El imperialismo estadounidense es el enemigo principal de todos lo pueblos del mundo, incluso de los propios pueblos de los países del norte. Esta lamentable condición se la ha venido labrando, pulso a pulso, a lo largo de muchos años. Es evidente que existen varias expresiones imperiales (europeas, japonesa, etc.) pero ninguna como la estadounidense que concentra la mayor capacidad militar, económica, política, tecnológica, comunicacional, científica, cultural, institucional, etc, para someter a los pueblos y países bajo su explotación, control y dominio. Nunca como ahora, en toda la historia de la humanidad país alguno había acumulado tanto poderío como el que resume los Estados Unidos de Norteamérica o mejor dicho su elite dirigente.
Como ya es conocido, el capitalismo, en su fase imperialista, alcanza una expansión y concentración monopólica que le permite estar presente en todos los confines del planeta tierra sometiendo, por supuesto, a los pueblos y generando una estrecha imbricación entre los privilegiados capitalistas monopolistas, independientemente de sus nacionalidades, que les conduce a la conformación de una elite supranacional, globalizada, dotada de la más absoluta capacidad de determinación para incidir en la vida de la especie humana. Pocos son los espacios que logran mantenerse fuera del alcance de esta clase dirigente explotadora mundial.
Clase explotadora globalizada o elite mundial que por la misma dinámica capitalista tiende a una constante concentración pero, al mismo tiempo, debido a la propia naturaleza intrínsicamente contradictoria del capital, esta sometida a una relación por demás contradictoria. Pero ha sabido concertarse para mantener el predominio y la relación de explotación sobre los trabajadores y pueblos del mundo. No en vano ha confrontado las guerras intraimperialistas en las que por cierto las victimas, como siempre, las han puesto los pueblos y no los capitalistas.
En su fase inicial el capitalismo mundial produjo una serie de mecanismos vitales para su crecimiento y desarrollo, siendo el fundamental el mercado, y junto con este, el estado nacional, el ejército, la producción sistematizada de conocimientos, los aparatos de reproducción ideológica, la jurisprudencia conceptualizadora de la propiedad y el comercio internacional, etc. Con su desarrollo, el capitalismo, devino en sistema mundial creando sus nuevas instancias preceptoras como las capas tecnoburocráticas, las clases “reinantes” en cada país, las instituciones financieras y jurídicas internacionales, las agencias transnacionales de la información y la recreación, etc. Instaurando la hegemonía imperialista en el mundo, sin contrapeso alguno. La experiencia soviética si bien significó un hálito de esperanza para las masas explotadas del mundo no pudo fructificar la alternativa ante la avalancha capitalista del siglo XX. Se impuso la internacionalización del capital con su ideología neoliberal globalizadora.
La ideología neoliberal predica y promueve, entre otros axiomas, la extinción del estado nacional, precisamente, por la internacionalización económica y la globalización de las relaciones sociales capitalistas. Pero este predicamento que lo ha volcado hacia la llamada periferia del sistema, en su mero centro no ha tenido el mayor eco pues la solidificación que en el mismo ha alcanzado la figura del estado nacional, es más que evidente.
El imperialismo mientras promueve el debilitamiento de los estados nacionales en los países periféricos, fortalece sus propios estados nacionales en el centro imperial. La integración de los países europeos antes que un debilitamiento de sus respectivos estados lo que traduce, realmente, es una reacción del capitalismo europeo ante el capitalismo de origen estadounidense, principalmente; denotativo de ello es que, en ningún caso, la identidad, la cultura, las distintas expresiones idiomáticas, etc.,europeas estén por desaparecer, todo lo contrario se acentúan más.
Y en el caso estadounidense el poder que condensa el estado no tiene parangón en toda la historia humana. Es más que notorio el fortalecimiento constante del estado nacional en detrimento progresivo, incluso, de los derechos ciudadanos y sociales del pueblo estadounidense. En los últimos años, con la administración Bush se ha afirmado el estado autoritario cada vez menos democrático liberal, cada vez más dispuesto a preservar los intereses del gran capital, de las grandes corporaciones.
Pues bien, este estado estadounidense se ha erigido en el preceptor, en el gendarme mayor del sistema imperial mundial, papel que ha venido asumiendo más claramente a partir de la segunda guerra mundial y que ahora, en los albores del siglo XXI, queda reflejado en toda su dramática y calamitosa nitidez.
Con relación a America Latina la vocación imperial e intervencionista estadounidense se ha pronunciado mucho más en los últimos años, pero, con la peculiaridad de que en la presente coyuntura la capacidad de respuesta de nuestros pueblos, la toma de conciencia revolucionaria, bolivariana, integracionista y antiimperialista se ha elevado considerablemente; con el agravante, por otra parte, para, la elite imperial, que el sistema capitalista mundial esta al borde de una crisis de gran significación, que tiene su epicentro en la propia economía estadounidense ante la cual hay que esperar una necesaria y contundente reacción de los trabajadores, de los intelectuales, de los pobres, y del pueblo estadounidense en general. Ahora si se abre la esperanza, vamos con todo…!!!!
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