acciones de la Primera y Segunda Guerra mundial resultaron más de cincuenta millones muertos y sus secuelas causaron ciudades completamente destruidas, millones de seres humanos mutilados, millones de hombres y mujeres desplazados que vagaron por Europa hacia destinos inciertos, dado que las guerras arrasaron con sus hogares. Generaciones de jóvenes destruidas cuyas ilusiones quedaron sepultadas en los ensangrentados campos de batallas, bosques completamente devastados y erosionados, entre de las calamidades que me obligo recordar. Y qué decir de los horrendos efectos posteriores de las bombas atómicas; además de las víctimas mortales en el momento de la explosión, dos ciudades arrasadas en un gran porcentaje, miles personas con la piel quemada, miles de nipones ciegos debido al destello de la bomba, miles de japoneses sordos por el estruendo del estallido de la bomba, diversas enfermedades desatadas, entre estas el cáncer y miles de bebes nacidos deformes por el efecto de la radiación atómica. Y pensar que todavía hoy las grandes potencias conservan en sus arsenales más de vente mil bombas nucleares. Para qué tantas, si con solo tres de estas armas infernales la Tierra se convertiría en un humeante Armagedón, de los humanos solo quedaría un polvo cósmico y nuestro ADN vagaría por la inmensidad del cosmos.

Por lo general, todas las guerras las deciden un "selecto" grupo de empresarios, políticos y generales desalmados, dilucidando quiénes y cuántos terrícolas tendrán derecho a la vida. Fueron unos trescientos ricos, blancos y cristianos, arteros europeos, los que dispusieron de la vida de millones de jóvenes para enviarlos a la Primera Guerra Mundial, entre ellos había fabricantes de armas ansiosos de probar la efectividad de nuevos artilugios mortales. Durante la Segunda Guerra Mundial se llevó a cabo el Proyecto Manhattan, un nauseabundo plan científico concebido por EEUUU y secundado por el Reino Unido y Canadá. El destino final de este programa fue la elaboración de la bomba atómica y para esto contaban con los mejores genios del mal del momento como Robert Openheimer, Niels Bohr, Enrico Fermi..., estos, junto con unos políticos bellacos y generales ladinos decidieron el destino de la humanidad.

Cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial (2-09-1945) en la prensa mundial en sus titulares destacaron la palabra PAZ, de este modo los habitantes del planeta se forjaron ilusiones en el entendido que en el futuro vivirían en concordia. Todos pensaron que la lección debió ser aprendida y después de tales desmanes nada podía ser peor. Craso error, la guerra persiste.

Después de la Segunda Guerra Mundial las apetencias imperialistas no cesaron. Si en EEUU había prosperado el emporio armamentístico era imprescindible usarlo, para esto era imperativo preservar las conflagraciones y por consiguiente, la industria de los muertos no paró. La paz decretada en 1945 duró lo que dura un lamento en la atmósfera. La guerra se perpetuó como la forma de enriquecerse los fabricantes de armas y otras industrias colaterales. Para tal fin contaron con el apoyo de ciertos políticos y generales quienes fueron, en algunos casos, muy irónicos para bautizar con títulos muy ocurrentes a las espantosas hostilidades. En el siglo XX y en la actualidad las guerras se bautizaron y se bautizan con nombres diferentes, como por ejemplo la guerra de Corea, la de Vietnam, la guerra fría, la Operación Tormenta del desierto, la Segunda Guerra del Golfo, la guerra de Yugoslavia, la guerra contra el terrorismo, la guerra de la causa justa (invasión a Panamá), la invasión a Libia, la guerra de las Malvinas, la invasión a Siria, la guerra de Ucrania, la guerra que mantiene Israel contra Palestina, la guerra de los países árabes contra el estado islámico (creado por EEUU), los conflictos de Sur Sudán, República Centroafricana, Nigeria, República Democrática del Congo, Afganistán, Irak, México, Colombia... La crisis de estas conflagraciones es de tal magnitud que en la actualidad existen más de cincuenta millones de desplazados, la mitad de ellos niños con muy poca aspiraciones de sobrevivencia. Hoy por hoy no es casual que en los diversos conflictos que se desarrollan en la el planeta tienen la impronta de EEUU o la de alguna potencia europea, en la búsqueda de combustible o de otros productos precisos para el desarrollo de sus industrias.

La guerra hoy tiene muchas facetas, las hay de forma directa como la la invasión desvergonzada de EEUU y sus aliados de la OTAN contra Libia, Irak, Siria y Afganistán y la otra, la guerra de cuarta generación, la aplicada por el Departamento de Estado de USA a los países con gobiernos progresistas del Salvador, Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Brasil, Argentina, Bolivia, sin dejar de lado a Rusia a quien como a Cuba se les aplican sanciones de tipo económico o de un bloqueo comercial.

Algunas persona ilusas piensan que la guerra económica de cuarta generación contra Venezuela, es parte del imaginario colectivo de los militantes del PSUV o de la mente castrocomunistachavista del líder obrero y presidente MM, quien mediante una "férrea dictadura militar" está acorralando a los "santos empresarios" de nuestra burguesía apátrida. Basta revisar la historia, no la contada por este suscrito doctor en ignorancia, sino la que está recogida en cientos de miles de libros, la almacenada en la prensa en las diversas hemerotecas, en los videos de archivos y en las moderna tecnología de Internet, allí los cándidos advertirán de lo que son capaces los imperios en su intento de ponerle las manos a las riquezas de otros países. Si una cáfila de gobernantes de EEUU fueron lo despiadadamente competentes para lanzar dos bombas atómicas a dos pueblos inofensivos, de qué no serán capaces los herederos de aquella estirpe de canallas y criminales.

No es extraño, que el único país que ha usado el poder nuclear para acabar en dos instantes con la vida de más de trescientos mil inocentes, hoy se erija como juez para autorizar a la nación que tendrá derecho o no de utilizar la energía atómica con fines pacíficos. Setenta años perdidos, sin posibilidad de borrar aquellas formas caducas de hipocresías y de aquellos egoísmos que naufragaron en los pantanos del olvido, aquellos que se desviaron en los lodazales de la demagogia y hoy se desangraron en las sentinas de la diplomacia y en las tácticas de guerras.

Somos miles de millones los que deseamos la paz y aspiramos la eliminación de los lúgubres arsenales de las armas nucleares. Un no rotundo a la guerra.



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Enoc Sánchez


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