La injerencia de Trump no es política

Venimos alertando al revolucionario venezolano, al sincero y no farsante como resultó ser la mayoría de la "izquierda" puntofijista[1], acerca de que debe revisar su concepto de clases sociales, su personal interiorización de lo que significa la estructura económica de toda sociedad, pasadas y presente, y de la presente sociedad burgocapitalista.

Mientras sigamos creyendo y afirmando que el Presidente Donald Trump es un injerencista en nuestros asuntos soberanos como república independiente, estaremos decononociendo que el capitalismo desde hace siglos rompió todas las barreras geopolíticas.

Efectivamente, el capital-un sistema económico crematístico-no tiene patria ni fronteras internas ni externas ya que las relaciones sociales de la burguesía, de sus fabricantes e intermediarios, son enteramente relaciones comerciales.

El solo comercio exterior entre vecindades ya salta cualquier barrera ética, geográfica o política. Las relaciones comerciales pueden ser realizadas entre el mismísimo diablo y Dios, si este lo conviene.

Ya nos alertaban lo antiguos griegos con pensadores económicos de la talla de Platón y Aristóteles:

"El cambio con el extranjero sólo puede introducir en la ciudad elementos perturbadores: hombres e ideas de un ambiente y una tradición distintos."[2]. Así opinaban los griegos en cuanto a las relaciones comerciales que parecieran limitarse a unas mercancías, pero, como la practican las personas, estás les agregan contaminantes: estilos de vida que lucen innovadores que estimulan hábitos de consumo ajenos a los importadores. Se trata de la dinámica del mercado, desde el más pequeño hasta el de las compañías transnacionales.

El mercado que protege el Presidente Trump es precisamente el de todas las transnacionales que se hallan desparramadas firmemente por el mundo actual: Estas transnacionales requieren más mercados para su propio crecimiento o, en todo caso, conservar los ya penetrados.

No hay duda de que ellos saben de todo ese potencial que nuestros países sureños siempre hemos representado, máxime Venezuela, ahora Bolivariana.

De un comerciante[3] jamás oirá usted una frase de cortesía ciudadana, salvo los clásicos y medioevales tratamientos de: Pase adelante, caballero; adelante, distinguida dama.

En su argot cotidiano sólo maneja términos como los siguientes: Usted lo visita mañana o tarde y le dice buenos días, buenas tardes, y él se limitará a oírlo para luego responderle con: ¿qué se le ofrece? Usa estas expresiones: cuánto vale eso; cuánto cuesta producirla; cuanto quieres ganar como salario; no me ha llegado esa mercancía, acabo de pedirla, ¿a cuánto asciende la tasa de ganancia en ese rubro de mercancías?, ese es el precio, negocios son negocios, cosas así.

El resto de los sentimientos humanos, los familiares, pasan a un segundo plano en el caso de los comerciantes, de allí que termina cuidando y queriendo más a su bodega, a su tienda, a su comercio, a su fábrica, más a que a sus hijos, que a su esposa y más que a sí mismo. El comercio se convierte, pues, en un auténtico e idolatrado fetiche.

La estructura económica-para quienes esto no terminan de entenderlo-es el piso sobre el cual nos movemos, sobre el que nacimos, sobre el que nos formamos, tenemos ideas y tomamos decisiones, todas, absolutamente todas, dependientes de nuestra condición social, de si somos burgueses o somos proletarios. Así, para dos clases sociales, dos tipos de pensamientos, dos maneras de ver el mundo, y dos mundos separados en cuanto a relaciones sociales.

Las clases sociales dividen tajantemente toda "sociedad" que las engendra, de allí que, por ejemplo, mientras la burguesía carece de patria y lo justifica a diario, los proletariados podrían tenerla y sentirla aunque no todos ya que el encanto diabólico de la sociedad burguesa o capitalista es que, como oferta burguesa, cada persona tiene abierta la posibilidad de pasarse para la clase burguesa a condición de disponer de una buena suma de dinero con la cual adquirir en propiedad privada algunos medios de producción y contratar a unos cuantos asalariados o compañeritos de clase.

En esta sociedad burguesa hay un menú de opciones para conseguir capital: Ahorros con cargo a privaciones personales; lotería, robo, corrupción, afiliación política a algún partido político burgués-corruptos por excelencia que llega al poder para saquear al Estado ya que todo partido político sólo busca hacerse rico en la persona de sus líderes con la apropiación personal del Presupuesto Estatal, salvedad de los partidos comunistas originarios[4].

De manera, pues, que mientras no entendamos bien el concepto de clases sociales, ese que nos explica por qué somos una suerte de dos estados paralelos, seguiremos creyendo que Donald Trump es un injerencista político.

Ciertamente, él solo está velando por los intereses económicos representados por el gran mercado capitalista que él mismo representa en su doble condición de comerciante y jefe actual de del resto de los empresarios nacionales y transnacionales que conocemos.

El control imperial dejó de ser político hace varios siglos. Marx y Engels lo identificaron hace tiempo: Los gobiernos en las sociedades burguesas (el Estado) son agentes gerenciales de la Administración, custodia y defensa del patrimonio de las empresas capitalistas y de sus terratenientes.

Las cuestione políticas se quedaron en la Historia de la feudalidad donde la tierra, siervos y vasallos eran una sola mezcolanza indisoluble; cada feudo era una suerte de Estado independiente con un reyezuelo local que su vez se sujetaban a un Rey general. Cada feudado era impenetrable por terceros y sus trabajadores eran intransferibles.

Con el capitalismo, la mano de obra quedó como un bien libre reproductible como los seres de la Fauna y la Flora, cuya única propiedad privada es desde entonces su fuerza de trabajo que se trafica como si fuera papas o cebollas.

 

[1] Todavía dentro del Chavismo subsiste una suerte de Puntofijismo solapado o de flotación mucho de cuyos integrantes son los mismos que protagonizaron esa perversa alianza de 4 décadas.

[2] Véase: René Gonnard, HISTORIA DE LAS DOCTRINAS ECONÓMICAS. Capítulo I, Sección I.

[3] Huelga decir que el señor presidente Donald Trump es un excelente comerciante y nada más. Sus desplantes y desaguisados políticos lo demuestran.

[4] El Psuv podría ser un partido honesto cuando termine su decantación de tantos Tartufos que llevaron al Presidente Chávez al poder amanera de Caballo de Troya.

 

 



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Manuel C. Martínez


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