Desde hace muchos siglos los malos se agruparon para arrebatarles a los buenos el producto de su trabajo y no solo para robarlos, también para sojuzgarlos. En un principio fue la fuerza física de uno contra los otros la que predominó en aquella hegemonía. Pasado el tiempo, los malos conformaron grupos con la misma finalidad, en este caso, para que sus malas acciones las perpetraran un grupo mucho mayor sobre grandes extensiones de tierras y sobre miles de personas. Surge así la monarquía, en dicho caso, varios individuos dirigidos por una figura llamada rey, se confabularon y se unieron para despojar a los buenos, es decir, a los pendejos, de sus tierras, además de las dehesas, los animales de pastoreo, así como de los frutos recogidos en los trabajos agrícolas.
Aquellos hombres fuertes amparados por ejércitos lograron crear un modelo de gobierno, la monarquía, y comenzaron a explotar a los siervos, a cobrarles impuestos para protegerlos de ellos mismos o de otros vándalos como ellos. En un principio entregándole al rey el producto de su trabajo como animales de pastoreo y mercancías agrícolas y luego en monedas. Todo esto para mantener y enriquecer a una cáfila de aristócratas que vivían a costa del trabajo de los demás. Robaron grandes extensiones de tierras transformándolas en principados, ducados, condados y marquesados donde gobernaba un aristócrata. Estos señores hidalgos lo único que hacían con sus ejércitos era robar tierras para entregárselas al rey y en las territorios conquistados sus moradores se convirtieron en siervos del señor para mantener a los "distinguidos caballeros" de la corte".
Como vemos en lo narrado en los párrafos anteriores, estamos en presencia de un grupo de dos o más personas que se reúnen o conciertan para celebrar un convenio o un pacto cuya finalidad es la organización de dichos individuos en una sociedad con fines delictivos, sin especificar el tipo de delitos que se cometerá, ni tampoco el momento, ni el lugar ni contra quien se va atentar. Es lo que hoy se denomina, desde el punto de vista legal, un delito tipificado con el nombre "asociación para delinquir" o "concierto para delinquir" y al grupo que la conforma se le llama "organización criminal".
De acuerdo con lo expuesto anteriormente las vetustas monarquías conformaban verdaderas asociaciones para delinquir, veamos: los aristócratas robaban las tierras ajenas; además, despojaban a los siervos el producto del trabajo bajo la figura de impuesto; el señor feudal violaba las jóvenes del feudo amparado por el "derecho a la pernada". Era el derecho del señor feudal a pasar la primera noche antes de casarse la sierva. Así mismo, violaban los derechos humanos de forma insolente a aquellos siervos que no pagaban los impuestos; obligaban a trabajar a los niños y a los ancianos; disponían de las tierras más fértiles que no eran de su propiedad, entre tantos de los crímenes que se les puede achacar a aquella "organización criminal" llamada monarquía.
La monarquía fue una escuela o un ejemplo a seguir para las futuras organizaciones criminales. Es el caso de las "mafias", algo que ya no es exclusivo de los italianos sino que se ha arraigado en otros gentilicios. Así hoy por hoy se conoce la mafia china, la irlandesa, la rusa, la polaca, la estadounidense que interviene en diversas partes del mundo. En un principio la mafia siciliana operaba repartiéndose entre las familias el territorio de una ciudad (tal como los principados, los condados, los marquesados…) para cometer sus transgresiones. Mediante convenios se repartían los delitos en cada sector que le correspondía a la estirpe que dominaba la región. Entre las infracciones cometidas por una familia mafiosa se puede nombrar, el cobro de impuesto a los negocios del sector por protección, es decir para resguardarlos de la misma mafia; otorgamiento de licencia para el funcionamiento de ciertos locales comerciales, dado los vínculos de la mafia con los señores del gobierno nacional, municipal y estadal; controlar los servicios como la venta de licor, prostíbulos, venta de drogas en la calle, cabarets, hoteles, casinos, restaurantes y todo negocio que se les ocurra. En verdad, las familias mafiosas no tenían nada que envidiarle a las monarquías en eso de "proteger" a los negocios, similar a como lo hacían los aristócratas con los siervos.
