Es indudable que lo que dice el Presidente Chávez acerca de las perversiones del capitalismo no es simple retórica. El sistema capitalista es el principal responsable, sino el único, de los males que hoy aquejan a la humanidad: las guerras, la hambruna, la delincuencia, el narcotráfico, la pobreza, la altísima tasa de mortalidad en los países más pobres, la falta de solidaridad, la escasez de alimentos, etc., son consecuencia directa del afán de acumulación de riquezas por parte de una minoría voraz que tienen sus raíces en los países llamados industrializados y que en los países de menores recursos han aplicado, sus minorías propias, la misma receta pero en menor escala. Estas minorías que entendieron que para poder mantener ese establishment, tenían que controlar a los medios de comunicación de masas a como diera lugar, mintiendo y manipulando y mostrando una realidad virtual a los pueblos, mientras ellos acrecentaban de manera grosera sus riquezas. Para ello tenían y tienen que exterminar cualquier forma de oposición que intentara abrir los ojos de los pueblos para no permitir que continuaran siendo engañados y manipulados, lo que explica como a través de la historia, centenares de líderes revolucionarios han ido siendo eliminados progresivamente, incluso con la complicidad de grandes movimientos religiosos, como por ejemplo la Iglesia Católica que siempre ha vivido a la sombra de los grandes poderes económicos. Esto explica también esa feroz oposición por parte de la jerarquía de la Iglesia Católica al proceso de cambios en favor de las grandes mayorías que vive hoy Venezuela. A través del dominio de los medios de información, han marcado pautas de conducta a millones de seres humanos en todo el mundo y los han conducido a aceptar situaciones que incluso resultan intolerables. Han inducido a la adopción de culturas extrañas, al consumo de cosas que ni siquiera son necesarias, a vestirse de una manera determinada, a destruir las culturas propias de muchos pueblos, sustituyendo sus tradiciones por otras ajenas a su idiosincrasia, destruyendo los valores de los pueblos, principalmente la solidaridad entre ellos y así muchas otras cosas. La única forma de contrarrestar todas estas prácticas diabólicas, es enfrentándolas a través de líderes verdaderamente nacionalistas que tomen las riendas de los diferentes gobiernos y detengan esa influencia nefasta de los llamados países industrializados. Es necesario, que aquellas personas que tengan dudas sobre el proceso que se está llevando a cabo en Venezuela comiencen a entender que las elecciones del 23 de noviembre de este año, no son unas elecciones más y que lo que está en juego no es ni siquiera la revolución bolivariana, lo que está en juego es el futuro de Venezuela y con ella el futuro y no exagero, de América latina inclusive el futuro del mundo, porque de continuar la hegemonía de ese imperio voraz y despiadado, el cuál hoy está más peligroso porque está bastante mal herido, más temprano que tarde, todos los países del orbe serán sometidos por la fuerza a sus designios y el mundo se convertirá en una especie de planeta regenciado por un monarca absoluto que decidirá quién tendrá y quién no tendrá derecho a vivir, esa es la verdadera amenaza y son las oligarquías propias de los países, las llamadas por ese imperio para tratar de destruir los auténticos liderazgos de los pueblos y así conservar sus pequeños y mezquinos privilegios. Aquellas personas que le entreguen sus votos a cualquier ejemplar de estos opositores, no tiene la menor idea del error tan grave que está cometiendo o aquella persona que dice apoyar al proceso y no concurre a votar, estará actuando peor aún porque no tiene conciencia de lo que significa derrotar a todos los candidatos de la oposición.
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