La zanahoria y el garrote

El candidato a la Presidencia de los EEUU, Barak Obama, al abogar por un mayor entendimiento con Indoamérica, declaró que aplicará la política de "la zanahoria y el garrote" para la región. Expresó, como lo haría cualquier blanco anglosajón protestante, uno de los lemas característicos de ese grupo etnocultural, con el cual han orientado sus conductas: primero hacia las minorías que habitan el país, extendiéndolo luego hasta los países sobre los cuales han ejercido influencia.

Perteneciendo a la minoría afrodescendiente, que a lo largo de la historia de ese país ha recibido más garrote que zanahoria, esa manifestación es un contrasentido. Sin embargo, esto es explicable. La aculturación sufrida por ese grupo humano, sometido por largo tiempo a la esclavitud, hizo que Obama se considerase un elegido de Dios, tal como lo hacen sus compatriotas blancos.

Por ello, es un producto de la reforma cristiana. La visión que mira el mundo físico como fuente de pecado y a Dios todopoderoso como origen del bien, dentro de una relación dialéctica. De allí que su ascenso en la escala social de ese pueblo no lo considere como producto de su esfuerzo, sino como el resultado de la acción arbitraria de esa divinidad que lo ubicó entre los escogidos. Un hecho que lo obliga a luchar por el bien, controlando la naturaleza corrompida, incluido el resto de los humanoides que no ha recibido la gracia divina.

De allí que él no es hipócrita al hacer su declaración. Tampoco lo es George W. Bush. Sólo hay una diferencia entre ambos: Bush casi omite el uso de la zanahoria para combatir el mal –emplea sólo el garrote– mientras Obama lo piensa combinar con el azúcar de la zanahoria. Es lo que sabe hacer cualquier arriero con sus burros. De esa forma, el porteador conduce sus bestias de carga, aunque no escasean los Bush, sin ingenio, que lo hacen únicamente con el palo. Lo que no olvidan los arrieros, pero sí han olvidado estos elegidos de la divinidad, es que algunas bestias patean. Y de vez en cuando, estos ejemplares indómitos provocan estampidas en sus congéneres del arreo. Justamente, es sobre estos donde coloca su atención el arriero. Son objetos de castigos severos, y al resistir la voluntad del amo, como lo hacían los blancos con los abuelos de Obama, simplemente los aíslan o los eliminan. Ellos son las fuentes del mal y desacatan la voluntad del elegido, y con ello la del ser divino.

En este caso, el afrodescendiente electo por la voluntad celestial, como lo hace Bush, identificó a los rebeldes que en esa realidad material corrupta contaminan el ámbito controlado por el bien. Para él, Venezuela y Cuba representan el eje del mal en la América, antes domada por esa combinación simple de elementos. Repite el mismo discurso de su antecesor. Lo que pasa es que estos pueblos no son sino unos diablillos. Las verdaderas fuentes del mal cuentan con garrotes y zanahorias con el poder suficiente para darle la victoria al mal. En este caso, Obama tendrá un profundo dilema: usar la receta de la cultura puritana o solamente la pura zanahoria.

La primera opción implica la posibilidad de una batalla, donde los garrotes de ambos destruyan ese sucio mundo, fuente de la maldad. Será el triunfo definitivo del bien: la idea absoluta.



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Alberto Müller Rojas


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