La política no es para imbéciles

Cuando se extraen crónicas de los arcanos y de los antiguos basurales de la historia encontramos unos extraños personajes quienes por su conducta, de acuerdo con los parámetros actuales, no me queda más elección que tildarlos de locos. Muchos de ellos durante su gobierno hicieron cosas buenas, así mismo, por su palmaria enajenación les cedieron a los historiadores relatos verdaderamente peregrinos.

Voy a citar a reyes como Carlos VI de Francia (1380). Este monarca por el miedo que le tenía a quienes lo rodeaban asesinó a todos sus caballeros. Ludwig II de Baviera, el rey que gastó toda su fortuna en construir castillos, hasta logró acabar con la vida de su médico. El sultán Ibrahím I, un gobernante que le gustaba las obesas, las cuales traía desde todos los rincones del imperio otomano para atesorarlas en su serrallo; por una duda hacia el comportamiento de una de sus esposas ordenó matar a doscientos ochenta miembros de su harén. Iván el terrible, uno de los zares de Rusia, torturaba de forma cruel a los animales y a las personas, tampoco tuvo compasión con su pueblo al cual masacró de manera inmisericorde. Juana la loca de España, una reina que se volvió loca de amor por su esposo Felipe el hermoso, duque de borgoña y de otros títulos nobiliarios. Esta infeliz y noble chiflada experimentaba un miedo irracional que su esposo la engañara; después de muerto lo exhumó para colmarlo de mimos y besos, a pesar de la pestilencia emanda debido a la pudrición. Este sólo es un breve resumen de unos gobernantes dementes, sin contar a otros reyes, papas, sultanes, khanes, sha, zares, presidentes…quienes además de tiranos, practicaban conductas díscolas contrarias a las buenas costumbres. Otros fueron asesinos, pederastas, borrachos, maltratadores, drogadictos, ladrones, entre algunos de los calificativos que aparecen en los códigos civiles y penales en diversos países.

Además de los aludidos desequilibrados, quiero referirme a dos personajes de la historia. El primero es el caso de Tiberio Claudio César Augusto Germánico, mejor conocido como Claudio, sobrino de Calígula. Este extraño dignatario, dedicado a las lecturas, sin ningún tipo de experiencia política se mantuvo alejado del poder por su tartamudez, cojera, epilepsia y otras deficiencias físicas, siendo considerado por sus parientes y coetáneos como un verdadero imbécil. La mayoría lo tenían por tonto, esto conllevó a desarrollar desde su niñez un complejo de inferioridad, consecuencia de las burlas a las que fue sometido por sus compañeros. A la muerte de Calígula, debido a su aparente debilidad, los pretores que mataron a su sobrino lo llevaron a la primera magistratura aprovechando su falta de experiencia política. Todo lo anterior lo convertía en un títere fácil de gobernar. Resultó que Claudio se transformó en un buen emperador el cual se destacó en el terreno político-militar y durante catorce años de mandato Roma alcanzó gran prosperidad. Como se lee, estamos en presencia de un patricio que parecía un verdadero imbécil, sin embargo, alcanzó el pináculo de la política como un destacado emperador.

Veamos el segundo caso. Voy a referirme a otro personaje, el célebre archiduque Fernando Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena, conocido en la historia como el fugaz emperador Maximiliano de México. Un ser elegante, de hidalguía comprobada, conocedor de los intríngulis de la cortes europeas, hablaba alemán por haber nacido en Viena, además francés, húngaro, italiano, inglés, checo y polaco es decir, un indiscutible gentil hombre preparado para triunfar debido a sus vínculos con la casa Habsburgo. Agregado a lo anterior, era el consorte de Carlota Amalia de Bélgica, hija del rey Leopoldo I de Bélgica. Contrariamente a Claudio, Maximiliano no tenía la apariencia de un tonto o de un imbécil, su aspecto era el de un incuestionable triunfador. Pero su destino, mejor dicho Napoleón II de Francia le llenó la cabeza de pajaritos y creyó que iba a convertir al heredero de la casa de Austria en el segundo emperador de México apoyado por las tropas francesas. Tengo la impresión que Maximiliano, experto en la fastuosidad de las cortes Europeas, desconocía al pueblo mexicano, sus miserias, el analfabetismo de la gran masa de indios, la indisciplina militar y la propensión a la traición de ciertos líderes locales. El distinguido y apuesto noble caballero cuando llegó engañado al país azteca, al cual intentó gobernar, conoció de cerca que lo que tenía en sus manos no era ningún trono y mucho menos el imperio que le pintaron ciertos sicofantes que adversaban la política de Benito Juárez. Sin ahondar más en la biografía de este personaje, el desconocimiento de la política lo llevó a la tumba en Querétaro donde fue fusilado por un pelotón de la tropa constitucionalista. Como se lee, estamos en presencia de un portento quien sin tener la catadura de un imbécil se comportó como tal.

