¿Cuáles son los planes de Estados Unidos para Venezuela?

En una declaración reciente, nuestro camarada y embajador Samuel Moncada dijo que los planes de invasión a Venezuela existen desde diciembre. Se referirá acaso a alguna versión reciclada, porque si usted revisa los lineamientos del plan Venezuela Freedom-2, que se divulgó en 2015, se puede decir que ese proyecto intervencionista imperial aún está en desarrollo, con las adaptaciones forzadas por el decurso temporal y las variantes políticas del mismo a la luz de nuevas evoluciones. En ese sentido, cuando Donald Trump declaró que "todas las opciones están sobre la mesa" quiso decir precisamente eso. Sin embargo, es claro que hasta ahora la agresión imperialista contra Venezuela se ha manifestado menos en el frente militar que en los frentes económico, diplomático y político. No obstante, la reciente movilización armada estadounidense hacia aguas del Caribe con el pretexto de la lucha contra las drogas y con mención expresa de Venezuela ha encendido una vez más las alarmas ante el peligro de una intervención militar en cualquier modalidad, bien sea directa de Estados Unidos o con el concurso de algunos de sus sirvientes de forma multilateral o individual-nacional, sobre de todo de Colombia y/o Brasil.

Algunos ven como inminente la imagen de los marines desembarcando en las costas venezolanas. Eso no parece posible por ahora, por ningún lado que se le vea. Pero como en política no existe la palabra "imposible", por supuesto que es necesario continuar durmiendo con un ojo cerrado y el otro abierto. Digamos, de paso, que la movilización militar debe ser considerada en el contexto de otras dos acciones de reciente data: la acusación judicial contra los principales dirigentes de la Revolución Bolivariana para presentarlos como narcotraficantes, incluido el presidente Maduro, y también el "plan de transición" presentado por el gobierno estadounidense. Acaso la clave más prístina para develar la actual estrategia de Estados Unidos de cara al conflicto con Venezuela es la entrevista a William Brownfield, ex embajador yanqui en nuestro país, a la que se puede acceder en el diario bogotano El Tiempo. Brownfield no es un vocero oficial de la Casa Blanca en este momento, pero sí un veterano funcionario de la política exterior de Estados Unidos, vinculado a los más altos círculos del poder diplomático, habiendo ocupado relevantes cargos en varias administraciones. Su aproximación a los hechos es bastante precisa, al margen de que sus ideas políticas son completamente contrarias a las mías.

Brownfield ha enviado un mensaje claro a la oposición venezolana: "No deben contar con que Estados Unidos u otro entrará a solucionarles los problemas que tienen". ¿Significa esto que debemos descartar cualquier intervención militar en Venezuela? Por supuesto que no, pero el mismo Brownfield ha hablado de otras modalidades distintas a la invasión tradicional: "hay muchas opciones militares que no se parecen a las del último siglo y no requieren miles de soldados desembarcando en las playas de Venezuela y marchando hacia Miraflores (…) Hay formas de hacer intervenciones indirectas o usando tecnología, de causar trastornos a la cadena de mando, de establecer zonas humanitarias en la frontera o de ataques de precisión que se puede lanzar desde miles de kilómetros de distancia si se quiere mandar un mensaje".

Quizá lo más importante que asomó Brownfield en la entrevista fue lo siguiente: "pienso que se deben mirar los tres anuncios hechos por Estados Unidos en estos días como un paquete de acciones como un mismo fin". Intentemos desmenuzar esta trama.

Estados Unidos sabe que una intervención militar directa en Venezuela sería demasiado costosa, y lo mismo puede decirse de sus aliados cercanos del continente reunidos en el Grupo de Lima. Ni siquiera la opción de la intervención militar tecnológica es inminente en el plan. El gobierno imperialista ha desechado de momento la propuesta inmediatista de Juan Guaidó y su círculo. Sabe que el tiempo es un factor a tomar en cuenta y por eso está dejando el apuro y esperando que los efectos acumulados de su estrategia terminen por romper la piñata, así esto no ocurra mañana mismo. Es lo que ha asomado Brownfield al decir que la salida de Maduro "no tiene que suceder ya. El marco es una oferta que pueden tomar (los gobernantes venezolanos) en dos meses o en seis meses o en un año o cuando las condiciones se den". Entonces ¿a qué están apostando los Estados Unidos en el caso de Venezuela?

Para mí resulta claro que las herramientas principales que contempla Estados Unidos en este momento con respecto a Venezuela son la presión multiforme y el desgaste paulatino. Ellos no tienen una situación interna fácil. Es un año electoral y la pandemia del coronavirus afectará su economía al igual que ocurrirá en todo el mundo. En este momento no van a quemar sus naves en Venezuela, no porque no quieran sino porque no pueden. Saben que el coronavirus es un problema también para nuestro país. Brownfield ha dicho en la entrevista que "Ahora con el coronavirus, que en Venezuela será una tragedia porque no tienen un sistema de salud, el punto de inflexión está más cerca".

El pronóstico trágico del ex embajador gringo no parece tener posibilidad de cumplirse en lo inmediato, dadas las correctas políticas que ha adelantado el gobierno venezolano para afrontar la pandemia, y la conducta disciplinada y consciente que ha asumido la mayoría de los venezolanos. Pero es claro que el coronavirus tendrá sus consecuencias en nuestro país, que ya pasaba antes de esta pandemia por una situación económica difícil, por causa tanto de las agresiones imperiales como por años de errores acumulados. Con la pandemia, los precios del petróleo se han derrumbado y Venezuela, con la cuarentena, está virtualmente paralizada, a no ser por los males que la gente de a pie sufre a diario. El dólar paralelo se ha ido a la estratosfera y eso anima la especulación descarada y criminal de los comerciantes inescrupulosos, y continúan las fallas eventuales de los servicios públicos. Cuando regresemos a las calles después de la cuarentena seguirán los problemas del Metro y del transporte público en general, y acaso empeorarán. Tampoco sabemos cómo se desarrollará el tema de la gasolina. Habrá comercios en quiebra o en terapia intensiva, afectando a dueños y trabajadores. Y las sanciones criminales también proseguirán y probablemente se incrementen.

El deterioro de la situación interna del país es la apuesta principal de Estados Unidos en este momento, con la esperanza para ellos de que el descontento social, que existe y se puede incrementar, genere algún tipo de implosión interior que fuerce al chavismo a negociar. El imperialismo no anda en el plan estúpido de los opositores extremistas venezolanos, y de hecho parecen estar enmendándoles la plana. Por ahora su objetivo ineludible no es acabar con el chavismo, sino forzar una situación que lo saque del poder, y después se verá.

Como se ve, casi todo lo que ocurrirá va a depender de nosotros mismos. Así como Estados Unidos asoma que no va a solucionarle los problemas a los opositores que se les arrodillan, tampoco a nosotros ni los rusos ni los chinos ni los cubanos nos van a sacar las castañas del fuego, aunque su ayuda no es para nada despreciable ¿Estaremos en capacidad de corregir el rumbo donde haya que hacerlo y recoger los frutos de lo que se ha sembrado con las correctas políticas para enfrentar al coronavirus? Si alguien lo sabe que me lo diga, porque yo no lo sé.



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Néstor Francia


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