La derrota electoral de la reforma constitucional propuesta por Hugo Chávez ha descocado a Washington y sus cipayos locales, que pretenden asociarla a un improbable rechazo popular al presidente venezolano tal como sugiere la injerencista declaración de George Bush del martes pasado. El peligro que entraña esta reacción es el de una eventual guerra civil en Venezuela, con ominosas consecuencias para su pueblo, los de América Latina y toda la humanidad, como ha advertido Fidel Castro.
La desaprobación de la reforma por poco más de la mitad de los electores efectivos ha dado pie a un debate en el seno de las fuerzas progresistas sobre sus causas, no siempre con acierto. Según el punto de vista, se señalan errores del chavismo, muchas veces con la mejor intención, aunque no faltan opiniones teñidas de resentimiento y oportunismo. Con frecuencia son omitidos la amenaza que menciono y subestimados los efectos de la exorbitante operación subversiva y mediática contra Chávez antes y después del referendo, dentro y fuera de Venezuela, en la que Estados Unidos ha echado toda la carne al asador. A ella obedece la entrega al imperialismo de Baduel y los dirigentes de PODEMOS, asustados desde antes por la radicalización del proceso.
Ciertamente, la grandeza con que Chávez asumió el revés fortalece moralmente a sus seguidores, incluso a los muy numerosos que se abstuvieron o votaron por el No pero continúan apoyándolo, y unida a la evidente trasparencia del sistema electoral es el más rotundo mentís a las acusaciones de autoritarismo y déficit democrático en Venezuela. También tomó por sorpresa a la oposición, mayoritariamente golpista, que intenta adecuarse a la contingencia con ponzoñosos llamados al diálogo y la reconciliación.
La misma oposición que de haber ganado la opción gubernamental por el estrechísimo margen que obtuvo el No, habría amanecido el 3 de diciembre en plena escalada de violencia y desestabilización, pues no es un secreto que su consigna era no acatar el posible triunfo del Sí. Cientos de editoriales, artículos y notas de los medios corporativos en América Latina, Europa y Estados Unidos en los últimos meses, así como declaraciones de voceros oficiales de este país así lo demuestran. Más aún, en contraste con las reiteradas afirmaciones de Chávez de que aceptaría los resultados cualesquiera que fueran, los portavoces opositores en ningún caso hicieron lo mismo.
El líder venezolano no ha vacilado en asumir toda la responsabilidad por el batacazo y ha sido muy claro al decir que se equivocó en la apreciación de la coyuntura pero es indispensable un profundo ejercicio crítico y autocrítico que involucre a millones, desde las bases hasta la cúpula, para identificar los indudables errores en que se incurrió y adoptar las medidas encaminadas a recomponer el movimiento y sanear las estructuras gubernamentales, donde muchos chavistas de base señalan no pocos casos de corrupción e insensibilidad. Sólo como ejemplo, qué se hizo frente a los especuladores, autorizados a importar una millonada en productos de la canasta básica que no llegaron nunca a la población.
El presidente ha reiterado, y es sabido el empeño que pone en cumplir lo que promete, la continuidad de su política de justicia social para los trabajadores, los pobres y los excluidos y para entregarles más poder apegado a su objetivo socialista, ahora en un marco jurídico más estrecho que el que habría propiciado la reforma, pero extrayendo todas las posibilidades legales a la avanzada Constitución de 1999. Ha dicho que la reforma se pospone “por ahora” pero asegurado que seguirá luchando por ella.
Sería infantil pensar que el los golpistas dejarán se serlo ya que han “comprobado” el respeto de Chávez por la democracia y que esperarán cinco años más, pacientes y respetuosos de la ley, a que este termine su mandato. En ese tiempo el proceso bolivariano podría alcanzar la solidez del acero y América Latina volteárseles irreversiblemente. Eso es lo que está en juego, ellos lo saben y actúan en consecuencia.
Paradójicamente, mientras más despiadado el ataque del imperialismo y la contrarrevolución, más posibilidades tienen las masas de educarse políticamente, liberarse de prejuicios y radicalizarse. Es impresionante que más de cuatro millones de venezolanos hayan votado por propuestas expresamente conducentes al socialismo. Con muchos menos se han iniciado cambios sociales que hicieron historia.
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