El FMI, un Macrointermediario mercantil que absorbe silenciosamente la soberanía de los países

También estamos aludiendo indirectamente a la empresa privada que opera con la mercancía (dinero) ya definida como "motor perpetuo de la circulación", ante la relevancia que adquiere este medio de compraventa dentro de la circulación de las mercancías restantes y hasta de sí misma, habida cuenta de que interviene forzosamente en 66% de las fases constitutivas de la circulación del capital.

De manera que cuantitativamente esa función intermediaria por sí sola le otorga a la banca privada su carácter como empresa burguesa con máximo rango económico y propiamente macroeconómico, más allá de la que tuvo el dinero en los tiempos meramente mercantilistas o anteriores al capitalismo industrial.

Efectivamente, las relaciones sociales obrero-patronales coadmitidas entre burgueses y proletarios fuera de la fábrica, o r. económicas, funcionan o se activan con dinero salarial: el proletario sale a buscarlo y la empresa termina pagándolo luego del crédito que el trabajador le concede a aquella hasta cumplida la jornada semanal o quincenal. Asimismo, las relaciones técnicas, fábrica adentro, se activan con el dinero que paga o compra las fuerzas productivas complementarias, unas necesarias y otras no tanto, ya que hasta ahora el empresario ha manejado costes falsos que asimila a costes reales de producción, y así esconder contabilísticamente que sus ganancias proceden de plusvalía y no del mercado[1].

Las funciones de las entidades bancarias, en general, son las de recibir y custodiar el dinero, distribuir y regular su uso, su destino, cuantificar y direccionar tanto sus fuentes como los beneficiarios, sus clientes ahorristas y prestatarios.

Los usuarios principales del dinero contante y sonante y del dinero bancario por excelencia son los capitalistas, fabricantes y comerciantes, y los son también los bancos de menor poder financiero.

En ese orden de ideas, podemos observar una jerarquización mundial: la banca nacional privada y la oficial de muchos países-la mayoría del área burguesa-son usados por la banca principal y transnacional tanto como alimentadores de sus bóvedas, como clientes a quienes aplicar las correspondientes tasas "activas".[2]

No olvidemos que las asociaciones capitalistas no son precisamente una hermandad de amorosas personas, en términos familiares; no es así; ocurre todo lo contario. En este tipo de capitalista, como en comerciantes de otras mercancías y el de sus fabricantes, los más "hábiles" prevalecen sobre algunos de sus colegas.

Así pues, el banco privado tiene la enorme responsabilidad de asumir el control de todas las posible funciones asignadas al dinero, particularmente las de comprar y pagar, y por encima de estas funge de atesorador ya que normalmente sus flujos de caja al final de cada día resultan positivos.

De resultas, con semejante atesoramiento e intermediación para que se lleve a cabo cada compra-venta de cuantioso volumen[3], terminan adueñándose jurídicamente de todo el circulante nacional, tanto parte de la lanzada por el Estado como el creado por la misma banca bajo la forma de dinero bancario, cheques, tarjetas de crédito, de débito, transferencias y afines. Todas estas salidas de dinero resultan aparente o ficticias-anulables entre sí*-hasta tanto no les sea retirado algún monto de dinero en efectivo, hecho que hoy resulta altamente restringido a través de los "cajeros automáticos". En estos cajeros, mientras más dinero usted les retire, menos les entrega por aquello de las comisiones por cada retiro.

Esos poderes bancarios se quedan cortos porque, además, estos bancos nacionales necesariamente entran en relaciones financieras con otros países y todos ellos tienden a desembocar y colocara buena partes del dinero en bancos transnacionales o entiodades estrictamente financieras del tipo del Fondo Monetario Internacional.

Finalmente, concluimos en que con el empleo de la banca privada burguesa los países clientes quedan a merced de ellos lo que significa una real pérdida de soberanía económica. Se pierde la soberanía nacional frente a la banca nacional, y la soberanía internacional que se apodera de toda la soberanía del país-cliente, inclusivo de los banqueros quienes así "terminan como el "cachicamo que trabaja pa'lapa".

Obsérvese que los créditos públicos tomados de esos intermediarios macroeconómicos suelen beneficiar primeramente a los banqueros del lugar ya que en sus manos se halla todo el control de la economía correspondiente.

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*El banco sólo acumula el margen de ganancias causadas menos los moderados intereses pasivos. Ambas tasas suelen ser monopolistamente aplicadas en todos los bancos; ellos no se tiran, no compiten en cuanto a las tasas.


 

 

[1] Los gastos de representación del personal de confianza, los alquileres, los controles contables del patrimonio del capitalista, la publicidad, el personal directivo y las asesorías profesionales que operan fuera de los talleres "donde se bate el cobre" o se concreta el proceso de trabajo, todos ellos son costes del dueño de la empresa, pero no de esta. Por consiguiente, mal puede tolerárselos como costes cargables al bolsillo del consumidor, envueltos en un precio de venta al público que los recoja como si fueran costos reales de producción. Esta estafa al consumidor siempre ocurre y ha ocurrido cuando el Estado burgués se ha perfeccionado como coadyuvante o administrador principal del patrimonio de los capitalistas a quienes debe protección por encima del poco que pueda ofrecerle al proletariado. Véase: Manuel C. Martínez M., Praxis de El Capital.

 

 

[2] La calificación de tasa pasiva es una denominación meramente contable: indican activos o pasivos del patrimonio en juego, pero, realmente todas son activas en la relación banco-clientela.

 

 

[3] Este volumen de transacciones lo determinan el circulante en juego multiplicado crecientemente según los hábitos de consumo y la renta per cápita de las personas que usan el banco o pasan por éste de una u otra formas.

 

 



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Manuel C. Martínez


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