La imbecilidad en la política se paga caro. Vemos como Obama condujo a los líderes europeos a la aplicación de una sanción económica contra Rusia, al final, sus países están sumidos en un caos económico porque no tienen a quien venderle sus mercancías. De igual modo, el emperador Barack los llevó hacia una guerra sin cuartel contra los países de medio oriente y en la actualidad las naciones europeas están entrampadas en una emergencia, secuela de la invasión de los emigrados del norte de África hacia Europa. Da la impresión que los gobernantes de UE no recuerdan, a pesar de sus reiteradas experiencias en menesteres bélicos, que la consecuencia inmediata de las conflagraciones inhumanas es el advenimiento de los desplazados, quienes obligados por la desesperanza se constriñen a buscar refugio en otras latitudes.

En Venezuela apareció una caterva de políticos aspirantes a gobernar al país por encima de los dictados de la Constitución. Estos individuos no son locos, tampoco son de los que parecen imbéciles y no lo son, como en el caso de Claudio; tampoco son de los que no parecen tontos pero se comportan como verdaderos imbéciles, como en el caso de Maximiliano. En esta tierra de gracia nuestros "sesudos" personajes parecen imbéciles y tienen la singularidad de comportarse como tal; no lo disimulan. Sigan leyendo y los lectores sacarán sus propias conclusiones.

Con respecto al abominable asesinato de una dama venezolana, despedazada por unos sanguinarios asesinos, de inmediato algunos representantes de la MUD y otros opositores se pronunciaron, afirmando que los homicidas eran unos patriotas cooperantes infiltrados por el gobierno. Hay que ser bien estúpido al pensar que el gobierno infiltra a unos confidentes en los partidos de oposición, los manda a guarimbear, los incita a asesinar a una dama venezolana desconocida en el ambiente político para luego, después del crimen apresarlos y exhibirlos ante los medios de comunicación como un trofeo. Señores hay que ser bien estúpido para desrazonar de esta manera y menospreciar la inteligencia de sus conmilitones.

Penosamente, las estupideces van encadenadas como los chorizos. Ayer MM era colombiano y estaba inhabilitado para ejercer la presidencia, según los "egregios" opositores; hoy los mismos descerebrados afirman que Maduro está sacando a patadas a los neogranadinos de Venezuela. Señores…hay que tener un poco de comedimiento en la imbecilidad.

Ciertos opositores venezolanos no solo se conforman con parecer imbéciles, para sentirse bien conviene demostrarlo. Me refiero a que muchos de ellos se desgarran las vestiduras y se revientan el gañote machacando desaforadamente su patriotismo. Contrariamente, cuando hubo que votar en la AN contra el decreto intervencionista y amenazador del emperador Obama, los miembros de la tolda opositora se abstuvieron. No sólo esta conducta da muestra de sus sentimientos apátridas. Con relación al problema de los paramilitares colombianos, de las actuaciones de los narcos en nuestro territorio, de los pimpineros de gasolina, del contrabando de extracción, de los desplazados neogranadinos, de los ataques de nuestra moneda desde Cúcuta, del 20 % de colombianos que hacen vida en Venezuela y de los bachaqueros, nuestro opositores se pronuncian y se hacen solidarios con el planteamientos antivenezolano del expresidente Uribe, el narcotraficante N° 82. Del mismo modo, en lo concerniente a nuestro reclamo del territorio Esequibo, de súbito un "connotado" líder de la oposición da unas declaraciones apátridas en un periódico guyanés, en solidaridad con David Granger, presidente de Guyana. Me da la impresión que lo más transcendental para algunos opositores, no es solo parecer imbécil, sino comportarse como un soberano imbécil.

Como se puede apreciar en el artículo, la política no es para imbéciles, quienes cometen sandeces al final del recorrido tendrán que recoger los escombros de sus desatinos.



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Enoc Sánchez


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