Los países que conforman la Comunidad Europea, los países del este de Europa que no pertenecen a la Comunidad y los que quieren pertenecer a ella, desde “Cartago hasta Berlín”, a excepción de las Revoluciones del pueblo francés y de los campesinos y obreros rusos convertidos en soldados, tienen un historial de “sangre y lágrimas” en la pura búsqueda del Poder por el poder mismo. La Roma Imperial; Constantino, promotor de su propio poder apoyado en las “ideas cristianas”; las Edades Medias y las Cruzadas a “Tierra Santa”; la Inquisición; la Compañía de las Indias Orientales holandesa e inglesa; el “imperialismo y las Guerras Mundiales”; el desmembramiento de Yugoslavia y sus “lógicas” consecuencias; y, ahora, el “escudo de misiles” para proteger a “no se sabe quién”. Europa habla de democracia promoviendo políticas excluyentes; habla de igualdad persiguiendo a los inmigrantes provenientes de África y los países de América; promueve los beneficios en el comercio y viene a Lima a dar clases de la “libre empresa” (Zapatero), políticas ecológicas (papeleras en Uruguay), hermandad y aportes de la “civilización europea en América” y persiguen a los “sudacas”. La “democracia europea” y el “eurocentrismo” de los “íberos” latinos (sic) quieren enseñarle e imponerle a los pueblos originarios, a los blancos y negros, mestizos y mulatos que sus “filosofías” son las que nos van a llevar a aceptar que ellos son “superiores”, que sus modelos de gobernabilidad son los “correctos” y que las “materias primas” de Suramérica son el aporte a su bienestar y desarrollo por agradecimiento a la “cultura judeo-cristiana” que nos regalaron. Los europeos y sus sociedades no entienden, aun queriendo, los procesos sociales que se vienen desarrollando en el continente Americano desde las luchas por nuestra Independencia hasta la presente fecha. Inventaron las Compañías de las Indias Occidentales y la Guipuzcoana, la dependencia apoyada en el Imperio norteamericano después del “Plan Marshall”; nos solicitaron favores para la solución de sus problemas internos (caso País Vasco), fueron acogidos como “hermanos” en estas tierras “benditas por Dios”, y, aún, consideran que tienen “derechos históricos” sobre nuestras decisiones y futuros.
Razón tiene E.H. Carr cuando se pregunta ¿Qué es la Historia? Aunque la pregunta debería ser ¿cuál Historia y quién debe escribirla? También ¿Es nuestra Historia complemento, dependiente, alienada de la Historia de Europa y los Estados Unidos de América? Los europeos y norteamericanos nos ven como solución a sus problemas internos y no, jamás, como pueblos libres e independientes que buscan su propio destino según sus propias realidades “telúricas”. No negamos el aporte de la “cultura judeo-cristiana” como nos alegramos de los aportes de las “culturas africanas”; no nos avergonzamos de las culturas de nuestros pueblos originarios, los verdaderos habitantes del continente Americano sean: sioux, mapuches, timotes, aztecas, incas, aimaras, caribes, y paremos de contar. Los europeos y norteamericanos no quieren aceptar que existimos antes de Cristo; que nuestros pueblos buscaban formas de solidaridades en tiempos pretéritos, que las guerras vinieron con los europeos y la expansión del Imperio norteamericano.
Los pueblos de Suramérica, analizando los Principios de la Revolución Francesa, primero, y las tesis de la Revolución Bolchevique, posteriormente, fueron buscando su propio ideario. Los aportes de Bolívar, San Martín, Martí, Sandino, el Che, Fidel, por mencionar, han ayudado a ir diseñando y madurando “ideas revolucionarias” autóctonas que no son comprendidas por los “filósofos del capitalismo” y, en ocasiones, ni por los “pensadores socialistas” europeos. Estas ideas e ideario buscan, en última instancia, alcanzar, con políticas claras, y una vez conquistado el Poder, implementar soluciones horizontales a las sociedades de nuestro Continente en los “derechos humanos”; política, economía con una justa distribución equitativa, jurídica autóctona, social, salud, disfrute, otros objetivos “por natura”.
Larga es la lista de “revolucionarios americanos” que han dedicado su vida a lograr alcanzar los “objetivos revolucionarios” que se han propuesto para cada uno de sus países, siempre, con la ayuda de los “revolucionarios continentales”. Claro! Cuando un revolucionario asume la responsabilidad de lograr el “bien común” sabe que se enfrenta al “status quo” continental y lo asume con entereza. La Historia del continente americano está sembrada con las vidas de los “mártires de la Revolución” pero la “Revolución sigue su cauce”. Y ese es el caso de Marulanda, alias, “Tirofijo”.
Cruzando la acera, nos vemos con la “derecha europeizada” del continente americano. Asumen que el ideario para los “indios, negros y zambos” es la “cultura eurocéntrica judeo-cristiana”. Ven al “diablo” en todos aquellos que buscan el “bienestar común” e, inmediatamente, los califican de “comunistas” (antes de Bush) y de “terroristas” (con Bush), de “asesinos” (Uribe Vélez dixit). No desconocen las propuestas de la “izquierda revolucionaria”; tampoco que las mismas tengan un importante impacto positivo en las respectivas sociedades americanas; que los países del continente americano serían “mas soberanos”; pero aceptar esas propuestas revolucionarias, sería desconocer que el “sistema capitalista” está siendo superado a causa de sus propias contradicciones internas. Pero el asunto ni es tan sencillo ni es tan simple. Para que Uribe Vélez alcance a reconocer que el “problema Colombia” lo ha heredado, que tiene solución, que lo cívico debería estar por encima de lo militar, y que un Jefe de Estado, al calificar de asesinos a sus propios compatriotas, está pesando mas el “ciudadano común” que el “estadista”, no va a ser sencillo. No le está resultando fácil a Uribe Vélez encontrar un camino intermedio entre “sus creencias religiosas inquisidoras” y las “contradicciones” que, permanentemente, desarrollan e implementan los “santos de oficio”. ¡Marulanda ha fallecido! Todo cristiano no inquisidor desea que “su alma” (la de Marulanda) disfrute estar ante la presencia de Dios. Ningún terrícola conoce la “voluntad divina”; por tanto, cualquier epíteto que se refiera al alma de Marulanda solo demuestra la profunda “herida” de la “soberbia” (el pecado de Lucifer).
Es, por el bien común suramericano, que Uribe Vélez demuestre, precisamente, en estos momentos, su calidad de estadista y, “mirando lejos”, tome las decisiones más convenientes para el pueblo colombiano. Tiene en Chávez la colaboración que, quizás, más necesita en estos tiempos históricos para lograr la Paz en Colombia. Solo tiene que decidir acciones políticas que, seguramente, no serán de los “santos que no están en los altares”.
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