Los malos, es decir, los poderosos, siempre tuvieron y todavía hoy tienen alguna razón para despojar de sus bienes a los débiles. De igual modo, han sido y todavía hoy, son numerosos los pueblos vejados, sojuzgados y sometidos al escamoteo para apoderarse de sus recursos naturales. La historia nos revela, a manera de ejemplo, que durante la conquista y la colonización de América por parte de los españoles, toneladas de oro, plata y piedras preciosas fueron substraídas de México, Bolivia, Ecuador, Perú y otros pueblos originarios para financiar las guerras de las monarquías europeas, así mismo, para la construcción de palacios e iglesias, dado el contubernio entre el poder celestial y el terrenal. Con la certeza que estas fortunas robadas en el Nuevo Mundo, solo sirvieron para acrecentar las riquezas de unos pocos y no para aliviar las penurias de los europeos. Los pobres de las vetustas monarquías siguieron viviendo en la miseria.
En el caso de que aquellos criminales conquistadores ibéricos (españoles y portugueses) no encontraran metales auríferos o argentos, se aseguraban, mediante el repartimiento y encomiendas, grandes extensiones de terrenos productivos para ser trabajados por los aborígenes en una ignominiosa esclavitud. Así fue como Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay y otros pueblos originarios fueron víctimas de escandalosos despojos de tierras para el beneficio de su excelsa y reverendísima alteza real.
Durante siglos de las tierras americanas salieron hacia Europa toneladas de oro, plata, piedras preciosas, además otros renglones agrícolas y pecuarios (café, cacao, añil, pieles de ganado…) que sirvieron para que en tales países los aristócratas se hicieran más ricos, que de alguna manera contribuyeron al desarrollo y la industrialización de Europa.
Durante siglos aquellos saqueos se mantuvieron, que solo benefició a los aristócratas en un principio y luego, a los burgueses europeos, en ningún momento sirvieron para erradicar la miseria de los españoles, portugueses, holandeses, británicos, alemanes, franceses, entre tantos.
Pero los herederos de los ricos no lograron saciarse con el oro, la plata y las piedras preciosas sustraídas de América. Con el descubrimiento del petróleo resurge la ambición de aquellos perversos extranjeros y como consecuencia, un nuevo colonialismo. Resultado del apetito de los acaudalados por el nuevo y estratégico combustible resguardado en las entrañas de algunos países, estos serán víctimas de innumerables ocupaciones, guerras, humillaciones, invasiones y pillajes. Me refiero a los principios del siglo XX cuando los usurpadores extranjeros irrumpen contra los pueblos árabes para apoderarse de su petróleo, arruinándolos y desviándolos del rumbo de su destino. Comienza así la estrecha dependencia de la sociedad moderna, de tal manera que el grado de prosperidad de la economía de un país se mide por el consumo de petróleo.
Con la llegada del oro negro se sustituye el carbón y el primero se convierte en la sangre de todo el transporte moderno a través del aire, el agua y la tierra. Con la advenimiento de esta nueva forma de energía el universo industrial dependerá de esta. Todos los motores de millones de automóviles, miles de aviones, millones de barcos, centenares de cohetes se desplazan gracias al consumo de este fluido. Pero no solo el petróleo sirve para la movilidad de las máquinas nombradas, actualmente son numeroso los subproductos derivados de este maravilloso fluido tales como, plásticos, fibras, cauchos sintéticos, insecticidas, abonos, pinturas, medicamentos, colorantes, detergentes, cintas adhesivas, tintas, entre más de 80.000 productos surgidos de la industria petrolera.
No debo detenerme solo en lo referido anteriormente, aparte del transporte masivo que depende del petróleo, me obligo reseñar a otros sectores de la vida moderna que no pueden subsistir sin el petróleo, me refiero a la calefacción y la electricidad. Si a lo anterior le agrego que los modernos tractores, arados de surcos múltiples, sembradoras, segadoras, bombas de riego, tamizadoras de grano, molinos se comprenderá la importancia del crudo en la agricultura, es decir en la producción y distribución de alimentos.
