No sin mucha razón cuándo, cada 4 años, se hace referencia a los candidatos a nuevo presidente de Estados Unidos la tendencia es a opinar que "son iguales".
Sin embargo, desde el primer gobierno de Barak Obama y con el gobierno de Donald Trump, comenzaron a aflorar algunas diferencias muy notables.
El tradicional discurso "antiterrorista" acuñado por George Bush en septiembre de 2001, tomó matices, empezó a diferenciarse de acuerdo a los países. Ya todos no eran "ejes del mal" o "terroristas" per se.
Las guerras iniciadas por Bush en 2001 contra Afganistán e Irak, fueron continuadas por Obama que solo prometió que no enviaría más estadounidenses a morir en tierras foráneas. Cumplió. No se trajo a todos los millares de soldados invasores, pero en lugar de mandar más jóvenes, desarrolló la tecnología bélicas, poniendo de moda los aviones no tripulados, los drones y los misiles lanzados desde los portaviones.
Obama, no se conformó con continuar guerras. Entró con las suyas en Libia y Siria. Para ello contó con una experta, Hillary Clinton que tenía la vivencia de la guerra perdida contra Somalia y la invasión a Haití para derrocar al presidente.
Obama mantuvo el dogma del eje del mal, con Corea del Norte y Sudán e incorporó a Venezuela, con la firma de un decreto extraordinario e inusual.
Dejo unas relaciones con la Rusia de Putin en un nivel bajo y peligroso. Rusia hizo ver su seriedad en relación con la invadida Siria, a la cual apoyó tanto en la ONU, como en el terreno de guerra; otro tanto sucedió con la energética posición de Putin con respeto a Ucrania, donde la administración Obama había obrado para provocar una revolución de colores, que terminó haciendo que Crimea se independizara y decidiera federarse con Rusia.
Con respecto a China, impulsó una política de regreso al Asia Pacífico que no incluyó a la potencia asiática, con la que mantuvo unas relaciones de equilibrio, y si se quiere de cierto respeto ante el crecimiento económico chino.
En cuanto a Corea del Norte, sostuvo el discurso de la amenaza nuclear que representa ese país, al cual mantiene en el eje del mal, y permite una propaganda satanizadora.
Con Irán, cambia las políticas de Bush, y alcanza un equilibrado acuerdo nuclear, que va significar la suspensión de las sanciones de la ONU.
Con Europa, continuó las relaciones de cooperación y coordinación tanto económica como militar.
Mientras con América Latina, se produjo el gran cambio de política con Cuba, con la cual se reanudaron las relaciones diplomáticas. En hechos sin precedentes Obama visitó La Habana para iniciar lo que parecía ser un nuevo ciclo en las álgidas relaciones de los dos países.
Con la Nicaragua sandinista, también tuvo gesto de acercamiento, y mejoramiento de las relaciones de cooperación económica.
Al contrario de Cuba, la administración Obama tomó un camino diametralmente opuesto contra Venezuela, a la cual convirtió en centro de ataques legales y dejaría el camino abierto para las medidas unilaterales a futuro. Otro tanto hizo con Bolivia, país que mostró gran afinidad con Venezuela durante las presidencias de Evo Morales, que llevaron al rompimiento de relaciones y cierre de embajadas con EEUU.
El Republicano Trump
Siguiendo ese orden sucinto de exposición, se perciben las diferencias a las cuales nos referimos arriba.
Donald Trump, continuó dando soporte a los conflictos bélicos comenzados por George Bush y Barak Obama, pero no inició nuevos, a pesar de que por su carácter explosivo muchos apostaban a que haría intervenciones bélicas. Entre los países para los cuales se esperaba una invasión estuvo Venezuela.
Trump escogió la política de bloqueo económico unilateral, muchas veces más terrible que las guerras militares.
Prometió acabar con la dictadura en Corea del Norte. Sin embargo, al poco tiempo dio un giro de 180 grados para acercarse, con encuentros presidenciales incluidos, al país comunista. Llegó a mostrar su preocupación por la supuesta muerte de Kim Jong-un, a quien llamó presidente y ya no dictador.