Aquel concierto para delinquir, inventado por las vetustas monarquías y continuado por la mafias, se hizo presente entre los políticos, financistas, presidentes, militares, industriales, jueces, organizaciones no gubernamentales, organismos mundiales, entre tantos personajes que convirtieron a la globalización en una enorme organización criminal cuya finalidad es asociarse para delinquir. Son notables las cantidades de crímenes de lesa humanidad, de violación de los derechos humanos, de crímenes ambientales, de crímenes de guerra, de hampa común, de injerencia política, de lavado de dinero, entre otras. Ante una denuncia de uno de estos delitos siempre parecerá un juez, una organización no gubernamental, una organización internacional, un congreso, entre otros que saldrán en defensa del criminal o en peor de los casos, acusarán a otros gobiernos de delitos que no han cometido y que otros si cometen.
Es sorprendente que personajes como el presidente Santos esté libertad, a pesar de los diversos crímenes que presuntamente ha cometido, como la violación de los derechos humanos, narcotráfico, crímenes de guerra, entre otros. Siempre habrá un tribunal o un congreso que lo absolverá. Lo mismo sucede con el presidente Temer de Brasil en cuanto su participación en sus negocios con la Odebrecht, sobre sobornos y otros delitos, pero perenemente aparecerá un juez ladino o unos ediles complacientes que a la hora de votar apelan a sus "convicciones democráticas", vinculadas a sus necesidades pecuniarias y Temer siempre está a la orden para satisfacerlas. De Macri el presidente argentino, de Kuczynsky el presidente del Perú, de Piñera de Chile., entre otros, todo ellos tienen acusaciones por algún delito y siempre salen airoso, no por su inocencia sino porque desafortunadamente aparecerá un juez o varios congresista ladinos solícitos que se prestan, por razones "oscuras", para evitar que dichos presidentes abandonen la primera magistratura y los envíen a la cárcel a pagar por sus delitos.
Y qué decir de Donald Trump cuyas fechorías de lesa humanidad contra Siria y Yemen se mantienen, además de su racismo descarado; así mismo, el presidente Rajoy quien dirige un partido cuya cúpula está podrida por hechos de corrupción y ni siquiera los miembros de la monarquía se escapan de sus vínculos con esas organizaciones criminales que conciertan para delinquir. En todos estos casos esta presente la sordina y la ceguedad de los jueces, de los congresos y las cortes y de los organismos mundiales que nunca se pronuncian sobre estas cuestiones, pareciera que se suman al concierto.
Lo más risible de todo que son estas organizaciones y presidentes los que emiten juicio sobre la Revolución Bolivariana cuestionando verdades y mentiras sin ninguna prueba, cuya única intención es desprestigiar el gobierno para justificar una intervención militar. Qué puede decir Donald cobre el desafortunado caso Oscar Pérez si Trump mantiene los bombardeos sobre Siria y Yemen y amenaza a Norcorea con una bomba nuclear; Santos y Uribe, sapos del mismo charco, debían callar ante la larga lista de sus violaciones de los derechos humanos a los colombianos; el presidente del Perú le corresponde enmudecer, si recientemente absolvió a Fujimori, un violador de los derechos humanos, a cambio de unos votos de la bancada fujimorista que evitó su salida de la presidencia; Macri merece perdurar mudo porque olvida los casos de los mapuches y Piñera no tiene currículo sino un prontuario y relega que la constitución de Chile es un legado de Pinochet. Los gobernantes de la UE borraron de un plumazo la cantidad de africanos que mueren en aguas mediterráneas buscando una mejor vida consecuencia de una guerra provocada por los gobiernos europeos, la OTAN y EEUU, además del ignominioso segregacionismo aplicado a los refugiados que llegan a Europa. Los mismos que eran buenos ciudadanos cuando casi toda África era una gran colonia europea. No cabe duda, todos se asociaron para delinquir y por los momentos la cosa les funciona como a las vetustas monarquías y a las mafias.
Al señor Rajoy le voy a trascribir una copla que cantaban los venezolanos durante la guerra de independencia, solo para recordarle que los tiempos han cambiado: "Yo soy venezolano/ de singular condición/por sobre mi no hay hispano/ aunque se diga señor". Lee que algo queda.