Por muchos años la industrialización y el desarrollo de EEUU y de algunos países europeos se logró dada a la existencia del petróleo barato (osciló entre 1,20 $ y 1,80 $). A mediados del siglo XX el consumo de energía de EEUU, Europa y Japón, le permitió el progreso industrial, ciertamente, la mayoría del crudo era exportado desde los países árabes y desde Venezuela. Lamentablemente la posesión de los campos petroleros, en aquella época, no estaba en manos de las naciones poseedores del mineral, sino en una media docena de compañías extranjeras que fijaban los precios, dados que eran estas empresas las que establecían su propia autoridad en materia de precios, rentas fiscales, regalías, etc., sin tener que rendirle cuentas a nadie. No cabe duda, el crudo barato permitió el crecimiento del universo industrial.
Es extraño el comportamiento de la naturaleza, a los países del norte se le permitió el desarrollo de la tecnología hasta llegar al “inmoderado progreso”, en cambio a los del sur se les dotó de una enorme riqueza de pozos petroleros que los condenó al sufrimiento de las invasiones de los poderosos para arrebatarle su riqueza. Las empresas globalizadas se niegan a intercambiar petróleo por el desarrollo tecnológico. Todo lo quieren para estas, petróleo barato y tecnología cara.
Por desgracia el petróleo es un producto no renovable y algún día se agotará y por eso las empresas globalizadas, a través de sus gobiernos quieren apoderarse de los países con grandes reservas petroleras ubicadas en los países del Medio Oriente y en Venezuela. Hay informes serios provenientes de expertos en la materia (Comisión Paley) quienes afirman que con el tiempo EEUU perderá su independencia energética y su dependencia del petróleo procedente del exterior aumentará continuamente, dado el derroche de USA en materia energética.
Por lo anterior es que EEUU se prepara desde hace tiempo para apoderarse de las riquezas petroleras del Oriente Medio y de Venezuela. Para esto me voy a referir a algunas frases de viejos funcionarios duchos en este tema. Walter J. Levi, un reputado analista petrolero expresó alguna vez: “Los EEUU y occidente no pueden ni deben tolerar en absoluto que su vital suministro de petróleo empiece a depender de un puñado de países de Oriente Medio, sumamente inestable e imprevisibles. En otro caso, toda la seguridad, e incluso la libertad política pura y simple del universo industrial se verían condenadas”.
No creo que el experto exagere, si se tiene presente que Europa depende del 75 % del petróleo árabe y el Japón del 80 %. Quizás por eso en el 1975 Henry Kissinger expresó: “Jamás imaginé que pudiésemos utilizar nuestra fuerza para influir en la cuestión de los precios, lo cual excluyo, y otra es saber que podríamos intervenir si el mundo industrial corriese el peligro de verse privado de energía. Tal es el marco de nuestra acción, en las relaciones con nuestro aliados”.
Y si todavía queda alguna duda sobre el afán por el petróleo de las empresas energéticas globalizadas de los países industrializados, leamos el siguiente párrafo del referido Levi: “Lo único absolutamente cierto, en la hipótesis de una acción militar en el Golfo, sería la destrucción inmediata de las instalaciones petroleras, que son precisamente, lo que se trata en principio de proteger y conservar”.
Es imprescindible citar la doctrina de Carter (expresidente de EEUU) con relación al petróleo: “Que todos comprendan claramente nuestra posición: toda tentativa, por fuerzas exteriores de apoderarse del control del Golfo, será considerada como dirigida contra los intereses vitales de los Estados Unidos de América. Tal amenaza deberá entonces ser rechazada por todos los medios, comprendida la fuerza militar”. Todas las referencias (Levi, Kissinger y Carter) fueron tomadas del libro “El desafío mundial” de Jean Jacques Schreiber
Después de los anterior los lectores comprenderán la razón del por qué EEUU, España, Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, Suiza y otros países europeos y grandes consumidores e importadores de crudo están “preocupados” por la democracia venezolana. Es oportuno recordar las palabras del general Simón en la carta dirigida a Mariano Montilla en 1821: “La unidad en la guerra es la primera ventaja”. Lee que algo queda.