Si bien con Rusia, se mantuvo la tensión histórica, y hasta sanciones por la situación de Crimea y Ucrania, entre Putin y Trump se dio una relación de altibajos, llamadas telefónicas, bilaterales, de desafío por parte del republicano, pero también de respeto hacia al liderazgo del ruso. En síntesis, las relaciones EEUU-Rusia en el período de Trump, fueron más distendidas que con Obama, cuyo vicepresidente por ocho años, ahora ocupará la presidencia.
La dinámica con China fue diametralmente distinta. Trump inició una guerra comercial que se expresó hasta en la persecución con empresas de comunicaciones como tic-toc. El arribo de los demócratas al poder, pareciera traer buenos augurios para la relación entre las dos superpotencias económicas.
Trump volvió a convertir a Irán en una pieza del eje del mar. Sus discursos se hicieron temperamentales, y abandonó unilateralmente el acuerdo nuclear. Lo último ha sido la persecución contra los tanqueros iraníes que traen el petróleo que el país persa vende legalmente a Venezuela. Pero en lo bélico, Trump no dio las órdenes, ni con Irán, ni con Corea del Norte, ni con Venezuela que esperaban los perros de la guerra.
Sudán, visto como país maligno por Obama, pasó a tener, con el derrocamiento de Al Bashir, un tratamiento más flexible, y de suspensión del bloqueo comercial.
Europa y su Unión Europea, recibieron un tratamiento de alfiles por parte de Trump quien poco cree en tratados de integración y acuerdos multilaterales, a los cuales prefirió abandonar como lo hizo con la OMS. Trump trató a Europa como un deudor y mal aliado dentro la OTAN.
Por el lado de América Latina, la administración Trump resucitó la doctrina Monroe y la doctrina Truman contra el comunismo. Se montó sobre el decreto Obama contra Venezuela y sistematizó una perversa política de sanciones económicas. Creó en 2017 el Grupo de Lima contra Venezuela. Previo a ello apostó a la reinstalación de gobiernos de derecha mediante golpe de estados parlamentarios, judiciales y por divisiones internas de la izquierda.
Trump acabó literalmente los avances con Cuba; retrocedió en las relaciones con Nicaragua y logró sacar con la OEA a Evo Morales del poder. Ahora con la vuelta de MAS, habría que esperar cómo se comportará el demócrata Biden. Si bien, la presencia del Rey de España, deja entrever al menos un cambio de táctica en la actitud de la derecha internacional contra Bolivia. El propio Trump y la OEA aceptaron rápidamente los resultados electorales en el país andino.
Con respecto a México, el gobierno priista de Peña Nieto mantuvo una relación especial con el de Obama. Debe considerarse que a pesar de los problemas de los migrantes, el comercio México-EEUU es de los más altos del mundo. De eso se percató Trump, que aunque amenazó con un muro fronterizo, concluyó su mandato en total cordialidad con López Obrador. México volvió a ser el primer socio comercial de EEUU. AMLO alabó las buenas relaciones con su vecino y el respeto por su país por parte de Trump.
Los asesores de Biden, han reiterado la vuelta plena a los organismos multilaterales. Los demócratas, siendo guerreristas, prefieren la rúbrica del Consejo de Seguridad para sus guerras, los republicanos bombardearon Irak en 2003 sin considerar a la ONU:
Existen, pues, algunas diferencias en policía exterior de estos dos partidos, aunque a veces pueden parecer sutilezas. La gran coincidencia ha sido el ataque contra Venezuela, que puede explicarse por el poderoso lobby opositor instalado en Florida avalado por un oposicionismo que buscó aliados internacionales en EEUU y Europa para acceder al poder catapultados por el hostil apoyo internacional liderado por el gobierno de EEUU. Por ahora, no hay señales de cambios en esa política.
Estudia acuciosamente, sin pasiones, a los aliados, adversarios y enemigos es fundamental en la formulación de las estrategias de política exterior.